Contaba a mi amiga Regina que al exorcizar, la persona vomita o el organismo ocupa otras formas de “purgarse” de los demonios que la habitaban y que cuando tomó la Ayaguasca en Perú, el chamán me cantaba en quíchua y en castellano y al pronunciar una “palabra” traía a mi memoria una situación que me había hecho mucho daño y yo vomitaba (se ve que era normal porque el recinto estaba preparado), fue allí que mi amiga, recordando sus estudios, unió mis conceptos y experiencias dándome una clase magistral: “Cuando Sigmund Freud trabajaba como médico, comienza a ver problemas físicos en las personas, que no tenían origen biológico, al hablar con esos pacientes observa que habían temas que casi no podían abordar, o sea a hablar”.
Por aquella época (siglo XIX), a los enfermos psiquiátricos los trataban con “purgas” para que eliminaran todo tipo de problemas del cuerpo y Freud descubre que dejando hablar, es decir, a través de la “palabra”, las personas sacaban sus conflictos más profundos que eran los que provocaban su enfermedad. Así llega a la Técnica de la Libre Asociación de Ideas, donde los pacientes no miraban de frente al médico y aparece el famoso diván, Freud escuchaba las palabras y las iba hilvanando de manera de poder decodificar el conflicto. Ese decodificar, después, en su Teoría Psicoanalítica sería el inconsciente de su paciente.
La “palabra” permitía que el paciente en sus lapsus (cuando alguien quiere decir algo y se le escapa otra palabra que devela lo que en realidad quiere decir), en sus sueños entre otras cosas, mostrara su inconsciente, que para Freud después será el generador de todos los conflictos humanos.
Este genio llegó a la misma conclusión que los guaraníes, quienes decían que somos “Palabras-Almas”, siendo la palabra la expresión que percibimos del alma, entonces es ella la que nos puede decodificar los conflictos que acarrean enfermedades cuando éstos no son dichos, de ahí que en el siglo pasado se tenía la sana costumbre familiar de “purgarse” una vez al mes y es también el fundamento de las confesiones sin mirar al confesor de algunas religiones.