Este año, el COVID-19 pone a prueba a las familias completas y a las mujeres primordialmente, de por si más propensas a sufrir estrés. Ese estrés que casi todos sintieron en las primeras semanas de marzo, no sólo ante una enfermedad desconocida, sino también por la rutina.
Todo cambió de la noche a la mañana, primero con la estricta cuarentena, que se convirtió a lo largo de estos siete meses en síntomas que muchas personas se resignaron a tener: insomnio, irritabilidad, contracturas, problemas gastrointestinales, mareos, ataques de pánicos… señales de alarma que configuran un típico cuadro de estrés crónico.
Sin duda, son las mujeres trabajadoras y madres las más afectadas, según un estudio realizado por el Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (CEETA), que evaluó el estado de ellas durante la pandemia. Principalmente aquellas que llevan más de 7 meses con sus hijos en la casa, debido a la suspensión de las clases presenciales y, en muchos casos, incluso trabajando desde casa.
En Misiones, son los docentes quienes desde el día uno de cuarentena trasladaron sus trabajos al hogar y, en ese mismo espacio, debieron gestionar las tareas hogareñas y acompañar a sus hijos en las actividades escolares.
PRIMERA EDICIÓN recogió testimonios de numerosas docentes que dieron cuenta que “a diferencia de lo que cree mucha gente, trabajar en la casa y ver crecer a los hijos no es como una estampa de Sarah Kay o de la familia Ingalls, realmente no se parece en nada: se viven situaciones de mucho nerviosismo. A veces llega tu pareja al mediodía a almorzar y tiene apenas un rato, antes de regresar al trabajo, y te encuentra con los nervios quebrantados porque no pudiste cumplir con tu trabajo, renegaste con tus hijos por las tareas, tenés a medio hacer la comida y, en el medio de toda esta situación, tus hijos tienen Zoom y hay que ayudarlos, conectarlos y rogar que la conectividad tenga buena velocidad para que no se corte”, describió Nancy.
Aunque fue Lorena, una profesora y mamá de tres hijos, quien expresó que “desde que empezó la pandemia me siento frustrada como docente y como madre”, todas las docentes consultadas hablaron de este mismo sentimiento: la frustración por no poder cumplir con sus propias expectativas y las de los otros.
Todas, sin excepción, sufren los efectos de siete meses consecutivos de estrés en su salud: problemas para dormir, contracturas, irritabilidad y dolores de cabezas más frecuentes.
Reacción natural
El estrés es una reacción natural a presiones físicas o emocionales, que ocurren en un momento determinado. Sin embargo, los problemas comienzan cuando la causa del estrés se extiende en el tiempo y genera la pérdida de control de la madre y, esa situación, afecta a otros integrantes de la familia.
No caben dudas que esta situación se repitió en más de una casa. Por ello, para los especialistas es necesario reconocer inmediatamente las señales y los síntomas de un cuadro de estrés, y así aprender a aplicar soluciones rápidas y sanas, a fin de evitar dañarse a una misma y a otros.
“Hay más mujeres estresadas debido a la pandemia, llegan a la consulta en general con mucha ansiedad, con estrés, con la sensación de no poder pensar, de estar embotadas, con mucho dolor físico, con la sensación de no poder respirar, con serias dificultades para dormir, con mucha sensación interna de desorganización, como que van a hacer algo y lo dejan por la mitad y siguen con otra cosa, y así no terminan nada y se les acumula el trabajo. Hay muchas personas con sensación de despersonalización, que es la sensación de estar fuera del cuerpo sabiendo que están conectadas con el cuerpo, una sensación muy desagradable e incapacitante. Un montón de mujeres llegan hiperpreocupadas y con ataques de pánico”, enumeró la especialista en trastornos de ansiedad y directora de CEETA, Gabriela Martínez.
El cuerpo no está preparado para vivir en permanente alerta
Según Martínez “la gente en general ya está habituada a este lío que ya lleva 7 meses y no se da cuenta que el fruto del estrés es permanente por la necesidad de mantener el equilibrio entre tantas cosas, tareas domésticas el trabajo, la familia, los hijos, la escolarización de los chicos en casa, el cuidado personal, etc. Enumeran los síntomas y no se dan cuenta que ya sufren estrés crónico”.
Hizo un llamado de atención: “A esta altura el estrés ya es crónico porque lleva muchos meses y es acumulativo, no es que pasa, sino que se acumula en la psiquis, en el cuerpo, y estalla en enfermedades como gastritis, problemas gastrointestinales, taquicardia, dificultad para respirar, sensación de morirse, sensación de que se van a volver locas, o que se van a descontrolar, muchos trastornos menstruales, alopesía, pérdida de cabello, tienen mucha irritabilidad, temblores, suduración, etc. No saben el motivo de todo esto porque nunca lo han sentido, pero claramente se debe a un estrés crónico que es producto de hacer tantas tareas en simultáneo, ser multitasking todo el tiempo”.
Algunos de los síntomas de alerta, donde hay que consultar al médico son disminución en la atención, baja concentración, falta de memoria, dificultad para respirar, sensación de ahogo, problemas gastrointestinales, dolores de cabeza, baja en las defensas del sistema inmunológico, contracturas y riesgos cardíacos, problemas de inestabilidad, mareos, ataques de pánico, insomnio, dificultad para dormir, pesadillas, mucha irritabilidad, entre otros.
Es de destacar que este estrés que sufre la mujer repercute en todo su entorno y también en sus hijos. “El estrés de las mamás repercute tanto en los hijos, que también sufren ansiedad producto de una madre que no ha estado lo mayormente tranquila, como en las parejas, que lamentablemente suelen terminar en divorcio”, señaló Martínez Castro.
Por ello, los especialistas recomiendan que “el entorno ayude a la mujer, el marido o la persona con quien convive tiene que colaborar en la división de las tareas, organizarse, hacer listas de lo que le toca a cada uno, tratar de congeniar de la mejor manera posible entre el trabajo de ambos y la escolarización de los chicos que en muchos casos son pequeños y necesitan el apoyo o la ayuda de un mayor y esto no es nada fácil si se le suma el trabajo que cada uno tiene”.
De hecho, dos de las mujeres consultadas que menos síntomas de estrés manifestaron durante la pandemia, Mariel y María Celina, coinciden en que lograron organizarse y repartir las tareas y responsabilidades a todos los integrantes de la familia.
Para adaptarse a cada familia, ya no apagan sus celulares
Creo que siempre los docentes estamos dispuestos a organizarnos en nuestras actividades. Este año abrimos las puertas de nuestros hogares, reinventamos nuestras salas y piezas, tanto para nuestros hijos como para poder mandar tareas y videos a nuestros alumnos.
Trabajo en una escuela en la periferia de Posadas y el barrio donde viven mis alumnos es muy vulnerable, tienen poco acceso a Internet y generalmente, los hermanos comparten el mismo dispositivo. En algunos casos, el teléfono es de los padres y lo llevan a sus trabajos y recién a la tardecita o noche los chicos ven las tareas que les envié… por eso, casi siempre recibo las tareas pasadas las 23 y esa es una de las cuestiones que más me afligen y angustian.
Esos cambios de horario significan mucho cansancio y estrés porque debo ponerme en el lugar de ellos, son muy chicos, de tercer grado y quieren realizar sus tareas.
Esto sucede con la mayoría de los alumnos: padres que trabajan todo el día y chicos que hacen sus tareas recién los sábados y domingos, días que también recibos sus trabajos escolares.
Gracias a dios no tengo problemas de salud, trato de hacer todo lo posible para la contención familiar, pensando en el futuro de los chicos. Amo mi profesión, quise ser maestra desde que tenía 4 años; y hoy que estoy a punto de jubilarme elegiría lo mismo si volviera a nacer.
Testimonio de Lía Rosana, maestra y madre
“La incertidumbre fue lo que nos afectó”
Mi experiencia durante esta etapa de aislamiento es de aprendizaje permanente porque tuve que adaptarme a trabajar desde mi hogar y a cumplir un rol de maestra de mi propio niño para ayudarlo a diario con sus tareas.
Nos organizamos en el día a día porque a veces se superponen las clases virtuales de mi hija más grande, de su hermano y las que programo para mis alumnos… y hay que tener un espacio en la casa para cada uno, necesitan silencio y tranquilidad, todo eso lo fuimos aprendiendo con el tiempo.
A esta altura del año ya se sienten un poco cansados de esta modalidad, no les motiva tener que ver videos o completar tareas en la computadora, extrañan a sus compañeros, sus docentes y el ambiente escolar que es irreemplazable.
En cuanto a mí, también el trabajar con dispositivos de por medio me genera mucho estrés y fatiga mental, por la misma hiperconexión a las pantallas, celular, computadora etc. Mis hijos me piden para ir al campo, donde puedan desconectarse de todo. Lo que más afectó a mis hijos y a mí es la ansiedad por no saber a ciencia cierta si volvían a clases, cómo les van a evaluar, etc. si podían peder el año, creo que la incertidumbre fue lo que más nos afectó a todos como familia.
Testimonio de Miriam,
docente y madre de dos hijos
“Descanso mal y sufro muchos dolores”
Creo que las trabajadoras docentes que además estamos al frente de nuestro hogar hemos sentido un aumento rotundo de exigencia y nuestro nivel de estrés.
Exigencias laborales en primer lugar, con un aumento en la cantidad de horas de trabajo, tuvimos que adaptarnos a nuevas formas de trabajo… el gran desafío fue la organización del tiempo y del espacio. Este tiempo tuvimos que empezar a compartir con las clases virtuales de nuestros hijos, a los cuales tuvimos que acompañar desde el día uno.
En cuanto a los síntomas del estrés crónico, experimento casi todos: los cambios de humor, mayor irritabilidad, mayor nerviosismo, ansiedad… porque todas las situaciones nuevas y desconocidas exigen mucho esfuerzo para poder adaptarnos: exigencias psicológicas que también se ven reflejados en un desgaste físico.
También sufro de insomnio, me cuesta mucho descansar bien por la preocupación constante y también por la desorganización en los horarios. Con el pasar de los meses, empecé a sentir dolores físicos: contracturas y dolores de cabeza y también síntomas como consecuencia de estar tantas horas sentada frente a la computadora y el sedentarismo porque mi trabajo actual requiere mucho tiempo pasivo a nivel físico.
Testimonio de Patricia,
profesora y madre de dos hijos.
“Lo que más me angustia es no saber nada de algunos alumnos”
Soy maestra de primer grado en la Escuela 729. Durante la pandemia, el problema más grande que tuvimos es que los chicos no tienen Internet en sus casas y les cuesta mucho conectarse.
De 18 alumnos que tengo, solo 5 están conectados permanentemente y los otros siguen en el grupo de WhatsApp pero no contestan, no mandan la tarea, no mandan a retirar los cuadernillos a la escuela. También armamos una bolsita con mercadería una vez al mes y esos chicos tampoco retiran… no sé nada de esos alumnitos míos y es un gran desafío para el año que viene porque van a pasar a segundo grado sin habernos conocido; y no sé en qué condiciones pedagógicas están.
Esta situación me genera mucha preocupación, no sé qué pasa con ellos, si los padres no se interesan o no tienen los medios. Toda esta situación impactó mucho en mi vida, pero no lo relacioné con los síntomas del estrés crónico hasta que recibir la consulta de PRIMERA EDICIÓN, tengo problemas para dormir, muchos dolores de cabeza y mareos. Mi hijo está en tercer año de la secundaria y, como padres, estamos con mucha incertidumbre porque no sabemos cómo va a pasar a cuarto, qué aprende y qué no, más allá que entregue los trabajos.
Testimonio de Liliana,
maestra de primer grado y madre
“Es difícil ser docentes para nuestros alumnos e hijos al mismo tiempo”
Tengo dos hijos, uno en nivel inicial y otro en segundo grado. Cuando comenzó la pandemia y se suspendieron las clases fue muy estresante porque lo sentimos como el fin del mundo, debimos tener a nuestros hijos encerrados y en ese mismo espacio tratar de trabajar.
Dos días después de la suspensión de las clases, mis hijos comenzaron a recibir actividades y tratamos de llevar estas tareas al día como pudimos, los docentes estábamos todos perdidos, no se sabía cuánto tiempo iba a durar, qué actividades enviar y trabajar en forma online es algo para lo que no estábamos preparados, de hecho, la mayoría de las escuelas no contaban con plataformas.
Es realmente agotador trabajar desde el hogar y conjugar el tema hijos, pareja, la casa, la limpieza y el trabajo… es abrumador tratar de llevar todo esto en armonía.
Creo que es muy agotador, sobre todo para las madres docentes porque nuestros hijos no nos ven como maestras, sino como mamás. A lo mejor mucha gente cree que para las docentes es más fácil enseñar a sus hijos porque ya tiene la experiencia o la pedagogía… pero no hay pedagogía posible con los propios hijos.
Creo que es una mochila muy pesada ser docentes para nuestros alumnos y para nuestros hijos al mismo tiempo.
En mi caso, repercutió en mi salud, en muchas ocasiones sufro de insomnio, a veces me levanto a la madrugada pensando lo que me falta por hacer o me acuerdo que me faltó algo y ya no puedo dormir.
Testimonio de Nancy,
docente y mamá
“Tuve que tratarme por el estrés”
Al principio, cuando pensábamos que era pasajero, no me costó tanto organizarme. Pero cuando comenzó a avanzar la cantidad de enfermos y muertos, me empezó a afectar mucho psicológicamente. Mis hijos manifestaros dificultades con el encierro, debía organizarme con las clases virtuales para mis alumnos y lidiar con las tareas del hogar. Matemática es una materia difícil de enseñar en forma virtual por lo que mis alumnos me preguntaban sus dudas a cada rato, llegó un momento que me sentí perdida, estaba muy irritada, abrumada y cansada. Luego empezaron los dolores en el cuello y en la mano, y después los problemas gastrointestinales, dolores en el estómago y náuseas. Tuve que ir al médico y me medicó para bajar un poco el estrés.
Testimonio de Griselda,
profesora y madre de dos chicos
“No duermo bien, estoy desganada, más sensible, me duele el cuello y la espalda”
Desde que empezó la pandemia me siento frustrada como docente y como madre porque tengo que lidiar con todo en el mismo ámbito. Cuando voy a la escuela, cierro la puerta de mi aula y me brindo entera a mis alumnos y puedo desarrollar mis temas en forma tranquila, sin estar preocupándome que nadie tire nada, se lastime, de las ganas de comer de uno, las ganas de bañarse de otro…
Y creo que nadie apreció este esfuerzo en esta pandemia, estar en la casa, sentada en la compu, preparando una clase de 40 minutos de zoom que quizás para algunos padres sea una pavada pero a los docentes nos demanda un trabajo de por lo menos dos días previos, porque no es lo mismo escribir en el pizarrón y el intercambio directo con el alumno que preparar algo para que ellos entiendan y les llame la atención en el zoom. Eso es un gran estrés.
En mi caso, tengo tres hijos, que reciben diariamente tareas y todas están preparadas para que el padre haga con el chico. En cuanto a cómo impactó en mi salud la pandemia, mi mamá me dijo que me ve envejecida… como para que se den una idea de cómo cambió mi fisonomía desde marzo, me tengo que teñir el pelo más seguido porque las canas me salen más rápido, no duermo bien, siento mucho desgano, siento muchos dolores de espalda y cuello, dolor de panza, estoy mucho más sentimental, todo me conmueve más, a veces siento desesperanza y trato de abocarme a la Iglesia para encontrar una respuesta a todo esto que está ocurriendo en el mundo..
Testimonio de Lorena,
profesora y madre de tres hijos.