Una encuesta realizada en Argentina por un equipo de profesionales de salud mental, hecha a más de diez mil personas, concluyó que alrededor de un tercio de todos los encuestados atravesaba un estado depresivo o ansioso significativo. Según los expertos, en la medida de la extensión de la cuarentena aumentará también la cantidad de personas padeciendo esta sintomatología.
Esto se ve reflejado en el alto grado de ansiedad con que las personas llegan a la consulta. Me refiero a desbordes, preocupaciones y miedos excesivos y continuos en situaciones que si bien son conflictivas, anteriormente no registraban tal intensidad.
Los estados de ansiedad nos juegan malas pasadas complicando el panorama del que se trate. A veces cuesta intervenir en estos desbordes desde las narrativas, porque la mente arma su propio cuentito, su posicionamiento y ante tal intensidad se cierra más y más.
Lo curioso es que, la mayoría de las personas no lo advierte. Tal es así que ni siquiera registran la respiración alterada propia de estos estados. Una buena manera de tomar conciencia de ello es observando nuestra corporalidad, respirar profunda y lentamente para centrarnos y comenzar a entender.
La ansiedad en el plano físico se percibe como la sensación de estar mal ubicado -en tiempo y espacio-, más allá de lo que está sucediendo.
La mente trasciende el cuerpo y se sitúa en un espacio en el que nada es seguro, nos quedamos imaginando lo que no está sucediendo, en un espacio de inseguridad y temor, en el que no hay de donde agarrarse porque no existe.
La ansiedad nos lleva a vivir en un estado permanente de peligro, de amenaza con que algo va a suceder: el vecino nos va a engañar, el hijo nos va a defraudar, alguien no nos va a responder, el socio va a ser desleal, la pareja va a ser infiel, el compañero nos va a traicionar, la otra parte no va a cumplir el acuerdo y así podría enumerar miles de situaciones que vemos a menudo.
Todo esto está en la mente y si no la traemos de vuelta con el pulmón, con una buena inhalación profunda, quedaremos enganchados en esa realidad que creamos que, al único lugar que nos lleva, es a estar a la defensiva, apartados del resto, desconfiando y reaccionando.
La ansiedad hace que la mente no nos permita conectar con la vida, con nuestro lugar. Es la incapacidad de vivir el presente.Ante un estado reiterado de ansiedad es necesario acudir a un profesional en la materia, sin perjuicio de ello realizar una profunda respiración consciente para conectar y entender lo que sí está sucediendo es una buena acción para no perder energía.
La energía está en el presente, vivir en estado de ansiedad nos la quita. Quien la padece se “pre-ocupa” todo el tiempo y atrapado en ese lugar de “lo que puede llegar a pasar” no puede “ocuparse” de lo que sí está sucediendo en el presente. No te quedes atrapado en lo que NO es.