Hernán Darío Castagno ya no está físicamente, pero sus extraordinarios trabajos se exhiben en una alacena de su casa familiar, y están grabados en la retina de sus seres queridos y de quienes supieron conocerlo. En el aire de los ambientes en los que se despliega su obra, el tiempo se detuvo y al recorrerlos, la mente divaga por mundos fantásticos, gracias a unas figuras prolijas, delineadas, coloridas. Perfectas.
Según su esposa, Rossana Hedman, Hernán perdió a su madre cuando era muy chiquito y quedó a cargo de los abuelos maternos, quienes lo trajeron a vivir a Misiones cuando era un niño, casi adolescente. Aquí, cursó el secundario en el Polivalente y, luego, continuó sus estudios en la Facultad de Arte y Diseño de la UNaM, donde se recibió de profesor de Artes Plásticas.
Como le interesaba mucho la historieta, hizo un curso por correspondencia con un maestro nacional de historieta. Después de estudiar dibujo y plástica en la Facultad de Arte, y de estar ejerciendo como docente en una escuela primaria y en una para adultos, volvió a estudiar tecnología cerámica, en el mismo lugar, y comenzó a volcar sus creaciones no sólo en el dibujo sino también en la cerámica.
Los temas que el más trataba era lo que se relacionaba con los cómics extranjeros y argentinos. Una serie completa que se exhibe en estantes, como si él siguiera estando ahí. Rossana sostuvo que no se detuvo a contar cuantos son, solamente se ocupa que estén protegidos y que ninguno se rompa. En esta serie de cerámica, los muñecos están hechos “con un molde por colada pero después están todos pintados a mano, con acrílico, por lo que cada pieza es única”.
La mayor parte son creaciones de cómics, y en medio hay unos luchadores mexicanos, que se identifican por las máscaras de colores, hay algunos personajes de películas de terror, payasos malvados, y un Pablo Picasso que se destaca por sus grandes ojos. Un Andy Warhol también era de la colección, pero como no había quedado conforme, lo había vuelto a blanquear, y ya no tuvo tiempo de volver a pintar, por lo que quedó inconcluso. También hay platos de cerámica pintados con acrílicos y otros esmaltados, donde se nota la diferencia porque el esmalte es brillante. Son similares a los que hizo en el Parque del Conocimiento. Y placas de cerámica esmaltadas, que están hechas como para relojes, por eso tienen los agujeritos para colocar las manecillas. Se observan piezas únicas, modeladas a mano, sin molde. Por eso son macizas y bastante pesadas, en su mayoría pintadas con acrílico.
Contó que también le interesaba mucho la música por eso tiene muchas obras inspiradas en músicos internacionales de reggae y rock como Bob Marley, Jimi Hendrix, The Doors. Después comenzó a trabajar en su propio personaje que es The Pombero, que le ponía el artículo en inglés porque es como una parodia de los superhéroes norteamericanos, “como diciendo que nosotros tenemos nuestro propio superhéroe”.
Según Hedman, “trabajaba en esto prácticamente todo el tiempo porque era muy obsesivo con su trabajo. Todo lo que se puede apreciar, lo hizo en muy poco tiempo, no es que estuvo veinte años dedicados a sus obras. Siempre estaba haciendo algo. No creo que tuviera un proyecto a partir de esto, sino que a él le gustaba mucho trabajar, era muy compulsivo, y además, reflejaba todo lo que a él le interesaba como la música, los cómics, las películas”.
Durante un tiempo desarrolló tareas en los talleres de Artes del Fuego, en el Parque del Conocimiento, de Posadas. Se trata de un espacio donde se recuperan oficios, técnicas, materiales y procesos de trabajo que están marcados por las altas temperaturas en el vidrio, la cerámica, el mosaico y la joyería. “Ahí produjeron relojes, platos y figuritas de cerámica del pombero, que se comercializaron en la Cruz de Santa Ana y en el Centro del Conocimiento”, contó, al tiempo que manifestó que la enfermedad lo sorprendió. Ese verano “habíamos salido de viaje, y cuando regresamos, comenzó a sentirse mal. No quería ir al médico, pero un día lo convencí, y tras los análisis supimos que tenía leucemia aguda, estuvo internado una semana en Oberá, un mes en el Hospital Madariaga, de Posadas, donde falleció. Fue muy repentino”.
“Era muy humilde por eso se le dificultaba mucho mostrar lo que hacía, incluso mi mamá lo animaba a exponer lo que hacía, que estaba buenísimo, y él decía, no sé, yo sólo hago porque me gusta. No era por un afán de mostrar, sino un afán por hacer”, dijo Rossana, que lo conoció en la Facultad, cuando él había vuelto para hacer cerámica.
“Yo también había vuelto y él me ayudaba a hacer moldes. Éramos compañeros. Estuvimos juntos desde 2004 a 2014, tuvimos a Juan Cruz, que tenía siete años cuando su papá falleció. A nuestro hijo le gustan más las artes escénicas, participó de un taller de cine, diseño gráfico. Como padece el síndrome del espectro autista, hay cosas que se le dificultan y otras cosas para la que es muy bueno, como pasa a todos los chicos con ese síndrome”.
Editó varios libritos de The Pombero, su personaje favorito. Muchas tienen un alegato ecológico, de conservación del ambiente, y en las páginas centrales el pombero presenta a otro personaje, como el lobizón, el curupí, y explica sus características. Son todas tiras originales, todas con dibujos de su puño.
“Hay uno que se editó póstumamente, y le pusimos a la caá yarí en el medio. Cuando él falleció, los amigos Leo y Luis, siguieron con la tarea. Es que antes de enfermarse estaba haciendo más tiras para la historieta del pombero a fin de editar una nueva revista. Ellos siguieron con las gestiones para poder hacerlo y salió un numero póstumo que fue dedicado a Juan Cruz. Por lo general, se vende mucho en la Feria del Libro, de Oberá, y cuando hay algún evento de historietas o cómics”, de esos que se hacían antes de la pandemia.
Expuso los libros de historietas, muñecos y una buena cantidad de dibujos en un encuentro de fans de cómics e historietas que se llamó “Sección historietas”, en el SUM de la Facultad de Artes. Y a sus alumnos les enseñaba plástica y a veces llevaba “coladitas” que se hacían en el taller para que los chicos decoren un mate o cosas así.
“Para mí era un gran artista”
El profesor de cerámica, Ebal Gastaldo, coordinador de los talleres de “Artes del Fuego”, recordó a Castagno y lo describió como “una persona muy sensible que desnudaba la realidad de una forma cruda, que era como tragicómico. Era ácido pero sensible a la vez, y eso a mucha gente no le cae bien. Decía cosas que molestan pero que a la vez eran verdad. Pero yo me reía y era un escape. Era mutuo, nos caíamos bien y coincidíamos en muchas cosas. Era tímido, pero, a la vez, cuando se sentía cómodo era como muy extrovertido y se abría”.
Gastaldo empezó a trabajar en el Parque del Conocimiento en 2011 y Hernán lo acompañó por, al menos tres años. “Le ofrecí trabajo y no aceptó porque no quería compromisos o no quería entrar en un compromiso e incumplirlo. Fue un gran dibujante, y en el taller del Parque, en momentos que sintió ganas, hizo modelados en arcilla de pequeñas esculturas de personajes regionales como el yasí yateré, el pombero, el curupí. Para mí era un gran artista”.
“Siempre tenía una palabra de estímulo, eso a mí me ayudó, espero haber servido de algo para él. Su ausencia se sintió porque era compañero. Era fanático del rock nacional. La mitad de las bandas que conozco y que sigo escuchando, las conocí de manos de Hernán”, manifestó Gastaldo, quien lo recordó como amigo porque “si bien es cierto que fui su profesor, después nos ligamos de una forma natural, siempre me acompañaba, y estaba en las cosas que yo emprendía, porque le gustaba el tema de la cerámica. Era como que hacíamos terapia mutuamente, sin decirlo, quizás”.
The Pombero
Nuestra Mesopotamia, junto a Brasil y Paraguay, constituyeron el hogar de tribus guaraníes. Éstas, particularmente, generaron un conjunto de mitos y leyendas estrechamente vinculados con su entorno y paisaje que los rodeaba. Sin duda, uno de los personajes más característicos de la mitología guaraní es el pombero, conocido en su lengua como Cuarahu Yara, cuyo nombre quiere decir dueño del sol.
Es considerado protector de los pájaros y el señor de la noche. Protege a los chicos buenos, pero a aquellos que se escapan al monte durante la siesta a cazar pajaritos, se los lleva. Los paisanos solían dejarle ofrendas de tabaco, miel y caña para mantenerlo contento. Y si recorremos nuestro territorio descubriremos que algunos mantienen esta costumbre aún en estos días.