La historia de los tigres asiáticos, pero también de muchos países de América Latina demostró que el camino es la apertura al comercio internacional y la integración global. El presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, lo expuso de manera cruda cuando consideró al Mercosur un “lastre”.
El bloque comercial actuó básicamente en estos años como una unión aduanera que busca proteger a sus miembros del ingreso de importaciones, a partir de elevados aranceles. Poco y nada se avanzó en materia de libre comercio, mientras otros países de la región como Chile o las naciones andinas (como Colombia y Perú) profundizaban sus acuerdos con Asia y los Estados Unidos.
Desde que llegó al poder, Alberto Fernández no hizo otra cosa que bombardear cualquier posibilidad de acuerdo comercial que permita a la Argentina acceder a nuevos mercados.
Ya desde el año pasado, aún antes de la pandemia, el canciller Felipe Solá dejó bien en claro que no habría apoyo por parte de la Argentina para avanzar en el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, que después de 20 años había sellado el gobierno de Mauricio Macri.
Esta semana estuvo plagada de señales que alejan un poco más a la Argentina del mundo y la dejan cada vez más aislada. Cristina Fernández de Kirchner volvió a ocupar un lugar central en la escena política y dejó en claro quién manda, por si quedaba alguna duda.
Además de alejar cualquier posible acuerdo con el Fondo Monetario antes de las elecciones, también expresó sin tapujos sus preferencias. Dijo que a Estados Unidos le gusta ir a pasear (“Nueva York y Disney”), al tiempo que enfatizó la elección de Rusia y China para conseguir las vacunas.
La Argentina retoma así la política que Cristina ya había empezado a transitar sobre todo en su segundo mandato. Con mercados financieros que le dan totalmente la espalda y sin capacidad de conseguir fondos frescos de organismos multilaterales, sólo queda buscar otro tipo de aliados.
Aunque las comparaciones son odiosas, se trata de un camino similar al que ya hace años transitó Nicolás Maduro. Pero la ayuda de los chinos y de los rusos no salvó a los venezolanos de la miseria. El país atraviesa una tremenda crisis económica y social hace años.
Pero hay que reconocer que ese posicionamiento geopolítico le permitió a Maduro conservar su poder y hacer frente a los embates de Estados Unidos y de los países latinoamericanos, que tienen la osadía de reclamar por el regreso de una democracia plena.
El portazo al Grupo de Lima que terminó de concretarse esta semana fue un paso más hacia esa política de aislamiento en la que se embarcó el Gobierno. Por más que los resultados no hayan sido los buscados, abandonar un grupo que reclamaba justamente por el regreso del estado de derecho en Venezuela significa un fuerte mensaje para los demás países de la región y especialmente para los Estados Unidos.
La victoria del demócrata Joe Biden cambió poco y nada la relación con la Argentina. Hubiera sido como mínimo inocente esperar lo contrario.
Escenario desalentador
Aislada del mundo y con un fuerte sesgo proteccionista, es casi imposible que la economía pueda volver a crecer. Décadas de historia así lo confirman. Pero tampoco es posible ser competitivo con un riesgo país en 1.600 puntos.
Mientras una empresa radicada en Argentina debe pagar tasas increíbles del 20% anual en dólares para financiarse en dólares, en Chile esa tasa no llega al 4%. Ya desde el vamos es imposible plantear una apertura cuando las condiciones son tan desventajosas.
Aunque el Gobierno insiste que la clave para recuperar dólares son las exportaciones, en 2020 el resultado fue exactamente e inverso. Un informe elaborado por el Ieral, de la Fundación Mediterránea, advirtió que las ventas al mundo por parte de la Argentina cayeron un 16%, la tercera peor caída de la historia.
Apenas totalizaron los U$S 54.000 millones. Si bien se puede culpar a la pandemia, la caída del comercio global el año pasado fue de entre 6% y 7%, la mitad de lo que cayó para la economía argentina.
No está claro, sin embargo, si el creciente proteccionismo está relacionado con una decisión de política económica o en realidad se trata de una medida inevitable ante la falta total de confianza que genera el Gobierno en los mercados.
Las dificultades que tienen los importadores para acceder a dólares tienen como responsable central al cepo cambiario. La falta de divisas es lo que en primer lugar impide el ingreso de un mayor volumen de productos importados. Finalmente termina siendo un grupo de funcionarios el que termina decidiendo quiénes tienen prioridad sobre otros para acceder a las divisas.
Sin acuerdo Mercosur-Unión Europea, fuera del Grupo de Lima, sin acuerdo con el Fondo Monetario en el corto plazo, y con bonos que cotizan en precio de default es difícil imaginar cuál podría ser una salida sostenible de la crisis económica, más allá del repunte de corto plazo.