El reconocido actor Carlos Calvo llevaba más de una década inactivo y en los últimos años dependía de la asistencia de personal especializado durante las 24 horas para poder movilizarse y atender sus necesidades básicas. Pero ese alejamiento forzoso de la vida pública y artística no le impidió seguir recibiendo el silencioso reconocimiento del mismo público que en su momento lo consagró como uno de los actores más populares de la Argentina.
Calvo fue un precoz galán y un intérprete intuitivo que siempre intentó probarse en facetas alejadas de las fórmulas más exitosas de su carrera, pero terminó atrapado por ellas, muchas veces a regañadientes.
Antes de enfrentar el trance más doloroso de su vida, había superado la barrera de los 50 años con un triunfo. Se convenció de que finalmente logró derrotar a su más encarnizado rival, al que le costaba vencer porque llegó a formar parte de su propio ser como una sombra y un fantasma del que no se podía despegar. Calvo, por fin, sentía que había dejado de ser Carlín, ese amigo de todos idealizado a través del televisor. Sintió que le había ganado luego de una dura y larga batalla, pero en la pelea había dejado jirones de su salud y ya no podía acometer con las mismas fuerzas el nuevo escenario que veía abrirse ante sus ojos. Justo cuando empezaba a disfrutar de ese triunfo liberador le llegó a Calvo el momento de afrontar el trance más doloroso de su vida. Le sobraba entereza para enfrentar el desafío de un nuevo tiempo, pero dos ataques cerebrovasculares resultaron letales para un organismo debilitado. Aquella victoria pasó a ser definitiva derrota.
Fuente: lanacion.com.ar