Que un director, o conductor se denomine “somos los de mayor rating” o “fui en representación de mi país” no significa que, en el último minuto, la pulseada “en vivo” se descrea y caiga la credibilidad, aunque ante la vista de inocentes televidentes, esto pueda llevarnos a la cima, y ya no por casualidad.
“No se crea todo lo que le dicen”, decía un periodista de prime time. Aunque aún el más admirado de los que creen estar en la cima, pueden ser derribados en la aceptación genuina de tal aseveración. Muchas veces se es derribado del podio Nro 1 en la bolsa de Wall Street, como de un plumazo, otras, en verdad a la larga se lleva la misma angustia a la almohada -o sea esta la misma confesión de una paciente a una psicóloga- donde ahí se desmitifica la auto-mentira. ¡Cuánto cuesta reconocerlo! En verdad, no es representante de su país, ni tienen tal rating. Pero se lo creen y hacen creer a sus condescendientes de manera taxativa. No así a los que analizan más profundamente estos manejos de poder.
En el libro ¿Quién se ha llevado mi queso? Uno de los hombrecitos idéntico pensamiento, al fin, el protagonista terminó aceptando que tal vez nadie viniera a devolverles el queso. A pesar del miedo que le daba internarse en el laberinto y sin saber si iba a encontrar queso en algún sitio, decidió arriesgarse porque después de todo, lo peor que podía pasarle es que no le pasara nada.
¿Le suena conocida esta historia? ¿Cómo nos paralizamos en nuestros espacios laborales?. ¿Cuántas veces hemos llamado “duda” a lo que en verdad era falta de coraje? Postergamos grandes decisiones y así es como la vida nos va llevando a sitios que no nos agradan. Esto en verdad, no dura para siempre, por eso en vez de reconocer que estamos allí por falta de actitud, determinación y decisión, le echamos la culpa a “la suerte”, a la falta de padrinos, o a la falta de propias habilidades, cuando en verdad tenemos muchos dones dormidos, pero no los activamos.