La vi por primera vez en una película estaba sentada en una roca mirando el mar, absorta en sus pensamientos, analizando el final de la última novela que había leído. La miré y me llamó la atención su serena paz, sus ojos luminosos disfrutando el mar, entregándose a ese momento.
Ella era Florence Green, una mujer todavía joven de unos 40 años, que había enviudado hacía 16 años, amaba a su esposo y siempre lo sentía a su lado, la soledad nunca pudo tocarla pese a que vivió sola desde que él falleció.
Florence tenía un sueño: abrir una librería en una vieja casona abandonada en el pueblo donde se había mudado. La casona estaba muy deteriorada, era una locura, pero la compró y la fue arreglando, acercándose cada vez más a su objetivo. Estaba decidida, perseguiría su sueño sin importar los obstáculos y nada ni nadie la detendría.
A las personas se las conoce por medio de sus actos, un día escuché cómo se presentaba Florence en una fiesta a la que había sido invitada y donde nadie la conocía, ella dijo: “Soy Florence Green, la que abrirá una librería”. Eso la definía por completo, no dijo “la que quiere abrir una librería”, ella es “la que abrirá”.
O como cuando se fue a dormir a la casona aunque todavía era una ruina tenebrosa, o cuando tocaba las paredes imaginando la librería ya abierta. Hay personas con sueños, con fuertes convicciones que no buscan dañar a nadie sólo seguir su voz interior hasta donde ésta la lleve.
Esas personas son las que sin decir nada inspiran a las demás, como pasó con el Sr. Brundish, que por años se pasó encerrado, odiando a los “humanos” hasta que la conoció. Un día la miró y le dijo: “usted me hace creer en cosas que había olvidado” y es que el valor contagia, despierta corazones.
Muchos obstáculos tuvo que enfrentar Florence pero abrió su librería, estaba sola y su entusiasmo era tal que las manos colaboradoras aparecieron. Es que cuando tenemos un sueño, cuando lo vemos y lo vivimos, cuando podemos transmitirlo, ese sueño cobra vuelo y es un poco de todos y por eso las manos aparecen.
Pero hay otro tipo de personas como Violet Gamart que en vez de brillar con luz propia se dedican a controlar, imponer y ejercer su poder para su propio beneficio o capricho, sin importarles cuánto daño puedan hacer, este tipo de personas no inspiran pero tienen muchos seguidores, personas que por miedo la apoyan sin darse cuenta que se debilitan más al obedecerlas.
La Sra. Gamart era muy influyente, todo lo digitaba y cada cosa que pasaba en el pueblo debía contar con su aprobación o no se hacía. Ella tenía otro destino en mente para la Vieja Casona, para ella sería una Galería de arte y como Florence no cambiaba de opinión usó su poder, influencia y relaciones para expropiarle la casa donde tenía su librería y obligarla a cerrar.
Acudió a las argucias más sucias como lograr que se dictara una ley sólo para eso, poner una persona como espía, financiar a otro para que ponga una librería y le haga competencia.
Como dijo Miguel de Cervantes Saavedra en su libro Don Quijote de la Mancha: “Ladran Sancho, señal que cabalgamos”, y es que las personas que brillan con luz propia sin dañar a nadie, les muestran a las personas como la Sra. Gamart, lo pequeñas que son.
Recuerdo aún esa fría mañana, con bastante neblina, Florence arriba de la lancha con su maleta, Cristin, la niña que la había ayudado a atender la librería y a quien ella le había transmitido el amor por los libros, estaba ahí despidiéndola, intentando decirle lo mucho que ella significó en su vida, que siempre la recordaría.
Esto es lo que las personas mezquinas y obsesionadas por el poder nunca van a conocer, el valor enorme y maravilloso de conquistar corazones, de unir voluntades que se suman por convicción y no por miedo. A personas como Florence pueden arrebatarle una librería, pero nunca sus sueños ni sus ideales.
Cuando perdemos, nunca perdemos si valoramos lo hecho, el paso dado, las dificultades que afrontamos, el valor de haberlo intentado y nos permitimos ver cuál es el punto de mejora, saldremos fortalecidos, llenos de aprendizaje, con mayores certezas y habilidades adquiridas, con nuevas fuerzas para volver a intentar.