La historia de la mujer posadeña -cuyas vecinas se movilizaron hasta conseguir una respuesta por parte de la Línea 137 (de supuesta asistencia a las víctimas de violencia familiar y de género), pero encontró maltrato y desatención; debe llamar a la reflexión del Estado misionero.
Una mujer que sufre la violencia física y psicológica no puede recibir de quienes espera contención, comprensión y un escape a su pesadilla, más destrato humano.
La primera que debe dar explicaciones respecto al accionar de su dependencia, es la actual subsecretaria de Relaciones con la Comunidad Myriam Duarte.
Especialmente sobre el destino de las casas refugio, de las que poco y nada se sabe de su funcionamiento, fundado en la necesidad de no revelar su ubicación para proteger a las víctimas, cuestión que no está en discusión.
Sin embargo a la mujer que la pasó tan mal que eligió volver con su pareja agresora, personal de la Línea le habría sugerido encontrar la casa de algún familiar para irse a vivir y nunca le ofrecieron una casa refugio.
Después, están las profesionales que lejos de contener a esta víctima le llamaron la atención por dormir en un colchón dentro de una oficina con su pequeña hija, porque no tenía dónde ir a parar.
Indigna que, quienes deben ser las primeras comprometidas con cambiar el rumbo de las víctimas de la violencia y el maltrato, sean parte de un método al que la sociedad trata de combatir y espera de los servidores públicos que actúen en consecuencia, para lo cual tributa con el fin de pagarle los honorarios.
En la Línea 137 algo debe cambiar para erradicar el maltrato.