Es por ello que les invito a reflexionar sobre la importancia de cuidar nuestro interior cultivando la paz interior y la social. El hombre moderno radica la causa de su falta de paz o estado de paz interior, en el mundo externo.
Esto repercute directamente en la sociedad lo que se manifiesta en un permanente reclamo y queja. Cada vez que las condiciones exteriores – sociales, económicas, laborares – se van deteriorando surge una mente insatisfecha y necesitada de paz.
Sin embargo, es importante destacar que todo aquello que viene del exterior, nunca aportará una paz duradera a nuestro corazón. Las condiciones externas van cambiando cada día y el verdadero arte está en conservar la paz del corazón aún frente a esas situaciones cambiantes que nos rodean, y lo que es peor aún no están bajo nuestro control.
Una de las claves para lograr la paz interior, es tomar consciencia de que la verdadera paz, nace del corazón y se nutre con el desvelo de todos los días, con pensamientos y actitudes positivas que van sustentando nuestra paz. Es esa paz que vamos compartiendo con nuestros seres queridos – y que irradiamos en nuestra sociedad.
En este sentido, cada uno es dueño de la realidad que vamos construyendo entorno a nosotros mismos. La verdadera paz viene de la convicción de que fuimos creados para ser felices y compartir esta felicidad con nuestros seres queridos, transformando nuestro mundo exterior desde la paz que nace del corazón.
La alegría y la paz genuina no son frutos de las cosas que adquirimos en la vida, tampoco de las personas que nos rodean, sino que es la construcción que cada uno genera en su manera de enfrenta la vida y cómo la comparte con los demás.
San Pablo en su Carta a los Filipenses nos dice: “La paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús”. (Fil 4,7).
La fuente de la paz verdadera es el mismo Dios y está por encima de todo pensamiento humano. Y esta paz se alcanza cuando nos abandonamos en manos de Dios, aún cuando estamos invadidos por los temores, problemas, incertidumbres e inquietudes, que a menudo son resultados de una visión parcial de la realidad.
Cuando confiamos en Dios, la paz de Dios nos da tranquilidad y seguridad en la vida. Para alcanzar la paz San Pablo nos invita a entregar nuestros corazones a Dios en fe y oración: “No se angustien por nada. Más bien, en cualquier situación, mediante oraciones y ruegos y dando gracias, háganle saber a Dios sus peticiones…” (Fil 4, 6).
La confianza en Dios en medio de las adversidades de la vida nos regala la paz al corazón. Que este tiempo difícil que estamos atravesando como sociedad, sea una oportunidad para fortalecernos espiritualmente como personas, acercándonos a Dios con fe y confianza, poniendo nuestra esperanza plena en un Dios que todo lo puede. Y como nos asegura San Pablo cuando creemos en Dios, la paz de Cristo Reinará en nuestros corazones.
Que esta hermosa bendición sacerdotal que pronuncia Moisés en el libro de los Números sobre Araón nos anime a llenarnos de la paz que viene de Dios y compartir esta paz con nuestros seres queridos en nuestra vida de cada día: “El Señor te bendiga y te guarde; el Señor te mire con agrado y te extienda su amor; el Señor te muestre su favor y te conceda la paz”. (Números 6:24-27)