“Necesitamos esa alianza virtuosa entre trabajadores y el capital, la empresa. Donde el Estado tenga un rol preponderante que ayude a que no exista un desbalance”. La frase pertenece a la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, dicha en un acto de los jóvenes camporistas en Buenos Aires.
Fue luego que se tensara la relación entre empresarios y el Gobierno nacional por el congelamiento de precios, la amenaza del flamante secretario de Comercio, Roberto Feletti, de sacar a los militantes kirchneristas a controlar los precios sin olvidar los reclamos por el alto costo tributario que tiene la Argentina para que un privado trabaje en el país.
Lejos de ser un llamado a trabajar en conjunto para generar más empleo formal, más inversiones, la además titular del Senado no evitó llamar “antiperonistas” a los empresarios.
“Es un prejuicio cultural contra el peronismo, pero la verdad que el crecimiento de las empresas y su expansión durante los gobiernos peronistas dan fe de que tenemos una propuesta que abarca al conjunto de la sociedad argentina”, fundamentó.
El Gobierno de Alberto Fernández y la coalición que le permitió llegar al poder, no han modificado la concepción de ser “socios” para cobrar tributos de las ganancias privadas para sostener su gasto. Menos aun, han mostrado ser aliados de las empresas (PyME o grandes) para sostenerse, ampliarse y potenciar su trabajo.
Con la mirada de “enemigos”, difícilmente todos los sectores puedan convertirse en parte de una estrategia que termine beneficiando a quienes hoy buscan un empleo, no tienen un ingreso producto de su trabajo y -por esta razón- han caído en la pobreza o la indigencia.
Lamentablemente esa postura que parte de la principal línea de poder gubernamental deja muy pocas esperanzas de llegar a una Argentina unida por más crecimiento y desarrollo.