Los hombres grandes no abundan por estas pampas. Al contrario. En una geografía extensa como la argentina, cuando apunta algún lungo rápido llama la atención. Stefano Alesso Rodríguez tiene 18 años, mide 2.11 metros – “descalzo”- y pesa 93 kilos. Este jugador salteño de Oberá Tenis Club lleva ya 4 años viviendo en la la tierra colorada, pero todavía no se acostumbra al calor con humedad.
Nacido el 19 de noviembre de 2003, es el segundo de un total de seis hermanos. El mayor tiene 21 años, le lleva 3. El último es un bebé que todavía no llega al año, y al que conoció en la última gira que hizo con su equipo por Santiago del Estero.
Stefano se desempeña en el buen equipo Celeste en la Liga de Desarrollo. Al parate por las fiestas, los misioneros tienen récord de 9 triunfos y 5 derrotas.
“Mi objetivo al principio era estar al nivel de la Liga de Desarrollo. Estoy contento con el rendimiento que estoy teniendo. No me tenía tanta fe, es la primera Liga de Desarrollo de casi todos en el equipo”, le comentó a la página web de la Liga Nacional.
Tiene con qué estar contento: en 21 minutos de promedio en cancha, acredita 8.9 puntos (65% en dobles) y 8.4 rebotes de media. Nada desdeñable para un jugador que empezó con la naranja recién a los 13 años, cuando pasó de vivir en La Paz (Bolivia) con la mamá, a Salta, con el papá. “Hasta ahí yo jugaba al fútbol, en el club Real Madrid de La Paz. No tenía idea de básquet”, confesó.
Antes de dar sus primeros pasos en el básquet, experimentó una situación que casi le cuesta la vida: “a los 12 años casi me muero. Vivía en un edificio que tenía una puerta de entrada que era mitad de hierro, mitad de vidrio, y que se cerraba sola. Con mi hermano, que siempre estábamos jugando a lo que sea, hicimos una carrera para ver quién llegaba antes. Él llegó antes y cuando llegué yo me fui con las dos manos sobre la parte del vidrio de la puerta, que se rompió“.
“Sin que me diera cuenta, empezó a salirme un montón de sangre. Cuando vi todo el charco, cometí un error de ignorante y me saqué un vidrio que tenía clavado. Ahí empezó a salir más sangre todavía. Me auxilió una vecina que rápido me llevó a que me atiendan… El vidrio que me había clavado llegó hasta dos centímetros de la carótida”, contó sobre ese accidente.
Sobre la recuperación tras el hecho, explica: “Me dieron un mes para que esté tranquilo y no haga esfuerzos con el cuerpo, pero a las dos semanas ya estaba jugando al fútbol. No me quedaron secuelas”.
La pantalla del mundo nuevo. La mudanza a Salta le abrió una nueva dimensión. Su papá, el exjugador Federico Alesso –llegó a jugar un Sudamericano para la selección Argentina en los tempranos ’90, bajo la dirección de Guillermo Vecchio-, con los años devino en preparador físico y entrenador.
El básquet entra a su vida
Al arribar a Salta, conoció el básquet. “A mis 13 tuve un cambio físico muy grande. Pasé de medir 1.76 a 1.90. No tuve dolores por el cambio en el cuerpo aunque sí problemas de coordinación. Me fui a vivir a Salta y empecé a jugar en Gimnasia y Tiro, mi papá había agarrado para entrenar básquet ahí“.
“Nunca había jugado pero me acoplé rápido… En el segundo torneo ya tiraba bien al aro, hacía 10 o 15 puntos por partido, y ahí empecé a soñar con jugar a otro nivel… Hasta llegamos a disputar un Campeonato Argentino y nos fue bastante bien”, explica sobre aquel contacto inicial con deporte.
Apenas un año después tuvo pruebas en instituciones del profesionalismo, como Ameghino de Villa María y Quimsa de Santiago del Estero, además de probarse en la preselección Argentina U15, pero en todos los casos “querían un jugador más formado”.
OTC le abrió las puertas
Sin embargo, apareció otra chance: “Fui a Oberá y me convenció. En abril de 2018 me mudé a Misiones. Fui directo a Posadas el primer día y jugué dos partidos, todavía sin haberme instalado en Oberá. Y en el primer partido que jugué de local me fracturé la quinta vértebra”.
La lesión trastocó cualquier planificación: “Estuve recuperándome todo ese año. Me quedé la mayoría del tiempo en Oberá. Yo nunca tuve dolores por el crecimiento, pero sí por esa fractura”, reconoció.
Tuvo que hacer recuperación y adaptación a la nueva vida al mismo tiempo, lo que le supuso un nuevo desafío: “El primer año fue muy difícil, yo fui a una casa de reclutados donde todos eran mayores de 18 y yo tenía 14. Era el único de afuera, los demás todos de distintos lugares de Misiones. Estaba lejos de mi familia y extrañaba mucho. Pero mis viejos, y acá en Misiones también, me hicieron entender que tenía que hacer sacrificios si quería esto”.
No detenga su motor. Superada la lesión, empezó de nuevo con el básquet: “Cuando estuve listo empecé a entrenar con el equipo de mi categoría. Ese año (2019) sólo entrené con formativas”. Aunque pronto fue promovido al equipo profesional.
La influencia de Hiriart
Leo Hiriart, que dirigía al equipo de Oberá en Liga Argentina, lo convocó y le dio lugar para desarrollarse. “Él fue uno de los entrenadores que más me cambió. Por ahí yo tenía una idea de cómo era llevar la vida del profesional. Pero él habló con el club para que me pongan nutricionista, preparador físico y horas de gimnasio. También habló en el colegio. Él me exigía pero a la vez me daba herramientas. Me ponía entre los 12 que se vestían en Liga Argentina y salimos campeones del Súper 4. Después de ganar el Súper 4 jugamos un partido más y nos agarró la pandemia”, contó agradecido.
La promoción de categoría del equipo (OTC accedió a la Liga Nacional al adquirir la plaza de Estudiantes de Concordia), le permitió a la institución competir en la máxima divisional profesional y, a la vez, formar el equipo de Liga de Desarrollo. No hubo LDD cuando se retomó la competencia pospandemia, pero sí permitieron que los equipos jueguen el Torneo Federal.
A Stefano esto le sirvió: “Jugué el Federal a principios de año. Tuvimos una postemporada muy dura después de jugar con el equipo de Liga de Desarrollo. Y una pretemporada más dura todavía antes del inicio de la presente. Además, en el breve receso entrené muy duro en casa con mi papá. Le metí muchísimo al gimnasio, agarré mucha fuerza y salto. Ahora me siento más rápido, más fuerte, aguanto más los golpes”, argumentó.
Todo ese cúmulo de entrenamiento con el equipo, más el roce de disputar un certamen profesional ante jugadores mayores, los puso bien como equipo: “Los partidos de la Liga Provincial los ganábamos corriendo. En el primer partido de la Liga de Desarrollo en Mar del Plata contra Peñarol (triunfo con goleada 96-79) fue clave para darnos cuenta cómo estábamos”.
Esperando la oportunidad
El entrenador del equipo de Liga Nacional Fabio Demti vio al equipo de Liga de Desarrollo en los partidos del Provincial y en los entrenamientos. “A él le gusta jugar con mayores, pero me hizo entrenar con la Liga”, cuenta feliz Stefano, que después de haber pasado por varios episodios límites, disfruta este presente de plena expansión en lo que más le gusta hacer.