Lic. M. Florencia Goncalves,
comunicadora y promotora de proyectos
Las mujeres rurales conforman el 43% de la mano de obra agrícola a nivel mundial. Son imprescindibles para brindar seguridad alimentaria y erradicar la pobreza rural ya que labran la tierra y plantan semillas para alimentar a naciones enteras.
Sin embargo, sólo en América Latina, se estima que cerca del 85% de las horas que trabajan las mujeres rurales, es trabajo no remunerado.
En Misiones las chacras conjugan espacios de producción y de vivienda en los que la organización cotidiana plantea límites difusos. En ese contexto, además de ser las encargadas de las tareas domésticas; las mujeres rurales son gestoras y organizadoras de múltiples labores agrícolas tales como la huerta y el cuidado de animales.
Aún existe una percepción arraigada que cataloga a las tareas productivas realizadas por mujeres como ayuda, apoyo e incluso continuidad de lo doméstico. No existe un reconocimiento de su trabajo como aporte directo al desarrollo productivo de las chacras. La fabricación de quesos, pickles, dulces u otros productos que en la mayoría de los casos no sólo son consumidos por la familia, sino que se producen además en cantidad para la venta en mercados locales, es un claro ejemplo de esto.
Esta cuestión de la participación femenina vista como función de apoyo, excede el ámbito de la chacra y se traslada a los mercados. Las ferias francas, que este año cumplen 25 años, conforman actualmente un espacio con alto nivel de participación femenina. Pero, en muchos casos, se siguen replicando modelos históricos que impiden el acceso de las mujeres a la gestión directa de los recursos económicos, ya que la comercialización sigue concentrándose en manos masculinas.
En grandes cadenas de producción la participación femenina también está invisibilizada.
Aunque en territorio se observa que las mujeres participan activamente de todas las etapas del calendario de cultivo del tabaco (desde los almácigos hasta el enfardado para la venta) y además, en muchísimos casos lideran la producción, las cifras denotan que la mayoría de productores formalmente registrados son hombres.
El registro formal como productores no es un dato menor ya que son los hombres quienes toman las decisiones sobre la unidad productiva, acceden de forma directa a la información y capacitación agrícola, reciben la remuneración, accediendo a beneficios y financiación, etc.
En el caso que las mujeres rurales accedan a un trabajo, suelen ser esporádicos y a tiempo parcial, recibiendo salarios inferiores, a pesar de contar con la misma experiencia y cualificación que los hombres. En este sentido la falta de sindicalización podría ser uno de los tantos factores determinantes.
El rol de las niñas
A diferencia de sus pares varones que participan mayormente en actividades productivas, las niñas suelen ser responsables de tareas domésticas y del cuidado de sus hermanos, sean éstos menores o mayores de edad.
Incluso en algunos parajes misioneros, las niñas continúan cumpliendo un rol fundamental en cuanto al acceso al agua para consumo, ya que son las encargadas de trasladarla desde arroyos o pozos hasta sus chacras.
Estas tareas, sumadas a otras cuestiones, las lleva a ausentarse de las escuelas, abandonando parcial o totalmente sus estudios. En consecuencia, las niñas reciben educación formal durante menos años que los varones.
Desigualdad de oportunidades
En pleno siglo XXI la desigualdad sigue afectando a las mujeres rurales, y no únicamente por la condición de ruralidad en sí misma, sino también por las barreras estructurales y las normas y mandatos sociales discriminatorias.
A pesar de ser tan o más productivas que los hombres, generalmente ellas no disponen equitativamente del acceso a los servicios públicos (educación, salud, agua, saneamiento, etc), así como tampoco a la propiedad, créditos, insumos agrícolas y/o mercados. Sumado a lo anterior, tienen un poder limitado en la participación política y espacios de decisión dentro de sus comunidades y hogares.
El desafío
Es urgente reconocer la participación femenina en los ámbitos productivos, entendiendo que las mujeres rurales no colaboran, ¡Trabajan! Sin dudas, el esfuerzo del Estado debe ahondar sus esfuerzos, centrándose en la necesidad de propiciar espacios legítimos de participación, en los que ellas tengan real poder para la toma de decisiones.
Espacios que les permitan el acceso a la formación e información técnica, empoderándolas en su carácter de productoras y gestoras de unidades productivas.
El 43% de la mano de obra
El 18 de diciembre de 2007, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas estableció el 15 de octubre como el Día Internacional de las Mujeres Rurales con el objetivo de reconocer a la mujer rural por su contribución en el desarrollo rural y agrícola, la erradicación de la pobreza y la mejora en la seguridad alimentaria.
En la declaración inicial, la organización hace un llamamiento a los estados miembros para mejorar la condición de las mujeres rurales, prestando atención a sus necesidades, y también para empoderarlas en el ámbito social, económico y político.
Según cifras de la ONU, las mujeres rurales conforman un 43% de la mano de obra.