Este 6 de enero, celebramos la fiesta de la Epifanía, que nos recuerda la alegría de la manifestación de nuestro Salvador. Este encuentro de los reyes magos con el recién nacido, ofreciéndole regalos, lo revivimos alegrando el corazón de nuestros niños con los obsequios que los llenan de felicidad.
A la luz de la meditación de nuestro papa Francisco, quisiera reflexionar sobre la espiritualidad que encierra el gesto de los reyes magos, que emprenden el viaje con la noble intención: “Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo” (Mt 2,2).
Es una invitación de seguir creciendo en nuestra fe y confianza que va mucho más allá de un simple conocimiento de los misterios teológicos, sino que nos interpela a salir de nosotros mismos para ponerlo al mismo Dios en el centro de la vida.
Los reyes magos nos enseñan a doblar las rodillas frente al gran misterio de la encarnación, reconociendo la presencia de Dios en el humilde pesebre de Belén.
Nos dice el papa Francisco, “cuando uno adora, se da cuenta de que la fe no se reduce a un conjunto de hermosas doctrinas, sino que es la relación con una Persona viva a quien amar. Conocemos el rostro de Jesús estando cara a cara con Él. Al adorar, descubrimos que la vida cristiana es una historia de amor con Dios, donde las buenas ideas no son suficientes, sino se necesita ponerlo en primer lugar, como lo hace un enamorado con la persona que ama. Así debe ser la Iglesia, una adoradora enamorada de Jesús”.
Si practicamos la espiritualidad de la adoración, seremos capaces de anteponer los planes de Dios, a las necesidades y a nuestros propios planes. Es una oportunidad para contemplar la grandeza del Creador y darle el lugar que corresponde a Dios en nuestra vida.
Más de una vez, frente a la experiencia de la adoración, frente al Santísimo, encontramos respuestas a tantos problemas y necesidades de cada uno de nosotros. La experiencia de los reyes mangos, nos invita a estar atentos a los signos de Dios presente en la naturaleza y saber escuchar y reconocerlo en la vida.
Hoy también tenemos muchos más que los signos de la naturaleza pues Dios se ha manifestado y nos ha hablado en Jesús. Sin embargo, si no sabemos escuchar, su Palabra puede pasar inadvertida.
Los reyes magos nos enseñan a ser humildes en la vida, con una actitud de aprendizaje permanente. Con toda su ciencia y sabiduría, estos hombres se postraron y adoraron al Niño Dios.
Nos enseñan -como lo ha resaltado el Papa Benedicto XVI- que no hay oposición alguna entre la fe y la ciencia cuando sabemos librarnos de prejuicios ideológicos.
Por otro lado, nos alientan a reconocer siempre, a pesar de todo lo que podamos saber, que Él es Dios y es el único que nos puede mostrar la grandeza de ser hijos de Dios y el sentido último de nuestra vida.
Que esta fiesta de la Epifanía, nos ayude a renovarnos en la conciencia de la centralidad de Jesús en nuestra vida y de nuestra vocación apostólica. En este sentido, el Papa Pablo VI decía en una ocasión utilizando una sugestiva figura: “Cristo es el centro… es el Salvador, Cristo es necesario, Cristo es potencialmente universal, y que Cristo quiere ser anunciado, predicado, difundido por el ministerio de los hermanos, por el apostolado de hombres enviados por Él para llevar a la humanidad el mensaje de la verdad, de la fraternidad, de la libertad, de la paz”.
Tengamos presente que Epifanía es manifestación del amor de Dios. Por lo tanto hagamos que nuestra vida sea una verdadera epifanía de Dios, con todos nuestros seres queridos y que cada acto de nuestra vida sea una demostración y compartir de este amor de Dios. Que los reyes magos, nos enseñen a impartir este amor hecho realidad, en la entrega de los regalos, siendo nuestra vida un hermoso regalo para compartir con nuestros seres queridos.
Que cada tarea hecha con amor, sea un verdadero regalo en nombre de Dios… ¡Feliz fiesta de reyes!