La inflación permanecerá muy alta durante todo el primer semestre, más allá de los intentos del Gobierno por controlar las remarcaciones con distintos mecanismos: ni los precios cuidados en las góndolas de supermercados, tampoco los siete cortes de carne a valores más accesibles o el diseño de una canasta especial para comercios de cercanía consiguieron los resultados esperados.
Se trata de iniciativas del secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, que intenta encontrar justificaciones sin acertar en ninguna. La inflación no bajaría del 3,5% mensual durante toda la primera parte del año, de acuerdo a la expectativa de economistas y consultoras.
Según el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), los peores meses serán marzo y abril, en los que se espera un pico de 4,1% y 4% respectivamente. Recién en julio el índice podría descender hasta 3,5%. Pero en todos los casos los riesgos son más al alza que a la baja.
La inflación esperada se ubica en el 55% para el año. Aparecen, sin embargo, cada vez más economistas advirtiendo que en realidad el piso para el 2022 supera el 60%.
Victor Becker, extitular del Indec y actualmente en la Universidad de Belgrano, vaticinó que podría ubicarse en niveles del 60% al 65%.
A principios del año pasado fue junto a Domingo Cavallo uno de los pocos que vaticinó que la inflación se ubicaría en el 50%. Finalmente fue 50,9%.
Agujero fiscal
Por qué la inflación de este año será superior, y tal vez muy superior, a la del año pasado. La explicación hay que buscarla en los grandes desequilibrios fiscales y la necesidad de achicar el agujero fiscal.
A falta de otras medidas, termina siendo la inflación creciente la que permite un aumento de la recaudación y tapar el bache de las cuentas públicas. Ésta es la lógica de los últimos veinte años y no cambiará en el corto plazo.
Se suman varios elementos que también presionarán sobre los precios durante este año. Por ejemplo, el aumento de la nafta del 9%, la próxima suba en las tarifas de servicios públicos y la aceleración en la pauta de ajuste del dólar oficial, que ya se acerca al 3% mensual, cuando venía siendo de 1% hasta las elecciones de noviembre pasado.
Círculo vicioso
El acuerdo que el Gobierno negocia con el FMI incluye como uno de los puntos centrales la reducción gradual de la inflación.
Para ello dispone una reducción sustancial de la emisión monetaria, que debe caer del 3,7% a sólo 1% este año y a 0,6% en 2023. Pero no sería suficiente para conseguir resultados de corto plazo.
Además, la baja de la inflación debería ir acompañada de medidas de austeridad para bajar el gasto público.
La principal pasa por la reducción de los subsidios energéticos y al transporte, que ya volvieron a representar casi 3% del Producto Bruto Interno (PBI), luego de dos años de virtual congelamiento, en un contexto de inflación creciente y fuerte suba en los precios de la energía.
En este escenario, proyectar una aceleración inflacionaria del orden del 60% implica al mismo tiempo una licuación de los gastos principales del Estado, como las jubilaciones y los sueldos del sector público. Se trata de partidas que van quedando atrasadas porque ajustan según la inflación pasada.
Este círculo vicioso es sumamente riesgoso, pero los distintos gobiernos consiguieron mantenerlo para sacar provecho desde el punto de vista de la recaudación, a costa de un aumento de la pobreza y de una clase media que continúa perdiendo espacio en la pirámide social.
“La confianza del consumidor sigue en estado de letargo”
Las perspectivas para el 2022 no son nada favorables como consecuencia de una mezcla de factores como el proceso de descongelamiento de precios y tarifas encarado por el Gobierno y una nueva pérdida del poder adquisitivo de los salarios por paritarias que se cerrarían con aumentos menores a la inflación esperada.
Analistas y referentes del sector hablan de otro año con escaso crecimiento para el consumo derivado de la incertidumbre que se mantiene por la continuidad de la pandemia; de una economía que se mantendrá recesiva y de consumidores que continuarán cediendo poder de compra ya que el salario real continúa en niveles bajísimos tanto en el mercado formal como en el informal, donde la retracción todavía es mayor.
Por lo menos así lo indica un informe de la Fundación Mediterránea publicado en diciembre pasado y que señala que en los últimos 10 años (primer semestre del 2011 a igual período del 2021), el salario real promedio de los trabajadores registrados del sector privado se redujo 14%.
Es decir, entre el escaso repunte del salario y el alto nivel de inflación se puede esperar que el poder de compra de los consumidores continuará flaco, acotado y condicionando los parámetros del consumo.
De hecho, el comienzo del año así lo evidencia, con una inercia inflacionaria del 2021 que se mantiene elevada; un dólar blue que subió de manera constante y precios que, a pesar de los Precios Cuidados, aumentaron en torno al 4% y 10%, según estiman algunas consultoras.
A partir de estas premisas, el estudio de ABECEB, la consultora de Dante Sica, el ex ministro de Producción y Trabajo, señala que el poder de compra apenas acompañará a la inflación y se ubicará en torno a un 4% por debajo del 2019 en términos agregados, y un 16% menor al del 2017.