Después de casi dos años de aislamiento social por la pandemia, estamos iniciando una nueva primavera 2021, con la esperanza de volver pronto a la normalidad tan ansiada por todos. Es un tiempo para fortalecer nuestra esperanza en las novedades y sorpresas que Dios nos trae a través de la misma naturaleza. Quisiera que reflexionemos sobre el gran valor de la esperanza en este tiempo que estamos iniciando.
Aunque transitamos momentos difíciles como país, es bueno que podamos contemplar la belleza que la vida nos regala. Para poder vislumbrar es necesario que tengamos una mirada capaz de apreciar las bendiciones que rodea nuestra vida. Muchas veces perdemos la fuerza de la primavera por centrarnos demasiado en nuestros dolores, fracasos, heridas y las adversidades más que en las alegrías y bendiciones.
En esta primavera, los invito a contemplar las innumerables bendiciones que nos rodean todos los días: la presencia de nuestros seres queridos, la familia, el compartir un momento sereno en el hogar… Para poder llenar el corazón de esperanza, en esta próxima primavera, necesitamos educar nuestras miradas… e ilusionarnos con la novedad que Dios trae en lo sencillo y cotidiano.
En este comienzo de la primavera, la naturaleza nos aporta una fuerza nueva con el reverdecer de las plantas y la hermosura de las flores. Después de un largo invierno empieza a brotar la vida… La naturaleza nos enseña a acompañarla en este proceso de despertar de tanto tiempo de aislamiento a una explosión de vida: en el compartir diario, en resignificar los momentos, personas y situaciones que nos rodean.
La primavera nos invita a caminar al ritmo de la naturaleza. Nos recuerda que debemos tomar consciencia de la gran fuerza que tenemos cada uno en nuestro interior de recrearnos y renovarnos aun en la adversidad, aprendiendo de la naturaleza. La calma del invierno nos hace fuertes y nos llena de energías para superar las incomodidades y aflicciones de la vida.
Que sea una gran oportunidad para fortalecernos interiormente desde la fe puesta en Dios quien hace que todo sea posible. San Pablo nos anima a conservar la alegría del corazón en este tiempo: “Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca. No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.” (Fil 4, 4-7) La confianza en Dios nos ayuda a vivir en paz y alegría, porque Dios está con nosotros.
La esperanza y la alegría de la primavera se fortalecen en la medida que crecemos en la aceptación. Cuando dejamos de vivir con intensidad nuestra humanidad compartiendo con los demás, entonces abrimos las puertas a la primavera de la vida. Vivir la primavera es llenarnos del mismo espíritu del Resucitado que se entrega a la confianza, el abandono y la obediencia plena a la voluntad de Dios.
Que en esta primavera no dejemos pasar la oportunidad de ser personas proactivas, capaces de seguir recreando y renovándose cada día, sabiendo que cada mañana es una primavera y depende de nosotros que produzcamos abundantes frutos de paz y alegría. Y esa alegría se multiplica cuando se comparte y el amor se pone en acción – es el camino de la paz y la serenidad.