“Acá hacemos todo, soldadura, pintura, las mejores reparaciones. Hay muchas bicicletas recuperadas, pero entre idear, elegir el color, pintura, las gomas, a lo mejor en dos años armamos una bici”, aclaró, quien tiene un particular gusto por la docencia y ya efectuó varios talleres grupales para compartir sus amplios conocimientos. Para este creativo, nacido en el barrio Rocamora, y cofundador de “Masa crítica”, “todas las bicicletas son lindas”. E instó a que “de alguna u otra manera, dentro del tiempo que podamos darnos, todos andemos en bicicleta. Hago un análisis, por la edad que tengo, si no salgo en bici durante dos o tres días ya me duele algo. Si salgo, cambia la cosa”.
Nació en el barrio Rocamora donde aún hoy existe una bicicletería, que debe ser la segunda más vieja de la ciudad. Su tío, Evaristo Amarilla, empleado de correos, arreglaba bicicletas y regenteaba ese tallercito, que era de madera. Después vino a ese lugar José Feliciano “Bolita” Urquiza, que trabajaba en la bicicletería Juañuk, y también “era tío mío. Se quedó por un tiempo, y yo siempre estaba rondando las bicis. Si bien esa era mi casa y me crié entre las bicicletas, creo que cualquier niño haría otra cosa”, dijo, como sustentando su pasión por el tema.
“Bolita” consiguió que su hermano Julio César Urquiza, instale una bicicletería en Rademacher y Cabred, y “Bolita” se hizo cargo de un local de la avenida Uruguay. El taller de Rocamora quedó parado, hasta que un día le sugirieron a Bernal: “si vos entendés algo, ¿porqué no me venís a ayudar en esas cosas que aprendemos mirando?. Le ayudé a “Bolita”, y después regreso a Rocamora, pero me faltaba algo: centrar la rueda, que es lo máximo, lo más elevado que puede haber. Hay máquinas que centran ruedas, pero donde las máquinas se equivocaron en un rayo, puede distorsionar. Sin embargo, el ser humano tiene la posibilidad de ver y corregir la equivocación”. Para “aprender esa parte vital” iba a la madrugada a la bicicletería de Cabred y Rademacher. Y con quince años se instaló en taller que sigue estando en Rocamora.
Un tiempo después, “conocí alguna que otra bicicletería. Donde más tiempo estuve fue en la de Tacuarí casi San Martín. Después me instalé acá en el barrio San Miguel”.
Cuando Bernal tenía quince años, se usaba un modelo de bicicleta. “El que tenía cambio era solamente el que corría en bicicleta, el que competía. El que no, tenía un piñón solo, con guardabarros. Todo se fue superando y las bicicletas que vienen son pro competición, como dando a entender que todos van a competir”, agregó.
Vencer el miedo
Sobre sus maestros, recordó que Julio y José fueron ciclistas excepcionales. “Anduvieron siempre en bici, y yo voy siguiendo esa misma línea. Hay bicicleteros que no andan en bici, que no pregonan con el ejemplo. El tema es que me fue fácil abarcar las distintas épocas. Viene alguien que dice tengo una que era de mi abuelo y a mí me gusta. Le digo, trae y te arreglo. Cada vez se consiguen menos repuestos. Y hemos estado comprando nuevos, de stocks viejos. Pero las bicicletas en el andar, salen con la misma textura. Ese es el mérito de la enseñanza de estas dos personas. Julio era un entusiasta, de promover el ciclismo. En cualquier momento te armaba una carrera, con nada. Como era un apasionado sacaba de su taller para dar un premio, ese era el estímulo. Los que lo conocieron saben bien esa historia”.
Bernal se inclina más por la docencia y por promover el uso de la bici. “Hacer andar a toda la gente que logramos que ande, significa mucho. Tenemos una masa crítica que pedalea hace casi diez años. Ahora quedamos pocos, pero fuimos muchos. Todas las bicisendas las conseguimos y peleamos para que se preserven. Por ellas llegamos hasta el Concejo Deliberante. Esa fue la motivación porque creemos que, como tenemos infraestructura, más gente va a andar en bici. Aunque como creció tanto el tránsito, siempre hay alguno que pone el miedo adelante: no, yo no me animo a andar, por ahí me tocan”, comentó. Pero analizó que “mirando un documental en Taipei, ni cordones cuneta tenían pero andaban en bici metidos en el medio del tránsito. Y qué irónico porque ahí se fabrican las mejores cubiertas de bici. Y el modelo de Taipei es una cosa sensacional. Creo que hoy por hoy las manos únicas ayudan un montón, pero como ciclistas tenemos que seguir conservando la derecha. El tema de las bicisendas podía ser algo para aplacar, pero al miedo hay que vencerlo”.
Lo importante es andar
Para Bernal, todas las bicicletas “son lindas, todas son recuperables. Es cuestión de chequearlas y poder hacerlas andar bien. La pintura es importante pero más importante es que anden en bicicleta. Nosotros les garantizamos la mejor mecánica porque venimos heredando de quienes por sí solos tienen su fama de haber sido grandes mecánicos de bicicleta, que en ese momento era un medio de transporte”, relató.
Se apasionó por la historia porque “me contaba don Gregorio Juañuk, que tenía su bicicletería por Ayacucho, que en la empresa Heller, hasta donde venían las maderas de las jangadas, tenían cuatro turnos de obreros y todos utilizaban bicicleta. Por ahí, cuando uno la traía para el arreglo, Gregorio le preguntaba si estaba saliendo o entrando porque los que amamos esto nos fijamos en los detalles -si está flojo el freno, si le falta un rayo. Nuestro terreno es tremendo por las bajadas y la bici tiene que estar bien”.
Instó a que la gente “ande en bici, que procure hacerlo, que venza el miedo, que la bici es el presente y será el futuro porque no hay espacio para estacionar, se puede usar como recreo para personas que viven en espacios cerrados. Es posible la convivencia vial. Masa crítica trabaja para eso, y desde un tiempo a esta parte se nota que el que ama la bici cede el 1,50 metros que nos corresponde, cuando maneja su auto”.