No se puede ir por la vida teniendo miedo al amor, ni miedo a la muerte. La muerte es la consecuencia de la vida, es la prueba final de que vivimos.
¿De qué sirve un corazón entero e impecable, o una vida llena de “hubiera”?
¿De qué sirve pisar cautelosamente, no ensuciarse las manos, no sudar, escabullirse de las emociones, no llorar, no sentir?
¿De qué sirve vivir planificando cada paso?, nunca los planes serán como lo pensaste. Vive a tope cada día: si tienes que amar, ama; si tienes que llorar, llora; si tienes que decir adiós, hazlo.
Si te equivocas, aprende. Si hieres, pide perdón. Si tienes que empezar de nuevo, ¡manos a la obra!
Empléate a fondo en lo que hagas, suda, grita, exprésate, asómbrate, canta, baila, pinta, abraza, nunca tendremos suficientes abrazos; besa, perdona, haz locuras, llénate de vida en cada respiración.
Sé tu mismo, permite que tu verdadero Tú exista, que tu verdadero Tú dé la cara y sea conocido. No vivas las vidas de otros (as). No pases de incógnito por tu propia vida.
Si vas a ser agua no seas un charco sé una cascada.
Si vas a ser luz no seas un foco sé una estrella. No vivas tímidamente.
Estás aquí para poner tu pincelada personal y única en el gran mural. Estás aquí para aportar aquello que sólo tu puedes aportar.
Hay una canción que sólo tu puedes cantar. Encuéntrala, vive tu sueño y al llegar a la meta podrás decir como el poeta: “Vida, nada me debes; vida, nada te debo; vida, estamos en paz”.
Sé luz, sé paz, sé amor y ¡Vive!