Todos tenemos esos momentos donde una voz interior nos dice “¡saltá!”, “¡hacelo”, podemos sentir la adrenalina corriendo en nuestras venas, es como estar parados al borde del precipicio y percibir que nuestros dedos de los pies están casi en el aire, pero aún dudamos si hacerlo o no.
Estos momentos se repiten en distintas ocasiones de nuestra vida: cuando llevamos años trabajando en un lugar donde ya no nos sentimos bien pero no nos animamos a dejarlo o quizás trabajamos en relación de dependencia por muchos años sintiendo por dentro una voz que nos impulsa a que emprendamos por cuenta propia.
Terminar una relación amorosa que no nos hace felices pero que sentimos que no podemos dejarla, tomar ese avión que nos lleva a un lugar desconocido para empezar algo nuevo, animarnos a abrir de nuevo el corazón y darnos la oportunidad de amar y ser amados, pararnos en un escenario y hablar en público, animarnos a dar el salto que sabemos nos acerca a lo que deseamos, pero tenemos miedo.
Atreverse es una decisión, porque dentro nuestro al mismo momento están batallando nuestro “Yo positivo” y nuestro “Yo negativo”; en nosotros está decidir a quién escuchamos. Todos tenemos fortalezas y debilidades y ante un momento donde estamos pensando si lo hacemos o no, para hacerlo la única forma es abrazarnos a nuestras fortalezas y aunque tengamos miedo, hacerlo igual.
Si no nos va como hubiéramos deseado nos sentiremos mal en ese momento y luego de procesarlo podremos rescatar la enseñanza para intentarlo de otro modo; pero si no lo hacemos, sentiremos que llevamos una carga pesada dentro nuestro para toda la vida. No hay nada peor que nuestra voz interior repitiendo: “si yo hubiera hecho” o “si yo hubiera dicho”.
Por eso, cuando sientas que estás frente a un momento de atreverse ¡hacélo!, con miedos, con dudas, pero ¡hacélo!, ¡atrevéte!
Como dice la canción de Rosana “Llegaremos a tiempo”:
“Si te caes, te levantas..
No te quedes aguardando a que pinte la ocasión. Que la vida son dos trazos y un borrón
Llegarás cuando vayas más allá del intento…
Solo pueden contigo si te acabas rindiendo”.
Cuando damos el salto a pesar de nuestros miedos, ocurren cosas maravillosas porque pasado ese primer momento de temor, vemos como todo empieza a fluir, sentimos que no era tan difícil ni tenebroso como parecía antes de tomar la decisión y cuando lo hacemos, una energía nos envuelve por completo aún más allá de resultado, ¡lo hicimos, por mucho que nos costaba tuvimos el valor y lo hicimos!
Esto nos empodera y nos da la fuerza para aceptar nuevos desafíos y con ellos, nuevos aprendizajes.
La vida vale la pena cuando está llena de momentos que nos encantaría revivirlos en cámara lenta y eso solo se logra cuando uno cierra los ojos y se atreve.