Dos años atrás, Marcelo Bielsa, el extécnico de Newell’s Old Boys, Vélez Sarsfield, las selecciones de Argentina y Chile, del Athletic de Bilbao y el Marsella, llegó a Inglaterra para dirigir al Leeds United, el equipo emblema de la ciudad ubicada en la región Oeste del condado de Yorkshire.
El 17 de julio su equipo ascendió a la primera división, y al día siguiente, aún sin jugar, salió campeón. El club estuvo dieciséis años en los torneos de ascenso. Llegó a estar hundido en la tercera división y a punto de desaparecer por malos manejos económicos. Una pesadilla para los hinchas cuyo equipo llegó a ser uno de los mejores de Europa.
Dicen que en pocos lugares del mundo un club tiene tanta incidencia en la vida de una ciudad como es el caso del Leeds. Bielsa pudo recobrar el orgullo de los habitantes donde el fútbol es todo. Ya lo consideran una leyenda.
La historia triunfante del argentino por aquellas tierras estuvo a punto de fracasar, porque el año pasado luego de extenuantes 46 fechas, cuando parecía que iba a poder ascender directamente, su equipo se quedó “sin nafta” en el tramo final del torneo. Una decepción colosal. La esperanza del Leeds se escapó de las manos cuando estaban a metros de la línea final.
Pero las ganas de revancha de Marcelo (tal como pasó después del Mundial de Corea-Japón 2002), que lo llevó a ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, la confianza que depositaron la gente y las autoridades del club, hicieron que el proyecto tuviera un final feliz.
Una historia que conecta a la ciudad de Rosario con Gran Bretaña. Un vínculo impensado entre un partido de México 86 y otro que en el camino hacia la gloria del equipo de Bielsa, ató cabos con aquella gesta futbolística de la selección de Bilardo. La historia del “hombre humilde” que conquistó Leeds con su trabajo, y a pesar de su status, con su impronta de hombre común y corriente.
Honor al juego y al rival
Hace poco más de 34 años, aquel 22 de junio de 1986, la selección de Argentina le ganaba a los ingleses con el grandioso gol, y con aquel hecho con la mano por Diego Maradona. Futbolísticamente los ingleses se sintieron doblemente humillados. Porque medio equipo quedó en ridículo por un solo jugador contrario y también porque perdieron el encuentro gracias a la trampa, a la deslealtad.
Ese partido fue inolvidable para ambos. Para los argentinos, por la Guerra de Malvinas, que de alguna manera fue una revancha pírrica (nuestra nación fue derrotada en una contienda irracional orquestada por los militares, mientras que ellos solamente quedaron afuera de un mundial).
En un extremo Argentina sufre y sufrirá a sus muertos en batalla, mientras que en el opuesto los hinchas aún se deleitan con haberlos dejado fuera de México 86.
Por un lado los británicos le dan mucha más relevancia a lo que padecieron en la Segunda Guerra Mundial que con The Falklands War (la guerra de Malvinas), y por el otro, los hinchas rememoran a Maradona como “scumbag” (basura, escoria) por esa tramposa “mano de Dios”.
¿Se pueden reparar los efectos de una guerra? Nunca. ¿Alguien puede limpiar la imagen que el hincha inglés tiene de los argentinos? Es probable. ¿Tiene alguna relevancia? Ninguna, sólo es algo anecdótico. Pero de hecho Bielsa hizo algo impensado y tal vez nunca visto en el fútbol. Dejó un ejemplo de honestidad en la cancha. Sin pensarlo se ganó el respeto de los aficionados y tal vez haya limpiado ese “pecado” cometido por Diego aquella vez. Tan sólo fue coherente con lo que siempre pregona, tal como dicen quienes lo conocen. Nunca engañar ni sacar ventaja de forma desleal.
“¿Qué demonios sucede?”
En el torneo del año pasado, el Leeds United se jugaba los puestos de ascenso directo. Era el 28 de abril, la anteúltima fecha, la 45, debía ganar pero sucedió lo impensado. Un jugador del equipo rival, el Aston Villa, quedó lesionado en campo, el árbitro no pitó falta.
La mayoría de los jugadores de ambos equipos entendieron que por lealtad al juego debían tirar la pelota afuera para que atendieran al jugador. Los del Aston Villa se quedaron estáticos, un jugador del Leeds tiró el balón hacia el campo rival pero su compañero, Matías Klich, corrió tras él, disparó al arco, convirtió el gol y el árbitro lo convalidó.
Se desataron los forcejeos y golpes contra Klich dado que los jugadores del Aston Villa quedaron muy molestos por la ventaja antideportiva que había ocurrido. El Leeds era local y el estadio se venía abajo de la euforia. Pero en medio de ese pandemónium había alguien que estaba en otra sintonía.
Muy ofuscado por lo que había pasado, Bielsa ordenó a sus jugadores que apenas los contrarios movieran desde el centro del campo se dejaran hacer el gol. Y así fue, un solo jugador, Pontus Jansson, contrariado por la orden que vino desde el banco, corrió como para evitar que le convirtieran. “What the fuck is going on” (que mierda está sucediendo) gritaban los hinchas.
El partido terminó uno a uno, y el Leeds no pudo ganarse el lugar directo a la Primera División. Tampoco lo lograría en la liguilla que se jugó después entre los que quedaron entre la tercera y la sexta posición.
Para Bielsa hubiera sido imperdonable haber ganado de esa forma. Si así ocurría, lo más probable era que hubiera renunciado. Alguna vez mostró su exigencia ética cuando hizo una crítica a un encargado de obras de un club. La administración analizaba despedir al empleado por su falla, pero Bielsa dijo: “Si hacen eso primero renuncio yo”.
Esto que ocurrió era algo muy distinto a lo que Don Revi, una leyenda del club que dirigió al equipo entre los años ‘60 y ’70 pregonaba. Para él los partidos había que ganarlos como sea, no importaba si había trampa, patadas o golpes. Debido a esto el Leeds se forjó una mala reputación en el fútbol inglés. “Dirty Leeds”, el sucio Leeds, fue el mote con el que fueron bautizados.
Bielsa hizo algo totalmente opuesto y ciertamente, aunque seguramente no pensado así, estuvo en línea con lo que el dueño del Club, el italiano Andrea Radrizziani buscaba. Necesitaban “un cambio cultural” cuando lo contrataron como director técnico y eso llegó de la mano del “Loco”.
Pero también tuvo su mancha. En enero de 2019 debían jugar contra el Derby County y tres días antes se supo que Marcelo Bielsa había mandado a uno de sus ayudantes a espiar el entrenamiento del rival. “Es algo común en Sudamérica” esgrimió.
Ante las críticas y el revuelo que se armó, luego de ganarle al Derby llamó a una conferencia de prensa. Se corría el rumor que presentaría la renuncia, pero convocó a los periodistas para explicar el profundo análisis que hacía de cada uno de los equipos. “No traté de sacar una ventaja deportiva deshonesta; lo hice porque no es ilegal ni viola ninguna ley específica”.
Autoridades del fútbol inglés decidieron aplicarle una multa al Leeds de 200 mil libras esterlinas, porque en el estatuto figuraba un punto en el que se mencionada que cada equipo debía competir con la mayor lealtad posible. Bielsa pagó de su bolsillo la multa.
Mucho antes del ascenso del Leeds, la ciudad había volcado su total confianza en Marcelo. Artistas urbanos como Andy McVeigh comenzaron a pintar murales que dejaban en claro el impacto del estilo de fútbol del recién venido director técnico. En inglés: “In Bielsa we trust” (En Bielsa confiamos). Y en español: “Vamos Leeds Carajo” (que emulaba al Vamos Newell’s Carajo), comenzaron a verse en paredes de la ciudad. En un pub comenzaron a vender la “Bierelsa”, la cerveza de Bielsa. La idolatría futbolística no tenía límites.
Cuando en la segunda temporada el Leeds se encaminaba seguro al ascenso, un hincha forjó una estatua de metal con la imagen del técnico. Pensaban ponerla cerca del estadio pero al saber que él no iba estar de acuerdo finalmente la pusieron en subasta para fines benéficos. Y una peatonal comercial también fue bautizada con su nombre “Marcelo Bielsa way”.
Pero haber sido la pieza clave que mejoró a los jugadores y lograr la vuelta a primera división al club, es sólo lo que está en la superficie de lo que representa hoy el argentino para los habitantes de Leeds. Una persona fuera de lo común, que vive de una forma modesta, camina cinco kilómetros para ir hacia los entrenamientos, hace las compras en el supermercado del barrio, se saca fotos con los hinchas que lo encuentran en la calle, toma el colectivo.
Todo esto de parte de una persona que es admirada en el mundo de fútbol por su metodología de trabajo y principalmente por sus valores. No le da lugar al “vedetismo”, prefiere el buzo que los trajes, mezclarse entre los locales y vivir como ellos a pesar de los millones de dólares que gana por año.
Si bien no reniega de lo que cobra, suele decir que el fútbol paga cifras descomunales. Pero su pasión no es el dinero, es la sangre y la adrenalina de una pelota, el césped y los hinchas. En cada conferencia de prensa que daba dejaba frases que dejaban pensando a todos. En las redes sociales alguien llegó a decir: “Por favor que alguien tome nota y guarde. Es oro puro”.
Hace pocos días le dedicaron una carta abierta y en algunos de esos fragmentos podía leerse: “En un mundo donde las vidas son medidas por los ‘me gusta’ de las redes sociales, donde lo privado es irrelevante y la vanidad no sólo se espera, sino que se aplaude, usted fue nuestro salvador. ¡Gracias! Gracias por el arduo trabajo, gracias por la honestidad, gracias por la humildad, gracias por su confianza innata en la capacidad de los hombres. Gracias por mostrarnos un camino que muchos sintieron que se perdió hace mucho tiempo… Señor Bielsa, hace dos años llegó a nuestras vidas en un momento en el que todo lo que sabíamos que era correcto estaba siendo desafiado en el mundo…”
“No sólo has devuelto un club al lugar al que pertenece, una comunidad que ha vuelto a la vida, sino que, para muchos de los que te han conocido, les has dado el deseo de volver a ser una buena persona… Un equipo que era mediocre, de mitad de tabla, fue transformado. El club volvió a encontrar su voz y la ciudad su alma… Gracias nuevamente Señor Bielsa por creer en nosotros y por hacernos volver a creer en todo lo que puede ser bueno para la humanidad. Siempre estaremos en deuda con usted”.
Una historia que unió a Bielsa, ídolo de los “leprosos” de Rosario con Inglaterra. El club fue creado en 1903 por los exalumnos del inglés Isaac Newell. Este llegó a Argentina en 1869. Se recibió de maestro, fundó un colegio y fue quien trajo el fútbol a esa ciudad. Varias generaciones después, el hijo predilecto de Newell’s Old Boys, Marcelo Bielsa, viajó con sus enseñanzas, su “escuela” y triunfó en tierras inglesas.
Y la película aún no termina.
Por Lic. Hernán Centurión