El ministro de Economía, Martín Guzmán, no lo admite en público; se guarda las preocupaciones para la intimidad y -a los sumo- compartirlas con su círculo de colaboradores más próximos.
A uno de ellos le confió, tras el viernes del bloqueo al Presupuesto en el Congreso, que la tensión política podría trasladarse al mercado cambiario.
El ministro no quiere que la crisis política derive en un agrandamiento de la brecha cambiaria, que -en efecto- volvió a superar el 100% justo antes del fin de semana.
Las conversaciones con el Fondo Monetario quedaron “afectadas”, según admitió el propio titular del Palacio de Hacienda en el hilo de tuits de ese mismo viernes.
Contra reloj, Guzmán pule algunos “detalles” del decreto que prorrogará el Presupuesto 2021, vigente ahora, y que se estirará durante el año que viene, ante la falta de sanción de uno nuevo.
El DNU debería publicarse la próxima semana, antes de que expire este 2021. En la Casa Rosada advierten que el decreto presidencial podría contener un guiño al FMI.
Concretamente, que el déficit fiscal para el año que viene sea estipulado en el 3,3%, tal como se incluía en el proyecto “volteado” en el Parlamento.
En efecto, el Presupuesto de este 2021 contenía una meta de rojo de las cuentas públicas del 4,5%.
Cuando Guzmán habló de prorrogar ese presupuesto para este año, todos entendieron que buscaría los mismos objetivos, incluido el desequilibrio fiscal.
Lo más probable es que eso no sea así, y que finalmente se incluya un déficit más bajo, de forma de enviar una clara señal al Fondo Monetario en medio de las negociaciones.
Acuerdo con el FMI: por qué hay apuro
El Gobierno, tal como quedó explicitado durante la charla del viernes entre el Presidente y Kristalina Georgieva, pretende cerrar las conversaciones durante el próximo verano. Se vienen vencimientos pesados: entre enero y marzo habrá que pagar nada menos que u$s3.970 millones. En enero vencen u$s730 millones; otros u$s372 millones en febrero y unos u$s2.873 millones en marzo.
Guzmán quisiera tener cerrado el acuerdo antes del segundo vencimiento, no más allá de principios de febrero.
De todas formas, no es la primera vez que el ministro se pone plazos que luego no se cumplen. La diferencia, en esta oportunidad, es que el Banco Central ya no tiene reservas como para afrontar los vencimientos que se vienen.
Pudo hacerlo en septiembre y lo hará este miércoles (habrá que pagar otros u$s1.890 millones aproximadamente) gracias a que el propio Fondo Monetario envió más de u$s4.400 millones en DEGs como consecuencia de la ampliación de su capital.
Guzmán quiere arreglar cuanto antes para que no vuelvan las presiones cambiarias, ahora atenuadas por una simple cuestión estacional: en diciembre suele incrementarse la demanda de pesos por parte de empresas y particulares que deben cumplir con sus propios vencimientos (aguinaldos, entre otras cuestiones). El ministro de Economía sabe que el actual contexto cambiario no puede durar demasiado tiempo, mientras no llegue a un acuerdo con Washington.
Importaciones pisadas a la espera de la cosecha fina
Este lunes, el Banco Central comenzó la semana comprando u$s5 millones en el mercado de cambios. Cumplió seis días de racha sin ventas: desde el 13 de diciembre no se ve obligado a sacrificar reservas en esa plaza.
Se trata de una seguidilla de embolsos pequeños, que en total suman alrededor de u$s23 millones, lo destacable fue que pudo dar vuelta la salida neta de divisas.
¿Cómo lo logra? Básicamente “pisando” importaciones, algo que tampoco es perdurable, tal como quedó reflejado en los últimos meses.
Es más: enero y febrero suelen destacarse por ser los meses con menor demanda de dinero y con liquidaciones de divisas mínimas, a la espera de la cosecha fina y también de la gruesa.
La mira del Gobierno está puesta en la cosecha fina. La liquidación de esas divisas son determinantes para aguantar hasta mediados-fines de marzo, que es cuando empieza a ingresar la cosecha de la soja.
Fuentes consultadas por iProfesional del sector privado afirman que la cosecha fina podría alcanzar un máximo de u$s4.000 millones.
Pero esos mismos observadores advierten que si el panorama cambiario no mejora, las cerealeras podrían demorar la liquidación de esos billetes verdes. Un escenario que presionaría sobre el mercado cambiario.
¿Qué pasará con el precio del dólar?
Por fuera del tema presupuestario, queda por definir la estrategia cambiaria para sellar el acuerdo con el Fondo. Se sabe: Guzmán y Miguel Pesce, titular del BCRA, quieren evitar un salto devaluatorio abrupto a toda costa.
El ministro y el presidente del Banco Central reconocen que ese escenario sería muy complicado de sobrellevar, en la Argentina con una inflación por encima del 50% anual y un índice de pobreza arriba del 40%.
¿Y entonces? La propuesta de ambos funcionarios para salir del atraso cambiario de los últimos meses, y así ya lo admitió el propio jefe del BCRA en público, sería a través de una aceleración del “crawling peg”, las minidevaluaciones diarias que aplica la autoridad monetaria.
Guzmán confió a su equipo de colaboradores que la fórmula sería con una actualización cambiaria que vaya en línea con la inflación mensual, ahora en torno al 3%.
“No se va a recuperar la apreciación de este año”, dice el titular del Palacio de Hacienda.
Para el Fondo, la única manera de aplicar esa estrategia sería si, en simultáneo, el Gobierno aplica una suba de la tasa de interés, algo que hasta ahora vino resistiendo para no lesionar la actividad económica.
Dólar y tasas
En la Argentina, las tasas de interés son muy negativas contra la inflación. Un plazo fijo paga una tasa del 34% anual, cuando la inflación acumulada de los últimos 12 meses fue del 52,1%. Esto implica una tasa negativa de 18,1 puntos porcentuales (p.p.), que invita al ahorro en dólares y resulta una estafa para el ahorrista en pesos.
Por el lado del financiamiento, los créditos a empresas rondan entre el 40% y 50% anual. Cuando le deducimos el impacto del impuesto a las Ganancias del 30% en la tasa de interés, tenemos que las tasas activas en Argentina están entre el 28% y 35% anual.
Esto implica tasas negativas de 24,1 p.p. y 17,1 p.p. versus la inflación. Estos créditos alientan a que los empresarios tomen estas financiaciones, trabajen con dinero de terceros y demanden más mercadería.
La tasa de interés negativa que ofrece el Banco Central al mercado no hace más que incentivar la especulación en moneda extranjera y aumentar la demanda de mercadería, lo que implica exacerbar los niveles de inflación.
Si a esto le sumamos que el Tesoro Nacional tiene un alto déficit fiscal que financia con emisión monetaria, la consolidación de niveles de inflación por encima del 50% está asegurada.
Fuente: iProfesional