El domingo pasado hemos celebrado la resurrección de Cristo, que es la esencia de nuestra fe. El resucitado está siempre presente en nuestra vida y somos guiados por la luz de la resurrección. Cristo vive y Reina en nuestro corazón y en el mundo entero. En el marco de nuestras celebraciones pascuales es oportuno que reflexionemos sobre la importancia de ser portadores de la alegría y el poder de la resurrección en nuestras vidas.
La resurrección de Cristo es la esperanza de nuestra salvación. Él nos ama, perdona y salva con su gran poder. Él renueva a toda la humanidad regalándonos un corazón lleno de amor que siempre nos alienta a seguir el camino de la verdad y el bien. El papa Francisco nos anima a llenarnos de esta esperanza que viene de la misma alegría de la resurrección. Nos recuerda en la Evangelii Gaudium: “Cristo resucitado y glorioso es la fuente profunda de nuestra esperanza, y no nos faltará su ayuda para cumplir la misión que nos encomienda”.
Él mismo nos fortalece diciendo que la fuerza de la resurrección es un poder imparable que nos acompaña cuidándonos en todo momento. Aunque muchas veces las injusticias, maldades, indiferencias y crueldades nos desaniman, la resurrección de Cristo nos llena de esperanza y nos moviliza para seguir caminando en la confianza.
El mismo Cristo nos ofrece la vida en abundancia y nos da la certeza de que Él estaría con nosotros todos los días, hasta los confines de la tierra. Por eso estamos llamados a caminar en la verdadera libertad y alegría que nos viene de su simple presencia. El nos llena de paz, alegría, de amor y generosidad. El mismo Jesús resucitado se aparece a los discípulos, que estaban con las puertas cerradas, con un mensaje esperanzador y lleno de paz, diciendo: “La paz sea con ustedes. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes…”. (Jn 20, 19ss)
Con el poder y la cercanía del resucitado seguramente tendremos una fuerza renovada para enfrentar las adversidades, que son parte de la vida. Cada uno, desde el lugar en el que estamos y desde la responsabilidad que nos toca en los diferentes ámbitos de la vida, estamos llamados a trabajar con alma, corazón y vida por el bien y la felicidad de todos. Jesús nos empuja a ser sembradores de verdad, justicia y amor.
Con el poder de Dios estamos llamados a ver el mundo como lo ve el mismo Dios. La vida nueva en Cristo nos incita a una nueva fraternidad como los mismos discípulos que vivieron en las primeras comunidades Cristianas donde “tenían un solo corazón y una sola alma” (Hch 4, 32-35). La fuerza de la resurrección nos mueve a ser sus discípulos y misioneros, para que el mundo entero conozca y crea en Él. Así la fuerza transformadora de la Resurrección hará que en el corazón de muchos, la tristeza se convierta en alegría, el odio en amor, la mentira en verdad, la indiferencia en compromiso, la cultura de muerte en una cultura que defiende la vida y su dignidad.
La alegría de la resurrección nos llama a la plenitud de la vida: desde la fe, esperanza y amor. Es un llamado a vivir la experiencia de Dios hasta el último momento de nuestra vida, como nos dice San Pablo: “Si han resucitado con Cristo, entonces lo manifestarán gloriosos con Él” (Col. 3 1-4). Que experimentemos esta felicidad de la resurrección para fortalecer nuestro espíritu y acrecentar la esperanza en un Dios que nos ama y salva.
¡Feliz Pascua!