En el país, la primera comunicación telefónica se realizó en 1878 cuando los ingenieros Carlos Cayol y Fernando Newman lograron conectar una llamada desde el diario La Prensa hasta la Administración de Telégrafos del Estado. Ya en 1881, con los teléfonos patentados y en funcionamiento, el entonces presidente, Julio Argentino Roca, permitió que tres compañías telefónicas (dos extranjeras y una local) prestarán sus servicios.
Según cronistas de la época, el primero se instaló en la casa del Primer Mandatario y el segundo, en la del presidente de la Municipalidad de Buenos Aires, Marcelo Torcuato de Alvear.
Al principio para poder hablar con alguien era necesario comunicarse con la central telefónica más cercana para que la operadora de turno conectara a la otra persona a la llamada. El proceso se realizaba cambiando cables manualmente. En Argentina, por lo general, este trabajo lo hacían mujeres. El oficio permitió que muchas se insertaran a temprana edad en el mercado laboral que, en ese entonces, era dominado por los hombres.
Las operadoras se organizaban en turnos y cumplían con un estricto trabajo: conectar usuarios de forma permanente. Si bien en un principio solo las familias adineradas tenían teléfono propio, lo cierto es que con el tiempo, el trabajo se volvió más exhaustivo porque la conectividad creció abruptamente. Como consecuencia, Buenos Aires se convirtió en la ciudad de América Latina con más líneas telefónicas.
Además, durante los días festivos como Navidad o Año Nuevo, el incremento de llamadas era aún mayor. En 1919, se creó la Federación Argentina de Telefonistas, un gremio autogestionado por quienes realizaban estas tareas para defender y hacer valer sus derechos. (Por Melina Sutera para billiken.lat)
Amalia y el puñal
Hasta acá y algo más de la historia de las comunicaciones hay en registros, pero de las historias de esas mujeres poco se sabe. Sólo hay una que mencionan en varias páginas que es la que llaman “La puñalada de Amalia”.
Cuenta Mariana Carbajal para Página12 sobre “una perla histórica descubierta en los archivos de la ex Entel”. Una joven telefonista fue despedida en 1921 por haberse casado y terminó hiriendo de un cuchillazo al director de la empresa. El episodio derivó en un debate social sobre la norma que sólo admitía empleadas solteras. Y al final fue derogada. Un episodio de feminismo insurgente descubierto por la historiadora Dora Barrancos.
La historiadora feminista Dora Barrancos. Ella descubrió la punta del hilo que le permitió reconstruir un episodio poco conocido, cuya protagonista involuntaria fue una joven telefonista, con 14 años de antigüedad en la Unión Telefónica. En un acto furioso y desesperado, tras ser despedida por haber contraído secretamente matrimonio, Amalia hirió con un cuchillo de cocina al director general de la compañía de capitales ingleses. Y esa acción solitaria e individual, cuyas consecuencias no fueron premeditadas por la autora, puso en cuestión la situación de injusticia y desigualdad laboral, de indudable sesgo patriarcal, que muchas mujeres experimentaban en la época.
Historia del teléfono
En los primeros tiempos del teléfono, las comunicaciones se hacían a través de centralitas manuales. Con el fin de reducir el uso de líneas, las centralitas gestionaban un cierto número de abonados que compartían hilo telefónico.
En cada centro trabajaban una o varias operadoras que recibían las solicitudes de sus clientes y hacían las conexiones oportunas.
Cuando un abonado quería hacer una llamada, se dirigía a su operadora que se ponían en contacto con la telefonista de la centralita del segundo abonado para transmitir la llamada.
Los primeros telefonistas fueron niños que ya habían trabajado en los servicios de telegrafía de la compañía de Alexander Graham Bell.
Sin embargo, en 1878 la compañía del inventor del teléfono decidió contratar a la primera mujer para realizar esta labor.
Finalmente, gracias a su contrastada dulzura fueron las mujeres las que consiguieron conquistar por completo el puesto de trabajo. Las centralitas llegaron a España en 1881 y muy pronto fueron operadas también por señoritas que trabajaban de pie frente a la centralita.
Entre los rasgos que caracterizaban a las telefonistas se encontraban su diligencia y rapidez a la hora de manejar los cables así como su discreción ya que podían enterarse de todo lo que se trataba en las conversaciones.
Con la automatización de las centralitas, el oficio de telefonista, tal y como se conocía anteriormente, ha desaparecido.
Al menos, en la actualidad ha dejado de existir como dedicación exclusiva siendo normal que la actividad se compagine con labores de recepcionista, administrativas o de secretariado.
Por Rosanna Toraglio
Fuentes: https://www.pagina12.com.ar/ http://www.australcorrentina.com/ billiken.lat