Luego de realizar tu planificación para este 2022, te sugiero que la leas nuevamente sintiéndola. Ahora te voy a contar qué me pasó cuando lo hice. Como hace ya algunos años realizo mi planificación, más allá de poder concretarla totalmente o no, lo cierto es que me marca un rumbo y eso me gusta.
Este año, cuando re leía lo que había escrito, -en mi proceso de planificación suelo ir y venir, borrar y reescribir- luego de conectarme con lo que había plasmado tuve un momento “ajá”.
Así es, luego de mis revisiones tuve la certeza que la mayoría de las cosas que ponemos afuera, más adelante, lejos, con condiciones, con hitos intermedios y logros externos, ya está adentro y disponible, es sólo cuestión de conectar para descubrirlo. Claramente, el desafío, al menos para mí, pasa por poder pausar para conectar.
Enero y febrero son meses de replanteo, de sentirnos protagonistas y responsables de nuestro devenir. Fijamos objetivos y trazamos planes de acción. Le ponemos garra y tomamos envión.
Tal vez sin recuperar energías del año (o década) anterior, no importa… “andá y hacé”, “metéle actitud”, “no te quedes ahí sentada”, “no procrastines más, hacé, hacé”, “posteá más seguido, trabajá más duro, apuráte”, “decidí, definí, estás envejeciendo”, “la pereza se vence con la acción”.
Hacer desde ese espacio probablemente nos genere ansiedad y nos perdamos la riqueza de hacer desde el corazón.Ante todo esto: pausá y respirá. hacer, hacer, hacer y no va a alcanzar. Si querías sentirte libre, si querías sentirte suficiente, si querías sentirte confiado, ¿adiviná qué?
Ya sos libre, ya tenés confianza, ya sos suficiente y tenés suficiente, pero estamos tan enchufados que no lo percibimos. De nuevo, ponemos afuera algo que está adentro. Por eso, luego de darme cuenta que es febrero y ya estoy anotada en tres cursos distintos, decidí volver a mis prácticas de mindfulness (atención plena).
El querido maestro Thich Nhat Hanh, fallecido hace poco más de un mes, decía que seguirá vivo en cada persona que encuentre un momento de atención plena.
¿Por qué? Porque no existe transformación posible sin antes pausar. Si no puedo frenar, observar y entender, ¿cómo pretendo cambiar? ¿cambiar qué? ¿llegar a dónde? ¿para entonces qué?
En mis intercambios cotidianos advierto que las personas están cada vez más ansiosas y desesperadas. Corremos tanto, probamos tanto, nos exponemos tanto, vivimos al límite y el vacío persiste y deviene en frustración.
Resulta que es mucho más sencillo, en vez de hacer todo eso, nos teníamos que sentar, quedarnos quietas y quietos. Pausa.
Cuánto se revela en una pausa. Se revela nuestro ser, nuestros deseos, nuestras cualidades, nuestra interdependencia. Y principalmente todo lo que ya es.
Entonces, armá tu planificación, mirala, revisala, sentila y avanzá desde la atención plena, es lo que te permitirá disfrutar cada paso.