
El aniversario de la muerte del General San Martín ofrece la oportunidad de revivir la historia de la que ahora es la sede de la Asociación Sanmartiniana de Misiones donde celosamente se guardan recuerdos del prócer de la Patria.
El edificio ubicado en Junín, entre Entre Ríos y Salta, está perfectamente logrado como si realmente se tratara de una antigua casa colonial. Pero si bien la vieja estructura se estima que data de hace casi un siglo, apenas era una construcción cuadrada, con una parte más baja.
Así la recibió la comisión directiva de la Asociación Sanmartiniana, que luego realizó las refacciones correspondientes, pero antes no solamente la fachada era diferente, sino que en su interior distaba mucho de lo que ahora se encuentra.
Es un terreno de 25 metros de frente por apenas nueve de fondo. La propiedad era de una cooperativa de consumo llamada El Hogar Misionero. Según rememoran los conocedores del lugar, cuando funcionaba como despensa, “era todo muy lúgubre, no había ventanas, tenían las persianas grandes y eso daba paso a una luz”.
Muchos años más tarde, el lugar se convirtió en una especie de bar-restaurante, donde improvisaron una barra de ladrillos a la vista y otras estructuras montadas sobre la pared, donde servían los tragos y algo para comer, ya que también tenían una parrilla donde asaban chorizos para la especialidad de la casa: choripanes.
Pero en realidad, lo que todo el barrio comentaba era el tipo de personas que frecuentaban el lugar: “Era una casa de citas donde iban las parejas de ‘trampa’, así que nadie quería entrar ahí y muy pocos se atrevían a pasar siquiera por la vereda”, aseguran.
Es que, por su ubicación, en aquellos años el sector quedaba bastante retirado del microcentro posadeño y estaba prácticamente a oscuras.
Luego, la casona-galpón decayó aún más y en medio del abandono sirvió de amparo para linyeras y borrachines. “El lugar era una tapera y los olores eran insoportables”, cuentan.
Recién en 2001, cuando el Gobierno le cedió la propiedad a la Asociación Sanmartiniana, la casa se transformó en el actual centro histórico con museo, biblioteca y sala de informática.

Lo único que se conserva desde hace más de 100 años -aunque curiosamente hasta hace dos décadas no formaban parte del edificio actual- son las aberturas. Pertenecían a la ex Escuela de Comercio Nº1, ubicada en San Lorenzo y Entre Ríos.