La película arrancó como la de tantos otros pibes apostoleños, en las canchas del barrio Francheski, hacia el sur de la ciudad. Siestas de calor, zapatillas teñidas de tierra colorada y pelota bajo la suela. El sueño común detrás de cada gol: vestir la camiseta del club de sus amores.
El destino, con su tamiz, separará más tarde en dos grupos. Y solo un puñado de elegidos tendrá el privilegio de cumplir ese sueño. Uno de ellos es Matías Alejandro Giménez (36), uno de los misioneros más recordados en las formaciones contemporáneas de Boca Juniors, que hasta se dio el gusto de jugar tres superclásicos con el Xeneize.
Aún vigente y lejos todavía del retiro, el volante actualmente juega en Dock Sud, en la Primera C, donde estuvo a punto de conseguir el ascenso a la B Metro hace apenas algunas semanas. Su historia respira fútbol de principio a fin.
“El fútbol me dio muchas cosas que me hicieron sentir, conocer y aprender. Lo disfruté muchísimo y lo sigo disfrutando. Voy por revancha, por más felicidades”, apuesta Matías a EL DEPOR desde Buenos Aires, en una entrevista imperdible en la que contó las mejores anécdotas, que incluyen a Ronaldinho, Juan Román Riquelme, Caruso Lombardi y otros tantos personajes de la redonda.
Mati, ¿cómo arranca tu amor por el fútbol?
Arranca en el barrio Francheski de Apóstoles. Ahí nos juntábamos y nos poníamos a pelotear. Yo tengo un tío, de mi misma edad, muy futbolero, entonces donde había una pelota, ahí estábamos. Hoy la tecnología cambió mucho a los chicos, pero antes nosotros éramos felices con una pelota, no nos faltaba más nada. En aquel momento no había mucho fútbol de campo en Apóstoles, entonces un vecino, Alberto Flores, armó un equipo que se llamaba Matienzo y nos empezó a llevar a competir a Posadas. Imaginate… Para nosotros ir a jugar a la capital era como jugar la Champions (se ríe). Alberto nos cuidaba mucho y nos daba botines, algo que para mis abuelos era muy difícil de comprar. Nos contenía mucho. Siempre trato de ser agradecido y, cuando pegué el salto y llegué a Primera, siempre hablaba con él y hasta le regalé una camiseta.
Tuviste una vida sacrificada desde chico…
En su momento mi mamá optó por dejarme en casa de sus padres. Y a mi padre lo conocí, vive en Tucumán, pero no tengo mucha relación. Me criaron mis abuelos, Faustina y Mingo. Mi abuelo era un laburante, se crió levantando bolsas en un molino de arroz. En 2015, cuando estaba haciendo la pretemporada con Argentinos, me llamó mi tío para avisarme que mi abuelo había salido a caminar y murió de un infarto. Y ese mismo año se fue también mi abuela.
¿Cómo llegás a Buenos Aires?
Como en Apóstoles no había mucho fútbol de campo, empezamos a jugar futsal en un equipo que se llamaba Don Jorge. Y así empezamos a recorrer la provincia, hasta que fuimos a un Nacional en Comodoro Rivadavia y salimos campeones. Entonces vino mi técnico y me dijo si quería probarme en Buenos Aires. Antes no era como ahora, tenías que tener un contacto, un lugar donde quedar. Yo no conocía a nadie, pero me animé y nos fuimos con Juan, mi amigo (ver nota aparte), a probar a Boca Juniors.
¿Y cómo te fue?
Eso fue en 2002. A mí me fue bien, me siguieron probando, hasta que Jorge Griffa me dijo que no iba a quedar. Y mirá cómo son las cosas, en 2010 pasé de Tigre a Boca y me lo crucé a Griffa en el club. “Viste lo que son las vueltas del fútbol”, me dijo. Yo le decía que sí, pero por adentro lo quería mandar a la m…. (se ríe). Y bueno, cuando uno hace las cosas, a la larga tiene su premio.
¿Y cómo llegás a Tigre?
Ahí tengo mucho que agradecer a Elio Lambaré, la persona que me llevó a Buenos Aires. Él me dio lugar en su casa y me llevó a probar a Platense y Tigre. En Tigre estaba Luis Paraná (N. de R: exjugador de Rosamonte de Apóstoles), se enteró que andaba por acá y me invitó. En la primera prueba hice dos goles, es que en ese momento me hacía el delantero (se ríe). Después Caruso Lombardi me hizo volante. La cuestión es que ahí quedé, viviendo en lo de Elio, que me bancó en su casa por casi un año.
¿Recordás el debut en Primera?
Yo estaba en la cuarta y un día vinimos a hacer fútbol con la Primera. Hice un par de goles y me convocaron a hacer la pretemporada con la Primera de Tigre. Y como ese año no llegaron los transfer de algunos jugadores que había contratado el club, quedé en el banco y después fui titular. El debut fue en la Primera B ante Talleres de Remedios de Escalada. Me acuerdo la ansiedad y una alegría que me desbordaba. Tigre era fuerte en la categoría, llevaba mucha gente, me acuerdo que fue en cancha de Armenio y la tribuna explotaba.
Con Tigre hiciste historia, ascendiste dos categorías hasta la A…
Sí… Ahí llega Sergio Massa al club y Caruso Lombardi como entrenador. Y se armó un gran equipo, con jugadores como el Chino Luna, el Patito Galmarini, el Chimi Blengio, Diego Castaño o Alexis Ferrero. Ascendimos a la B Nacional y ahí Caruso se fue a Primera, entonces llegó Diego Cagna, en su primera experiencia como DT. Arrancamos mal, pero de a poco el barco se fue enderezando, clasificamos al reducido y dejamos afuera a tres grandes, Chicago, Chacarita y Platense. Fue algo tremendo y muy lindo. Jugamos la final con Chicago y ganamos. Y llegamos a Primera.
¿Cómo fue llegar a la A?
Fue un sueño hecho realidad. Jugué con Tigre en Primera desde 2003 hasta 2010 y de a poquito me fue cayendo la ficha. Con el correr del tiempo armamos un equipo para mantenernos y después ya estábamos peleando el campeonato contra equipos grandes. Hasta jugamos la Copa Sudamericana.
Ese triangular final contra Boca y San Lorenzo fue tremendo…
Sí. Y me tocó tirar a mí el centro del gol con el que le ganamos a Boca. No se nos dio el título por un gol, pero fueron momentos muy felices.
Antes de seguir, contanos cómo fue tener a Caruso de DT…
(Se ríe) Es una gran persona, ahora hace mucho que no lo veo al Gordo. Siempre con humor, venía y me decía “a ver cuándo tirás un centro bueno”, o “tirás todos los centros pasados”. Yo soy un agradecido a él, porque me agarró y me dijo “vos no vas a jugar de delantero, vos vas a ser volante por izquierda con recorrido”. Y ahí me potencié y crecí. Ricardo apostó mucho por mí y, siempre que lo veo, se lo agradezco.
¿Qué pasó en tu salida de Tigre? ¿Te fuiste mal?
Tuve un inconveniente, un intercambio de palabras con algunos hinchas. En ese momento, sentí que mucha gente no valoró el esfuerzo, muchos pensaban que yo me quería ir, que jugaba los partidos desganado… Y eso que ya había tenido ofertas antes y no me fui… Tuvimos un encontronazo y tomé la decisión de no seguir. Ahí surgió la chance de Boca, club del cual soy hincha. Era cumplir un sueño.
¿Qué recordás de esa primera vez en el vestuario de Boca?
Yo llegué en 2010, así que imaginate… Fue algo muy loco llegar y sentarte en un vestuario con tanta gente ganadora. El primer día que llegué al vestuario, enseguida llega Riquelme, se para y me dice… “Hola, yo soy Román, es un gusto tenerte con nosotros, acá hay que disfrutar y pasarla bien, ubicate por acá; esto te lo ganaste vos y esperamos que puedas seguir creciendo”. Y me decía todo eso con el Negro Ibarra al lado. Yo estaba petrificado, helado. Después llegó Martín Palermo. “Mati, lo que necesites y esté a nuestro alcance, venís y hablás…”, me dijo. Yo era tímido y la verdad que no caía en dónde estaba, hasta que fueron pasando los días, me fui soltando y metiéndome en el grupo. Y así forjé una muy linda amistad con Román.
Y jugaste tres superclásicos… No cualquiera…
Jugar un superclásico es único e increíble. No todos tienen esa suerte. Es de una magnitud… El país se paraliza por un Boca-River. El primero de titular fue ese domingo que se suspendió por lluvia y tuvimos que seguirlo un martes, que ganamos 2-0 con goles de Gary Medel. El otro fue en el Monumental y un tercero, un amistoso de verano en Mar del Plata. Ahí pude enfrentarme a Almeyda, Funes Mori, Lamela, el Tucu Pereyra…
Con Boca hiciste tres goles, uno de ellos a Tigre… y lo gritaste…
Fue uno a San Lorenzo, otro a Chacarita y el tercero a Tigre. No lo grité… fue mucho peor. Ese día me saltó la térmica y no lo grité, peor, me besé el escudo de Boca. Son equivocaciones que me costaron el regreso a Tigre. Me manejé mal, la adrenalina me llevó a ese segundo de equivocación… Tampoco me guardo rencor, siempre guardo lo mejor de Tigre.
¿Qué anécdotas te quedaron con Juan Román Riquelme?
Román siempre fue mucho del asado y muy futbolero, así que todos los jueves teníamos nuestras juntadas para charlar de fútbol. Lo escuchás a Román hablar de fútbol y sabe tanto que te quedás impresionado. Hasta hoy nos intercambiamos mensajes. “Qué hacés, máquina”, te responde. Es un crack. Imaginate que a veces llegábamos al vestuario y estaba hablando por teléfono con Puyol o Iniesta. Una verdadera locura.
En cuanto a lo futbolístico… ¿te dio algún consejo alguna vez?
Siempre me decía… “vos fijate los partidos y decime cuántos le pegan desde afuera del área”… Yo me ponía a ver y era cierto… “Entonces ¿qué tenés que hacer? Pegale al arco desde afuera; la primera vez la vas a sacar del estadio, la segunda va a la tribuna, pero la tercera la clavás en un ángulo; alguna va a entrar, pero si no te animás, estamos fritos”, me decía. Como te digo, un crack con todas las letras.
Y de ahí te fuiste a San Lorenzo…
Sí, Ramón Díaz me llamó y pidió por mí. También fue mediante un consejo de Riquelme. “Allá vas a tener la posibilidad de jugar, de estar activo, y acá no vas a tener muchas chances”, me dijo Román, que siempre buscaba lo mejor para quienes consideraba sus amigos. Y en ese momento había llegado Falcioni a Boca y ya me había dicho que no iba a tener lugar. Me fui a San Lorenzo a buscar continuidad.
¿Cómo es Ramón Díaz como DT?
Bien, es una persona que siempre defiende y da la cara por el jugador. Yo llegué a San Lorenzo habiéndome declarado hincha de Boca, entonces era salir a la cancha y que me caguen a puteadas, pero él siempre me bancaba ante la gente. Y después, en los entrenamientos y a través de sus charlas, te potenciaba mucho.
Y volviste del préstamo a Boca…
Sí, pero todavía estaba Falcioni, así que me fui a Belgrano con Zielinski. Es un técnico muy trabajador, estudia mucho al rival. En Córdoba se portaron muy bien conmigo. De ahí, terminó el préstamo y volví a Boca, estaba Bianchi de mánager y me dijo que no iba a ser tenido en cuenta, entonces rescindí contrato y me fui a Huracán. Y de ahí me fui a Olimpia de Paraguay.
Con Olimpia jugaste la final de la Libertadores 2013 ante el Atlético Mineiro de Ronaldinho… Tuviste la mala suerte de errar el penal definitorio… ¿cómo lo viviste?
Llegué en semis, donde dejamos afuera a Independiente Santa Fe de Colombia. Y la final fue contra Mineiro. Vamos a los penales y me tocó definir. Hasta hoy me pregunto por qué no la tiré acá o allá, pero con el diario del lunes todos somos unos fenómenos. En ese momento, quise ponerla en el ángulo, pero abrí de más el pie (N. de R: la pelota pegó en el palo y salió). Y bueno, lo erró Messi, Maradona… Dolió por ser una final, pero es fútbol….
¿Y qué te dijo Ronaldinho?
Después de errar el penal, vino y me saludó. “Amigo, puede pasar, pero esto sigue, mucha fuerza, tranquilo, son cosas del fútbol”… Lo mismo Cuca (N. de R: entrenador de ese equipo y al que volvió recientemente), que me dio un abrazo y aliento. Eso te demuestra lo que son esa clase de tipos, la humildad, que dejaron de lado los festejos para venir a darme aliento.
De ahí te fuiste a Medellín… ¿cómo fue jugar en una ciudad marcada por una historia tan particular?
Me fui a Río Negro Águilas. Cuando llegué, lo primero que me dijo el presidente es que “con las chicas lindas no te metas, porque acá son jodidas”. Yo ya estaba casado, pero igualmente me llamó mucho la atención. Luego comprendí eso, veías una mina linda y atrás pasaba un ejército de guardaespaldas, todos con oro y joyas para hacer puré… Yo miraba un poquito y después para otro lado, porque no daba para más (se ríe). Medellín es hermoso, más allá de la historia que tiene, la gente se portó muy bien conmigo, igual que en Paraguay.
Y por un tiempo, decidiste dejar el fútbol…
De Colombia volví a Buenos Aires, en Argentinos Juniors, pero jugué poco y nada. Y las malas decisiones me llevaron a estar fuera de un campo de juego. Tenía ofertas, pero no lo hice por lo económico. Y el jugador se tiene que mantener jugando, sea donde sea. Ahí me puse a entrenar con el equipo de Libres de la Asociación de Fútbolistas hasta que a principios de 2016 surgió una chance en Uruguay, pero se enfermó el abuelo de mis hijos y opté por quedarme.
¿Cómo llegás a Dock Sud?
Primero fui a Armenio, pero no la pasé bien ahí. Siempre seguí entrenando y, como no jugaba, aproveché para terminar la Secundaria y hacer el curso de DT, que me recibí el año pasado. Y en invierno de 2019 surgió lo de Dock Sud. Yo no competía profesionalmente desde hace tres años. Y este año y medio que llevo ahí salió todo bien, peleamos cosas importantes y estuvimos a un pasito de la B Metro. Hoy, con 36 años, me siento vigente, quiero seguir disfrutando del fútbol y no pienso en el retiro.
¿Extrañás Apóstoles? ¿Tenés pensado volver a Misiones?
Sí, se extraña muchísimo. Siempre que voy a visitar a la familia y los amigos, me tiran buenas energías y vuelvo con las pilas recargadas, con momentos lindos, risas, asados. Pero por el momento no tengo pensado volver, porque tengo a mis hijos, Malena de 15 y León de 11, que ya tienen su vida hecha acá.
¿Ya lo invitaste a Riquelme a Misiones?
(Se ríe) Tengo una anécdota… Cuando Román fue allá a jugar con Argentinos (N. de R: en septiembre de 2014, por la B Nacional, jugó en Posadas contra Guaraní) volvió y nos mensajeamos. “¡Qué calor que hace allá! No se aguanta… ¿Cómo hacías para vivir allá?”, me decía, entre risas. Y después, hablando más en serio, me dijo que le había gustado mucho Misiones, más que nada por todo el cariño que recibió de la gente.
¿Qué significa el fútbol en tu vida?
El fútbol me dio muchas cosas que me hicieron sentir, conocer y aprender. Creo que uno, a través de cualquier deporte, aprende y crece. Lo disfruté muchísimo al fútbol y lo sigo disfrutando. Espero poder seguir teniendo alegrías. Hace un año y medio que volví a las canchas, así que voy por la revancha y por más felicidad.
Un golpe y el amigo que siempre está
Matías se emociona al hablar de Juan Figueroa, el amigo de Apóstoles con el que viajó cuando eran chicos para probarse en Boca. “El 25 de diciembre último tuvo un infarto, un ACV, y se nos fue”, se lamenta Giménez sobre su amigo del alma, que también se quedó en Buenos Aires e incluso conoció y se casó con la tía de Mati.
“Tenía mi edad, nos criamos dentro de una cancha, vinimos juntos a Boca. Él también tenía esa ilusión de que fuésemos futbolistas. Y la vida me lo llevó antes de lo previsto. Me guardo todas esas canchitas, esos momentos lindos que vivimos. Fue una persona que siempre me apoyó y me dio fuerzas cuando pensaba en dejarlo todo”, resume Matías. Juan siempre está.