María Kalasakis era una muchacha de rasgos que condecían con su condición de hija de griegos, que no era nacida en el litoral argentino, pero sin embargo su voz y su acento musical eran y siguen siendo el paradigma de la emoción litoraleña entonando canciones que no se han perdido en el recuerdo y conservan su vigencia, de tal manera que recibió la consideración de “Novia de Posadas”.
Nació en Remedios de Escalada el 8 de agosto de 1946, hija del griego Jorge Kalasakis y de la riojana Angélica. Desde niña demostró cualidades para el canto; por ello adoptó un seudónimo, María Helena, en homenaje a una hermana a la que quería mucho, de nombre Elena.
También debe tenerse en cuenta que Helena -de helenos- pudo querer decir, precisamente, griega, por afecto a sus ancestros.
Su debut se produjo en la iglesia Cristo Rey de Lanús, lugar donde la vio Roberto Galán, quien la convenció para que participara en “Remates musicales”, su programa. Así comenzó un camino en el canto que tuvo una culminante jornada en el Festival Nacional de la Música del Litoral en diciembre de 1965.
Entonces le fue entregado un diploma y una mate enorme con plaqueta de bronce y la inscripción “María Helena, una voz que nace en el corazón de la noche misionera”.
Se había consagrado a la joven cantante como premio Revelación del que para entonces era uno de los festivales más importantes del país.
Su vida se cegó a los 23 años, el 17 de diciembre de 1969, en un siniestro vial en una curva de la ruta 14, rumbo a Santa Tomé (Corrientes), donde la esperaban en el Festival del Chamamé.
Cuentan los memoriosos asistentes al Festival Nacional de La Música del Litoral que se realizaba ese mismo día en Posadas que el tema con que María Helena cerró su actuación en el anfiteatro Manuel Antonio Ramírez esa noche fue “Canción del Adiós” de Horacio Guaraní.
Pocas horas después, el folclore argentino y la música del litoral perdían de forma absurda a una de las mejores voces del canto nacional y a una querible joven que estaba para mucho más.