Honrar es agradecer y agradecer tiene que ver con tomar la vida.
Aquel que ha tomado la vida tal y cual es está agradeciendo y está saliendo del círculo vicioso de la queja, el victimismo y el rechazo.
El honrar a los padres o tomarlos es uno de los principios básicos de las constelaciones familiares. El tomar siempre es un movimiento interno desde el amor.
La honra como forma de respeto y reconocimiento hacia nuestros padres nos permite asumir la vida como adultos, dejando atrás las exigencias y reproches infantiles, ya que, quedarnos anclados en el dolor y el resentimiento infantil nos aparta del fluir de la vida.
La inclinación o reverencia hacia nuestros padres es ante todo un movimiento interno que cobra, fuerza cuando se ejecuta físicamente, en forma visible, al tiempo que decimos: “Sí. ¡Gracias!”.
Agradecemos a nuestros padres y abuelos que a través de ellos nos fue dado el don más preciado que tenemos, nuestra vida. Sin dejar que hechos de nuestra historia nos alejen de esta fuente de vida, reconocemos que nosotros somos ellos, y que aún cuando en el transcurso de nuestra vida agreguemos lo nuestro, ellos siempre estarán en nuestro corazón.
Este movimiento que comienza con los padres luego se puede ir ampliando y va más allá de los padres, va hacia los ancestros, hacia la vida misma, hacia el destino.
La reverencia nos lleva al reconocimiento de la propia procedencia, nos lleva al inicio vida.
“Solamente cuando una persona se inclina ante el destino humildemente, puede dejar atrás el pasado para orientarse hacia lo nuevo”, dice Hellinger.
Aunque este es un proceso largo y algunas veces doloroso, el sanar estos vínculos nos permite volver a restablecer la conexión interior con nuestros padres, reconstruyendo los vínculos del amor que nos une a ellos.
Las constelaciones familiares nos permiten ver lo que antes no veíamos y sentir de nuevo ese amor que siempre estuvo. Constelar es reconciliar, es volver a unir lo que alguna vez estuvo unido y por alguna razón se separó.