Las situaciones difíciles que enfrentamos en la vida, nos llenan de pesimismos y temores. Por eso es necesario fortalecer la esperanza para seguir animados en el camino de la vida.
La virtud de la esperanza, es la luz que ilumina nuestras oscuridades. En este tiempo de vacaciones, es oportuno poder reflexionar sobre el valor de la esperanza en nuestra vida.
Ella es la fuerza que nos anima en medio de las dificultades que a diario nos desafían. Siempre tenemos la esperanza de lograr un futuro mejor… soñar con una familia feliz, un mejor trabajo, una aventajada situación económica…Nuestro Papa emérito Benedicto XVI nos recuerda al respecto que “el hombre está vivo mientras espera, mientras en su corazón está viva la esperanza” (Ángelus, 28 de noviembre de 2010).
En este tiempo donde las dificultades se multiplican, pongamos en práctica la actitud a la que nos anima el Papa Benedicto XVI, es decir ejercitemos la esperanza para fortalecernos como persona y familia. En su carta encíclica Spe Salvi, él nos enseña a vivir en la esperanza cristiana, que nos llenará de la fortaleza espiritual necesaria para enfrentar las adversidades del camino.
Para mantener viva la esperanza, es indispensable ejercitar la vida de oración. Es la clave que nos permitirá entrar en contacto con el amor de nuestro Dios Padre, que nos habla y escucha. El diálogo personal con Dios, que vivimos en los momentos de silencio y meditación de la Palabra, nos ayudará a descubrir su voluntad y llenarnos de fortaleza en nuestras debilidades y fragilidades.
El diálogo permanente con nuestro Dios reaviva y renueva la esperanza. San Pablo nos invita a renovar nuestra fe en Dios, para tener un corazón lleno de esperanza. En su carta a los Hebreos nos dice: “La fe es la garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven”.
En la medida en que nos abandonemos en las manos de Dios, iremos descubriendo cómo Dios obra en nuestra vida. La contemplación de la vida, con los ojos de la fe, nos llena de esperanza.
Uno de los momentos cruciales donde nuestra esperanza se pone a prueba, es en el mismo sufrimiento. El dolor, las enfermedades, la pérdida de nuestros seres queridos… si lo contemplamos desde el misterio de la cruz, nos daremos cuenta que el mismo Cristo nos fortalece y que el amor del Padre nunca nos abandona.
Todo sufrimiento cuando lo vivimos desde el misterio de la cruz de Cristo, seguramente será iluminados por la luz de la resurrección, que nos dará la fuerza renovada para no declinar y seguir caminando aun en las dificultades.
Por encima de todo, la confianza plena en un Dios que nos salva y que está a nuestro lado en todo momento, es lo que nos anima en este caminar de la vida. El Papa Benedicto XVI nos invita a confiar en nuestro Dios y nos dice: “el hombre necesita a Dios, de lo contrario queda sin esperanza” (Spe Salvi, n. 23). Sólo Dios puede colmar totalmente todos nuestros anhelos y esperanzas. La esperanza que se fortalece con paciencia y perseverancia.
Que en estos momentos difíciles, que estamos viviendo como sociedad, la confianza plena en el amor del Padre, nos siga impulsando para ser sembradores de esperanza que iluminen las oscuridades de nuestro mundo.