El reciente acuerdo al que llegaron el Gobierno argentino y el Fondo Monetario Internacional ingresó al Congreso para su tratamiento y aprobación. De resultar positivo se estaría ingresando a la última etapa de cara a la “normalización” de una economía por demás alterada.
En lo inmediato, podría decirse que el actual gobierno encarrila medianamente la historia que empantanó la gestión anterior para que el desmadre por venir no sea tal, o no adquiera volúmenes de catástrofe.
Habrá que ver qué sucede entre los deseos y la práctica porque, a la luz de las evidencias, entre las peleas intestinas y las posturas de la oposición, el resultado del tratamiento del acuerdo en el Congreso sigue siendo nebuloso.
Ahora bien, más allá de lo que pueda ocurrir en el Congreso, Argentina deberá cumplir con tres premisas muy bien constituidas para no convertirse en lo que amaga ser cada vez que toma un crédito como el que tomó: un deudor serial.
En primer término, Argentina, porque el acuerdo trasciende a este Gobierno y al que vendrá, deberá primero reducir su enorme déficit fiscal a razón de medio punto del PBI por año.
En segundo lugar, Argentina tendrá que dejar de hacer lo que mejor sabe hacer pese a los daños que causa hacerlo sin un encuadre positivo: emitir. Cabe allí la duda de cómo financiar un déficit que baja poco. Una alternativa sería endeudarse en el mercado interno de capitales, aunque esto presente problemas, pero eso será otro tema.
Y finalmente Argentina deberá subir sus reservas, un drama a estas alturas si se tienen en cuenta las otras dos premisas.
Como casi todo respecto a este crédito, la salida en lo inmediato será complicada y habrá que trabajar con mucha perspectiva… algo que no abunda de un tiempo a esta parte.