
El índice inflacionario de enero, con un pie en los cuatro puntos, no sorprendió a casi nadie. Todos saben y sienten que la economía viene sufriendo una fuerte inercia inflacionaria. Pero vuelve a ser llamativo el afán oficial de pintar de rosa un escenario abiertamente gris.
Porque mientras estipula en su malogrado proyecto de Presupuesto 2022 un Índice de Precios al Consumidor anual de 33%, libera las paritarias nacionales hasta los cuarenta puntos porcentuales, blanqueando solapadamente que la inflación superará ampliamente la previsión del 33%. Sin decirlo, la Casa Rosada admite es que será difícil bajar de un piso de 3% mensual.
Y lo que también preocupa es el afán de encontrar soluciones en maniobras que históricamente fallaron cuando de “domar” los precios se trata, y cuando el rubro alimentos sigue traccionando las subidas de los índices desde hace meses.
Al fin y al cabo, con crear una Empresa Nacional de Alimentos, por ejemplo, Argentina no escaparía ni de la burocracia estatal ni de los embates climáticos como los que vienen sacudiendo la producción nacional. Quizás convenga de una vez admitir que ordenar una economía que presenta distorsiones en sus proyecciones y en cada parte de su estructura demanda un enorme esfuerzo técnico y de gestión que aún no se advierte.




