Decía el actual Gobierno -antes de serlo- que había que cambiar la decepción que había sido el “cambio” por una vuelta a la felicidad, a las cosas lindas, a cosas tan simples que habíamos perdido como un merecido asado de vez en cuando. Nada más cierto en aquel entonces… nada más alejado hoy.
Y es que la inflación, que se aceleró al 4% en diciembre y cerró 2020 con un índice por encima del 36%, estuvo traccionada en buena medida por fuertes alzas en alimentos clave como la carne. De hecho, el consabido asado subió nada menos que 28,5% solamente en diciembre.
Haber prometido que este sería el gobierno que rescataría a los millones de pobres que dejó el anterior estuvo bien al principio. Pero si la pobreza no hace más que crecer y son justamente los alimentos los productos más caros, entonces algo no cuadra. Las promesas, como el asado, también se hicieron humo.