Mientras cursaba la carrera de Arquitectura en la Universidad Nacional de La Plata, Liliana Marta Oleksow (63) descubrió la existencia de un área referida a los edificios históricos, a la conservación del patrimonio, a la historia de la arquitectura, y decidió explorarla. Y esa curiosidad la llevó bien lejos. Eso hizo que, una vez concluidos los estudios, formara parte del grupo de investigadores, educadores, y no tanto de quienes se vuelcan a construir, diseñar o elaborar proyectos, que era su propósito inicial.
Contó que ingresó al ámbito universitario en un momento difícil, primero en la Facultad de Arquitectura de la UNNE, con sede en Resistencia, Chaco, y más tarde en La Plata. “Se hizo complicado porque eran tiempos muy difíciles, en plena dictadura militar, sobre todo para quienes eran estudiantes, más aún si eran estudiantes jóvenes, y provenían del interior”. Pero, como contrapartida, “fueron los años en los que más aprendí, años magníficos en el sentido de la preparación, de los compañeros, del nivel de la Facultad y todo lo que tenía que ver con ella, y a lo que podías acceder en una universidad grande. Eso fue increíble, y son recuerdos imborrables”, manifestó.
Cuando regresó a la provincia, comenzó a trabajar en el Ministerio de Educación, desde donde aportó a la investigación sobre las Ruinas Jesuíticas, y el tema histórico regional.
A principios de la década del 90, y durante dos años, vivió en Barcelona, España, donde realizó un curso de posgrado sobre Patrimonio Construido. “Allí aprendí muchísimo, pude ver cómo es en Europa el tema del tratamiento del patrimonio, cómo realmente se conserva, cuál es el criterio de las raíces europeas. Fue verdaderamente una oportunidad increíble para poder prepararme”, confió. Al volver, en Misiones se estaban delineando los primeros programas para restaurar las Misiones Jesuíticas, en coincidencia con los 500 años del Descubrimiento de América o el Encuentro de Culturas, momento en que España otorgaba posibilidades a los países de América Latina “para recuperar sus raíces, como una suerte de reivindicación”. Fue así que en la Subsecretaría de Cultura de la provincia se armaron equipos para las Misiones Jesuíticas, y Oleksow los integró.
Se comenzaron a restaurar las Ruinas de San Ignacio, Santa Ana, Santa María la Mayor, Loreto, en una tarea que llevó años de trabajo, y de la que también participaron otros organismos del MERCOSUR. En los momentos que estuvo desvinculada del tema jesuítico, trabajó con los edificios históricos de Posadas y de la provincia en general, teniendo en cuenta que había un interés manifiesto en las distintas localidades de reivindicar su historia, de ver cuáles eran sus casas históricas. Entre otras citó el Museo de la Inmigración “La Casa de los Abuelos”, en Capioví; el Museo Histórico El Tupí, de Puerto Esperanza, y edificios de San Javier, Itacaruaré, Gobernador López. “Se comenzó a trabajar fuertemente con temas como museo, restauración, conservación del patrimonio, y casas antiguas que por ahí se podía valorizar y hacer un trabajo integral para hacer circuitos de patrimonio”, comentó. También se comenzó a hablar del patrimonio de Posadas, y a investigar los edificios históricos, para saber, en primer lugar, en qué situación catastral estaban.
Admitió que en ese momento, “la población desconocía lo que era un edificio histórico, cuál era el valor y cuál era el sentido conservarlo o no. Y si tenía un sentido de tipo monetario, inmobiliario, o un valor meramente para la comunidad. Así que hubo que educar, dando charlas tanto en las escuelas, en los museos, en la Junta de Estudios Históricos -a la que estoy vinculada-”. Pero de toda esa movida de recupero de la memoria y del patrimonio regional, no participó sola, hubo todo un equipo integrado, entre otros, por la profesora Silvia Pini de Ayala, “una persona increíble, que fue una de mis primeras jefas”; Liliana Rojas, Ruth Adela Poujade, Angélica Amable, referentes de distintos organismos, y de las carreras de Antropología e Historia de la Universidad de Misiones”.
A su entender, fue un trabajo conjunto que, lamentablemente, no tuvo continuidad. “Se comenzaban los trabajos y, de pronto, faltaban fondos o no había la posibilidad de viajar a las localidades del interior. En el caso de la memoria colectiva, que era muy interesante, por ejemplo, cuando se convocaba a los pioneros para que contaran sus historias, había que ir, explicar, comenzar a contactar a la gente, reunirla. Todo llevaba un tiempo y un esfuerzo que era magnífico, pero que a veces se cortaba. Muchas veces en el equipo de Cultura sentíamos la sensación de que íbamos a una localidad, sembrábamos el interés y después, teníamos que retirarnos. Y a veces, la localidad podía seguir sola, otras no. Es como que quedaba en una ilusión, como que nadie se hacía cargo de seguirlo, desde el municipio o desde la región”, lamentó.
Manifestó sentirse satisfecha con todos esos años de trabajo porque se logró, también a través de la Municipalidad de Posadas, un registro del patrimonio cultural de la ciudad, de los edificios, ordenanzas que en ocasiones se cumplieron y en otras no.
“La situación fue peleada, porque también hay intereses inmobiliarios, que tienen que ver, y que a veces son los que priman, los que son más importantes. Fuimos y somos parte, de toda una generación que luchó y que sigue luchando por el patrimonio cultural en la provincia y en la región”, aseveró la hija Francisco Oleksow y Alejandrina Horianski.
Añadió que, sumado a eso, surgieron algunas cuestiones bastante complejas como lo fue el tema de la estación de trenes o la defensa de la plaza 9 de Julio cuando debajo querían construir un estacionamiento y por lo que hubo que “salir a luchar a campo abierto. Y de pronto, enfrentarse a las autoridades que tenían otras decisiones ya tomadas. Otros negocios arreglados. Entonces eran posturas como complicadas de negociar, sobre todo cuando una no estaba con la clase política. Hablábamos de la comunidad, del valor de lo regional, del valor de la memoria, y de pronto la política no nos acompañaba, no estaba a la altura de lo que realmente la gente quería. En muchos casos salimos airosos, pero fueron peleas bastante fuertes”.
Sostuvo que lo de la estación de trenes fue una lucha muy grande y contra un organismo “monstruo” como lo es la Entidad Binacional Yacyretá (EBY). “Fueron casi dos años de idas y venidas, se llegó a un recurso de amparo en la Justicia Federal, no conseguimos que nos amparen realmente por una serie de maniobras. Tampoco se logró que se declare Patrimonio Histórico Nacional, que hubiera sido otra alternativa para que eso se mantenga.
Pero luchó muchísima gente, de la universidad, vecinos, gente que trabajó en los ferrocarriles, se hicieron abrazos a la estación. Creo que nunca se luchó tanto por un edificio como por ese. Pero, entre gallos y medianoche lo terminaron derribando y haciendo una réplica. Fue una cosa inentendible”, narró. Y lamentó que los directivos de la EBY no los recibieran. “No éramos unos facinerosos, éramos vecinos, y entre ellos había algunos reconocidos, profesores universitarios de gran valor como Graciela Cambas, Yolanda Urquiza, Nilda “Capi” Brañas de Poujade, y sin embargo no fuimos recibidos”.
Nada de arrepentimientos
A pesar que el camino en España era más fácil, porque todo estaba armado, Oleksow decidió volver a Misiones para intentar trabajar otros temas en una provincia donde el único que “se tocaba y que se reconocía como valioso, eran las Misiones Jesuíticas. Buscaba hacer entender que, además de las Misiones Jesuíticas, hubo otros momentos de ocupación territorial en la provincia, de población, que también merecían ser reconocidos como la etapa de los inmigrantes, la aborigen, la arquitectura del siglo XIX y XX que sería Posadas e inicios de ciudades de varias localidades del interior. Todo eso había que armar. Por eso no me arrepiento de haber vuelto. Ahora las cosas están muy cambiadas por el COVID-19 pero en su momento, veías en Europa una cultura que avanzaba hacia la recuperación del patrimonio muy fuertemente. Cosa que a nosotros no nos pasaba”, explicó, quien atribuye su espíritu de lucha, a su abuelo polaco, Gregorio Oleksow, al que no conoció y del que muchos años después, “supe -no me lo querían contar-, era anarquista. Creo que saqué de él esa cosa de luchar por la justicia, por lo que tiene que ser, y me trajo muchos problemas”.
Capillas, una investigación increíble
A su regreso del viejo continente y al volver a recorrer los caminos de la provincia, Oleksow empezó a descubrir junto a Marcial, la riqueza que encerraban las capillas de madera, esas pequeñas construcciones, perdidas en el paisaje, que tenían que ver con la memoria de los inmigrantes. Y así, surgió la idea de investigar ese tema, que no resultó nada fácil debido a la falta de apoyo. “El primer y más importante envión fue el que nos dio el Fondo Nacional de las Artes. En la provincia, a todos les interesaba el tema, pero, ¿quién ponía el dinero? para viajar, para estar, para tener un fotógrafo. Nadie. Es como que todo estaba muy lindo, pero Cultura de la provincia no se podía hacer cargo de esa investigación”, dijo. Con el puntapié inicial del Fondo de las Artes hicieron el relevamiento de 33 capillas, que encontraron en ese momento, lo que no quita que pudieran haber muchas más. En 2010, casi diez años después, el Consejo Federal de Inversiones (CFI) “nos dio una posibilidad mayor, de poder formar un equipo con antropólogos, historiadores, y armar un documental sobre las capillas de madera. Pero eso implicó que se debiera recortar el proyecto y quedarnos sólo con diez capillas por motivos presupuestarios. Es lo que se presentó, y es por lo que todavía seguimos luchando para que se declare patrimonio histórico municipal, en muchos casos, provincial y nacional”.
Ese camino todavía está abierto y “estamos en tratativas. Ahora la Comisión Nacional de Museos, que antes era una entidad muy cerrada -solamente entraban como museos nacionales edificios emblemáticos muy importantes-, acepta a la arquitectura más modesta (en adobe, en madera, de la cuestión cotidiana).
Como eso está aceptado queremos a través de esa ventana ver la posibilidad que se declare patrimonio histórico nacional. Así que estamos tras eso. Son negociaciones a veces difíciles, que la gente no las ve como algo a corto plazo o como un aporte dinerario inmediato. Es como que todo eso hay que tramitar, entrar en un circuito, hay toda una serie de cuestiones, pero creo que de todas maneras vale que sean declaradas patrimonio histórico provincial y nacional”. Para la arquitecta, el de las capillas fue un trabajo increíble. Sostuvo que en Wanda y en Lanusse, por ejemplo, están las capillas de “Nuestra Señora de Czestochowa”, y la del “Sagrado Corazón de Jesús”, ambas de origen polaco que, “cuando una encuentra la comparación, son realmente como la copia fiel, la inspiración de las capillas de los montes Tatras, en Polonia, sólo que, con nuestra madera, nuestros colores, que son más vivos, de nuestra zona, que también tiene que ver con Brasil, con la influencia y mixtura de esa cultura brasileña”.
Destacó el amor de la gente en esas capillas, por conservarlas, por mantenerlas. En algunos casos, tuvieron que brindar charlas en las comunidades a fin de concientizarlas. Por ejemplo, Cerro Azul tiene una capilla en Picada Polaca, a la que estaban por tirarla abajo para hacerla más amplia. Entonces, “hubo que hablar, hacerles entender que eso tenía un valor. Son trabajos que llevan mucho tiempo y mucho trato con la comunidad, eso a veces no tiene medida, no tiene un tiempo. No es levantar un plano, sacar una foto. Tenés que quedarte, hablar, saber que piensan, ver lo que quieren, ver a los referentes que construyeron esas iglesias que en algunos casos todavía están vivos”.
En la zona del Alto Uruguay existen capillas como la de Colonia Alicia y de Puerto Londero, que tienen historias increíbles. Al llegar a Londero, “que hoy es la nada, la comunidad te cuenta lo que fue eso: un gran establecimiento maderero que en la década del 60/70 se empezó a venir abajo. Después la familia Londero, explica lo que fue ese emporio, cómo fueron quedando sin tierras”.
Es así que detrás de la capilla “viene toda la historia real de esas familias, de esas comunidades, sus luchas, y también políticas económicas. Se puede percibir hasta qué punto influye un producto y tener gente trabajando en un aserradero para poder mantener a toda una estructura como fue en su momento el aserradero de los Londero que, después, por inundaciones, por el fallecimiento de uno de los dueños, todo se fue viniendo abajo”.
Así cada capilla con su historia. Otra muy interesante, es la ortodoxa rusa de Gobernador López. Esa comunidad llamó al equipo de trabajo para que hiciera el relevamiento y quería que se declare patrimonio histórico. Mientras otras comunidades, prefieren no hacerlo. “Otras directamente se niegan, no ven como una cuestión que los favorezca. En esta de Gobernador López había unas señoras mayores que estaban a cargo de la biblioteca, que tenían también a cargo, la capilla. Eran del patriarcado de Nueva York, es decir la iglesia rusa en el exilio, que está a favor de los zares. Existe otra capilla rusa del patriarcado de Moscú. Hay un enfrentamiento ideológico y político muy gracioso, en el sentido que es un pueblo perdido de Misiones donde tienen dos iglesias de la misma religión y enfrentadas, con tendencias políticas diferentes. Lo desconocía y me parece muy interesante”, manifestó Oleksow.
En Santa Rita se levanta una capilla luterana, de la Congregación San Pablo, que fue construida por dos familias. La Subsecretaría de Cultura de la provincia y otros organismos intervinieron para que sea declarada patrimonio histórico pero “tanto el pastor como la comunidad no lo quieren hacer. Si no hay una ventaja económica, no quieren ser patrimonio histórico. Es una pena porque significa que se puede desarmar en cualquier momento, la pueden tirar abajo, y se pierde la historia. Y no entienden que, de pronto, el único interés era mantenerla.
Son esas cuestiones de tipo inmobiliarias o económicas que no cuadran a veces, o hay que negociar más delicadamente para la conservación del patrimonio”, reveló, la profesional, mamá de Malén e Iván.
Expresó que casi todas estas edificaciones cuentan en las inmediaciones con un galpón donde se hacen las fiestas, los asados, los bailes. “Que haya gente que todavía conserva esas tradiciones, es muy conmovedor. Creo que habría que movilizarse más a través de los organismos provinciales para que todo eso se sostenga, se mantenga. Ahora hay más interés. Fueron 25 años de trabajo que se llevaron de manera sostenida, no sólo por Cultura de la provincia sino también otros organismos como el Instituto Montoya, la UNaM, la Junta de Estudios históricos, siempre interesados en esa cuestión de la historia regional y un poco empujando esos proyectos y sosteniendo el interés de los investigadores”, aseveró.
En Gobernador López existe un cementerio en el que todavía se practican los ritos rusos y ucranianos. Los vecinos contaron que una semana después de la fiesta de Pascua de Resurrección, “se visita el camposanto y se hace una comida con los muertos. Se coloca un mantel sobre la tumba y se comparten los mismos alimentos que en la casa estuvieron en la mesa de la pascua familiar. Son ritos que uno cree que están perdidos pero solamente es cuestión de entrar, de meterse en las comunidades. En eso estuvo la ayuda impensada de los antropólogos, que tienen otra mirada, para ver qué es lo que todavía se puede rescatar, que es lo que todavía está, cuáles son los valores”. En un cementerio de Picada Polaca, por ejemplo, en la jornada de la fiesta patronal los fieles visitan las tumbas, ante las que se desarrollan una serie de ceremonias y homenajes. “Todas son cuestiones que de pronto pensamos que están perdidas. Pero se encuentran vivas, vigentes, y espero que siga así”, subrayó.
Mucho por hacer
Con tantas experiencias sobre sus hombros, en lo personal, a Oleksow le interesaría que el tema jesuítico se amplíe. Entiende que se trabaja mucho en San Ignacio, Santa Ana, Loreto, Santa María y, ahora, Corpus, pero hay muchas Misiones Jesuíticas que quedaron olvidadas. “Está la de los Mártires del Japón, cerca de Itacaruaré, que está debajo de un monte, y eso se debería empezar a rescatar. Otra cosa que me gustaría y que desde que estuve como directora de Patrimonio Cultural insistía y no se logró, es armar equipos locales. Acá tenemos gente muy preparada que debería estar trabajando en esos temas, desde turismo, historia, arquitectura, restauración”, sugirió.
Indicó que ahora, felizmente, un equipo está trabajando muy bien en Corpus. “Eso es bienvenido, y debería replicarse en las otras que tal vez están olvidadas, como la de Mártires del Japón, que es oro en polvo. Tiene un tipo de estructura como en declive porque así se presentaba el terreno. Está armada con la misma tipología arquitectónica que las ciudades jesuíticas pero en un relieve”, adelantó. Insistió con que cada patrimonio es único. “Por eso me gustaría que se complete un trabajo, y con gente de la provincia. Es muy duro, cuando estábamos trabajando y venían los expertos de Nación, era como que nosotros no existíamos”.