Así las cosas, diferentes personajes del espectro político nacional que de un tiempo a esta parte fueron ganando terreno en sus diferentes espacios, irán por otra cuota de poder para administrar la crisis que se desarrolla a lo largo y ancho del país, aunque con mayor profundidad durante los últimos cinco lustros.
Años de recesión acompañados de escaladas inflacionarias, pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores y bajo nivel de inversiones vuelven a poner a nuestros dirigentes frente a la encrucijada de tener que ir a las urnas nada más que con sus reputaciones y sus palabras.
Y esta vez es más raro que otras veces porque como casi nunca los principales modelos en pugna tienen demasiado poco para ofrecer.
Seguramente el impacto de la foto de Olivos dejará sentirse cuando se conozcan los resultados de las PASO y a juzgar con los actuales sondeos de opinión, aunque no por ello deba ser determinante tratándose de un país de urgencias absolutas y cotidianas.
También seguramente el poco tiempo que transcurrió desde que el anterior modelo comenzó a ser eso, anterior, aún no fue suficiente para reconstruir la confianza con un electorado totalmente defraudado ante las promesas de un cambio.
Así las cosas y merced a los pocos activos en cuanto a reputación y empeño de la palabra existentes hoy en el abanico de posibilidades electorales, la encrucijada vuelve a ser la del propio elector que debe decidir entre lo menos peor.
Porque para hacer lo que haya que hacer de aquí en adelante tratándose de sacar a flote a Argentina, harán falta consensos básicos, acuerdos y, consecuentemente, decisiones trascendentales.