El miedo es una emoción que nos desconecta de la vida, dicen los psiquiatras que el miedo activa en nosotros un mecanismo instintivo de huida o de lucha, buscamos escondernos o atacamos.
El miedo nos aleja de la vida, no nos permite mostrarnos como somos, observo cómo nos prendemos de cualquier cosa con tal de no enfrentar eso que tememos. Es más, hasta buscamos quien nos diga lo que queremos oír con tal de no ir hacia eso que nos provoca temor.
Es fácil hablar del miedo, el tema es sentirlo en uno, ahí es donde podemos saber qué se siente y entender cuando alguien te dice: “¡tengo miedo!”.
He conocido personas que dicen: “yo no tengo miedo”, pero después me pregunto: “¿será cierto?”. “¿Habrá alguien que no siente miedo?
Puede que sí, puede que no. Dicen los especialistas que el miedo es normal para mantener nuestra supervivencia así que no tenerlo también podría ser un síntoma de que algo no está funcionando.
Reconocerlo a mi me llevó tiempo, todavía me cuesta decir siento miedo y compartirlo. Será algo aprendido, un mecanismo de defensa no sé, tal vez sea tener que reconocer mi vulnerabilidad por ejemplo, que no todo lo puedo, que tengo una vida finita, que necesito de un otro.
Lo que sí sé es que no nos sirve cuando nos hace sufrir e imaginar cosas que ni sabemos si sucederán. En esta época donde reina la incertidumbre y el miedo a un contagio de este virus que anda en nuestro mundo podemos estar agobiados por muchos miedos.
Nelson Mandela dijo: “El valiente no es quien no siente miedo sino aquel que conquista ese miedo”. Ahora yo les pregunto: ¿cuál es ese miedo que no nos deja vivir como queremos? ¿Qué nos paraliza, nos rigidiza y nos anula? ¿Qué miedo nos tiene aprisionado el corazón que no nos deja ser nosotros mismos?
En este momento podemos hacernos esas preguntas, cada uno se la hará si quiere, si se anima y si puede. Lo que sí sepan ustedes que nuestros miedos ahí están interiormente bien guardados, esperando ser vistos, ser sentidos y abrazados.
El miedo que sentimos puede ser una barrera o un trampolín, no hay nada más liberador que animarnos a sentir y darnos cuenta que a ¡todos nos pasa! Que Dios los bendiga.