¿Pensaron alguna vez que ahora como nunca, tenemos acceso a tanta información y nunca hemos sido tan vulnerables al engaño? Es como que estamos enamorados de lo que se ve desde afuera, de lo que es superficial (literal) y cada vez somos más incapaces de profundizar y llegar al trasfondo de las personas y las cuestiones. Nos quedamos en los titulares, en los rumores y chismes, que condicionan nuestros juicios.
Pensemos si gran parte de lo que nos ocurre; la felicidad que tanto trabajo nos cuesta, no es sino autogestionar lo que nos conviene para evitar la frustración.
La frustración nos deja de mal humor, se nos presenta inmediatamente después de escuchar un noticiero, cuando volvemos a casa sin haber hecho un buen día en el trabajo o cuando volvemos de buscar los chicos al cole o cuando hacemos las tareas con ellos en casa. También cuando cortamos el teléfono después de hablar con alguna amiga o amigo.
En esta sociedad hiperestresada, incapaz de desconectar de los niveles de alerta continuos del entorno, no disfrutamos de las cosas buenas que nos hacen crecer y cuando queremos frenar, ya no nos sentimos bien y nos enfermamos.
¿A quién de ustedes les han pedido el análisis de Cortisol?, los imagino asintiendo. A mí también. Con el cortisol elevado durante mucho tiempo estamos propensos a enfermedades inflamatorias, reumatológicas y otras afecciones. Queremos tenerlo todo controlado y al final nos controla la ansiedad.
En épocas de crisis, la obsesión por ser felices va unida a la culpa por sentirnos decepcionados y frustrados si no lo logramos. Es sano buscar lo mejor para notros, pero también es sano frenar la tendencia por ser felices a toda costa, porque la vida tiene un componente de sufrimiento que debemos afrontar de la mejor manera posible.
Los seres humanos no estamos diseñados para estar constantemente en “modo supervivencia” sino para conectar y disfrutar de la naturaleza, los amigos, la familia, nuestra pareja, pero ¡oh sorpresa! Estamos viviendo en una sociedad que conecta mejor con las pantallas que con los seres humanos y la relación directa con las personas es lo único que nos llena de felicidad en la vida.
Vieron que cuando recuperamos la calma, se refuerza nuestro sistema inmunológico, recuperamos energía y estamos más atentos al otro. Con la paz interior ponemos a punto el organismo y el cerebro para volver a hacer frente a la siguiente batalla.
Debemos enseñar a nuestro cerebro a buscar momentos de calma. No digo que nos bajemos de la rueda y nos vayamos a vivir al campo, porque es utópico, sino que, a pesar de los días bulliciosos, sepamos frenar y buscar instantes de serenidad.
Porque tenemos que descubrir cuál es la mejor manera de conectar con el mundo “online” es estar de lleno en el mundo “offline”. Uno de los grandes abonos para el cerebro es azuzar nuestra capacidad de asombro y volver a mirar las cosas con interés.
¡Hasta la próxima!