El sábado se conmemoró el Día Internacional de la Felicidad decretado por la Asamblea General de la ONU para “reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno. La resolución reconoce además la necesidad de que se aplique al crecimiento económico un enfoque más inclusivo, equitativo y equilibrado, que promueva el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza, la felicidad y el bienestar de todos los pueblos”.
Así decretado suena un tanto frívolo, acartonado, más si tenemos una visión más profunda y creemos que la felicidad es un estado del ser, permanente o por momentos en los que sentimos plenitud y que se desvanece en un abrir y cerrar de ojos con algo que supuestamente nos trae a la realidad, esa que es terriblemente angustiante o preocupante.
Para muchos, la felicidad es tener cosas, lograr la casa propia, el coche deseado, concretar un viaje o cosas tan simples como tener agua, alimento o disfrutar en familia, con amigos, en soledad con las mascotas, tomar un rico mate a la mañana, placeres, momentos, flashes de alegría. Pero según estudios científicos, el cuerpo experimenta mayor sensación de felicidad cuando logró hacer feliz a otra persona.
Pero qué nos pasa cuando nos preguntan: “¿qué es la felicidad?”, nos cuesta definirla desde nosotros, desde nuestro sentir. Generalmente la consideramos pasajera, que tiene un principio y un fin, incluso dura tan poco que no alcanzamos a saborearla tanto como lo hacemos con los momentos infelices.
Y si pensamos en ¿cuál fue el día más feliz de mi vida? También cuesta decidirse por uno solo porque todos tenemos más de un día de felicidad, aunque no queramos reconocerlo o nos cueste.
También influye el entorno en el que nos hemos formado, pues en muchas casas se prefiere no ostentar de felicidad ante quienes son infelices, preguntándose: “¿Cómo podemos ser felices cuando otros sufren y mucho?”. Desde esa mirada, ya nadie podría ser feliz porque estamos rodeados de conflictos, miedos, ira, odios, pobreza y desastres naturales. Siempre hay un “buen motivo” o una buena excusa para dejar de ser felices.
Mientras tanto
Apenas pasaron ocho años desde que la ONU declaró el Día Internacional de la Felicidad y pocos gobiernos la instalaron en su agenda como tarea a realizar. Y ¿por qué ser felices justo en esta época en la que venimos arrastrando una pandemia que no da tregua? Precisamente por eso porque la felicidad es “en las buenas y en las malas”, como el casamiento.
Nuevas teorías de comportamiento humano afirman por ejemplo, que la gratitud es la práctica más efectiva para estimular los sentimientos de felicidad, coincidiendo en que si logras hacer feliz a otro entonces lo serás también, actuando como un búmeran.
También muchos coinciden en que para conocer la felicidad y valorarla tenemos que pasar por la tristeza, ambas son el complemento de la vida, como el yin y el yang, el día y la noche. Claro que hay que darse cuenta de eso para poder ir aplicándola.
Desde la metafísica se entiende que ser felices es una misión del ser humano, alcanzarla, tenerla como plan de vida y sentirla para luego sí poder realizar todos los caminos que deseemos recorrer.
Un desafío al que todos nos sumamos desde el momento de la concepción, algo así como: “llegaré a la Tierra para lograr la felicidad, jugaré el juego” y mientras tanto -diría John Lennon-, la vida pasa.
Tarea para la casa
El periodista Santiago Bilinkis en 2018 escribió que, la Universidad de Yale lanzó un curso optativo que se convirtió en el más numeroso jamás creado en los 316 años de historia de esta institución educativa. La cantidad resultó tan alta que excedía la capacidad de las aulas más grandes y debió dictarse con retransmisión simultánea en un gran número de salas. ¿Cuál era el contenido de este curso que despertó semejante furor? El tema era: “Cómo ser felices”.
Esto me recordó cuando fui a hacer un taller con un maestro indio que enseñaba a respirar, algo de lo que él mismo se quejaba, tener que dictar un taller de lo que en teoría todos deberíamos saber hacer.
¿Cómo puede ser que en 2021 todavía necesitemos aprender a ser felices?
Según Bilinkis, quien hizo el taller de Yale, “el nivel de felicidad de una persona es, a grandes rasgos, determinado por tres factores: la genética, los hábitos y las circunstancias de la vida”. Aunque esto es desde nuestra concepción, pues la búsqueda de la felicidad está enfocada en “tener”, “lograr”, “concretar”, cosas, metas, estudios, viajes y la lista sigue.
Mientras que el escritor Jorge Bukay asegura que el gran error que cometemos y que nos impide ser felices es pensar que “la felicidad es que nos guste todo lo que nos pasa y que estemos satisfechos con nuestra vida siempre”. Y quizás para entender un poco más el sentido real de la felicidad es saber que la felicidad no es miedo, no es vergüenza y no es culpa, tampoco egoísmo como lo asegura la coach española, Vanessa Carreño Andrés, quien aclara que “sos feliz cuando aprendes a quererte, a valorarte y a sentirte bien contigo mismo, es ahí cuando todo empieza a cambiar en tu vida”.
Particularmente pienso que la felicidad es contagiosa, es tan contagiosa como la tristeza, siempre dependiendo de la intensidad de cada una. Cuán intensamente felices nos sentimos o cuán intensamente tristes estamos. “Estoy feliz por vos”, decimos cuando un amigo o un familiar nos da una buena noticia, pero realmente ¿lo somos?, ¿somos felices con su felicidad?
Una buena práctica es la de la risa porque si movemos los labios hacia arriba activamos ciertos músculos que envían mensajes al cerebro de que estamos felices, aunque en verdad no lo estemos. Es el cerebro quien tiene la palabra si le damos rienda suelta.
Entonces no es descabellado pensar en una Escuela para la Felicidad a la que asistamos todos, el planeta entero, que todo se mueva en función de ser felices, sentirse felices y para eso tener en cuenta algunos detalles como por ejemplo, que dañar, mentir, gritar, difamar, quejarse, criticar, etc. no hacen feliz a nadie.
Para estar felices tenemos que tener en claro primero, ¿qué me hace feliz? y ¿qué voy a hacer para sentirlo?
Quitarse pesos de encima como me falta tal o cual cosa es fundamental. Sentir la felicidad desde el ser significa apreciar todo lo que vemos, lo que olemos, lo que tocamos, lo que escuchamos, desde el concepto de que todo es parte de un plan al que muchos llaman Divino, pero es en realidad un plan mental, creado por nosotros.
Elegir ser felices es una obligación y si ver a más gente feliz nos hace felices, entonces: manos a la obra.
Guía práctica para la felicidad
• Reprogramar nuestras creencias
• Alzar la intensidad cuando experimentamos felicidad.
• Analizar cuán intensos somos en la felicidad y en la tristeza.
• Usar todos los recursos para reemplazar pensamientos negativos por positivos.
• Tener contacto con la naturaleza.
• Estar presente, entregarse a lo que está pasando.
• Escribir agradecimientos.
• Ayudar a que otros sientan lo mismo.