Bien se podría rodar una película sobre la vida de José Manuel Fabio (42). Y no sólo por sus logros más importantes, que casi todos conocen, como fue jugar el Preolímpico 2011 con la Selección de Paraguay y enfrentar a la Generación Dorada de Manu Ginóbili y compañía. Eso fue, si se quiere, un hito. Pero hay mucho más.
La historia del obereño tiene otros detalles que la hacen rica desde el comienzo. Se podría decir que Fabio es un superviviente del básquet. Emergió en una época dura para la disciplina en la provincia, sin siquiera la posibilidad de hacer formativas, como marcaría una carrera tradicional. Incluso, ya con 19 años, pensó en dejar el básquet. Y pese a todo, se hizo camino al andar: paso a paso, llegó a jugar varias veces en la Liga Nacional, además de convertirse en un referente del ascenso. El pico fueron aquellos años de protagonismo internacional junto al team del país vecino.
Desde su casa en Oberá, la ciudad que lo vio nacer y a la que considera su lugar en el mundo, Fabio habló con EL DEPORTIVO y repasó en detalle una carrera riquísima, que lo tiene aún vigente con sus 42 años. “El básquetbol me dio mucho más de lo que imaginaba cuando empecé. Nunca se me hubiese cruzado jugar en una Selección. Ni cerca. Fue todo muy loco y muy lindo”, sintetizó el alero, tras confesar su único sueño sin cumplir : “Sólo me quedó pendiente jugar la Liga Nacional con OTC”.
¿Cómo arranca tu historia con el básquet?
Empecé a los 6 o 7 años porque mis dos hermanos, Sebastián y Martín, jugaban en OTC. Ahí nos dirigían Rubén Samber y Oscar Ruíz Díaz. Primero como que no quería jugar, era muy chiquito, pero después empecé a ir y me encantó.
¿Recordás el debut en Primera?
Pasa que cuando llegué a Cadetes, el básquetbol un poco que se cortó en Oberá. Y en esa época no había Liga Provincial ni nada. Sólo existía la Liga Posadeña. Los clubes del interior nos juntábamos a competir de manera esporádica, no teníamos una liga anual. Entonces se jugaba el viejo torneo comercial, que yo jugué cuando tenía 14 o 15 años. Y ahí estaban jugadores de la Primera local.
Una época difícil…
Sí, y cuando terminé el secundario, me reclutó Luz y Fuerza de Posadas para las juveniles. Pero no va que ese mismo año el equipo se baja de la competencia nacional, así que muchos jugadores quedamos sin rumbo. Todo duró muy poco y el futuro era bastante incierto. Yo ya tenía decidido dejar el básquetbol, porque era prácticamente un hobbie para mí, si bien me entrenaba por mi cuenta y hacía lo que podía para mantenerme jugando. Y así me fui a estudiar Medicina a Buenos Aires. Hice casi dos o tres años de carrera, después abandoné. Pero estando allá se me ocurrió ir al club Obras. Y me picó el bichito y arranqué de vuelta.
¿Y qué pasó?
Me volví a Misiones y acá AEMO estaba dando sus primeros pasos en la Liga C y Tokio estaba en la Liga B. Y justo cuando vengo a Oberá, se activa también OTC, que arranca en la Liga Provincial con Dante Collavino como entrenador. Dante me ayudó mucho, porque me puso al día después de todo ese tiempo perdido. Volví al ruedo y empezamos también con la Selección de Misiones, con Huevo Bidarra. Y bueno, ahí me picó otra vez la idea de ser profesional.
¿Y cómo llegas a eso?
Cuando tenía 20 o 21 años, fuimos al Argentino que se jugó en Concepción del Uruguay. Era el último año de Zandomeni, con Fulquet, Caramuto, Tarnowyk… un equipazo. Nos fue bastante bien y ahí surgieron algunas ofertas. Yo me había puesto la meta de irme al primer club que tuviera, pero fue una mala decisión. Tenía tres o cuatro ofertas en el TNA y una en la Liga Nacional. Y me decidí por la Liga. Como que el salto fue muy grande. Además tuve una lesión en el hombro y no pude entrenar demasiado. Fue en Obras y, al final, no llegué a debutar en Liga Nacional.
De ahí, partiste a Andino, donde había jugado Manu Ginóbili…
Sí sí, había estado un par de años antes. Después de Obras conocí a mi representante, Fernando Bastide. Y salió la posibilidad de Andino de La Rioja. El club estaba muy mal económicamente, pero yo tenía muchas ganas de jugar. Y de ahí pasé a Peñarol de Mar del Plata, antes de que sea multicampeón y todo eso…
¿Cómo fue esa experiencia?
Llegué con Peñarol peleando el descenso. Y ahí me di cuenta realmente lo que era entrar al profesionalismo. Fue un golpe. Jugar con la presión real de la gente, de los hinchas. Ahí me di cuenta que iba en serio. Logramos zafar del descenso. Fue una buena experiencia.
¿Qué es lo que más recordás de esa primera etapa en la LN?
A mí siempre me habían llamado la atención Ferro y Atenas, dos equipos que ganaban todo cuando yo era chico. Y me acuerdo mucho el primer partido que jugué contra Ferro, en su cancha. No había grandes figuras, pero no dejaba de hacerme ruido estar ahí. Lo mismo me pasó después con Atenas. Tené en cuenta que yo no había hecho el proceso normal de un jugador, no había tenido inferiores. Lo mío fue mucho de autoentrenamiento, por mi cuenta. Y pasar de una Liga Provincial a la Liga Nacional en pocos meses fue un cambio muy brusco. Me tomé ese atrevimiento y, por suerte, me fue bien.
¿Cómo llegás a La Unión?
La oferta aparece después de que zafamos del descenso con Peñarol. La Unión de Formosa estaba en el TNA (N.deR: actual Liga Argentina) y se armó con buenos jugadores. Y pese a que no tenía muchas aspiraciones, nos fue espectacular y ascendimos. Eso fue en la temporada 2004-2005. Y fue una locura. Era un equipo balanceado, de los que más me gustó participar. Ahí no llegué a jugar Liga Nacional. Me fui a Deportivo Madryn, tentado por la posibilidad de sumar minutos, pero al final no jugué lo que hubiese querido.
Ese no fue tu único ascenso…
No, no, porque de Madryn me fui a Independiente de Neuquén, de vuelta al TNA. Tengo muy buenos recuerdos, fue una muy buena temporada y logramos ascender. Y eso hizo que empiece a encaminarme en el TNA. Por eso, en la temporada 2007-2008 me fui a Española de Charata. Y ya para 2008-2009, OTC debuta en el TNA y me vuelvo a Oberá para jugar en el club.
¿Cómo llegás a Paraguay?
Bueno, antes de ese primer regreso a OTC, dirigentes del club América de Pilar me llaman. Me dicen que me seguían de la época de La Unión y que querían que vaya a jugar allá, que estaban buscando un americano y un argentino. La verdad es que no me lo esperaba, pero fue un lindo desafío. Llegamos a la final de la Liga Nacional de Paraguay y perdimos la final contra Sol de América de Asunción.
Después jugaste también en Sol…
Claro, es que de América volví a OTC, después pasé a Sol de América. Hubo muchas idas y vueltas así, porque cuando acá había receso, me iba a jugar a Paraguay. Y viceversa. En esa etapa jugué también en Cerro Porteño, volví al TNA con Monte Hermoso, después en Libertad de Paraguay, en Banda Norte (TNA), vuelvo a Sol de América y después, de vuelta a OTC, Comunicaciones de Mercedes, Olimpo de Bahía Blanca, otra vez OTC y, bueno, ahora con la pandemia, esperando a ver qué pasa (se ríe)…
¿Y la Selección Paraguaya?
El primer año en Paraguay me fue muy bien. También el segundo. Y cuando voy para el tercero, me ofrecen hacerme la ciudadanía y jugar en la Selección. Fue en 2010. Y bueno, en total jugué cinco torneos internacionales con Paraguay, el Sudamericano 2010 en Colombia, el Preolímpico 2011 en Mar del Plata, el Sudamericano de Resistencia en 2012, el Sudamericano en Isla Margarita del 2013 y el Premundial de Caracas, en 2014.
Una experiencia tremenda…
Jugar en una Selección lo cambia todo. Un torneo internacional es otra cosa. Y la verdad que está muy bueno. Por ejemplo, los estadios son imponentes, como el Poliedro de Caracas. Jugar torneos internacionales es algo que me ha regalado el básquetbol. Nunca imaginé que iba a poder jugar en una Selección. Ni cerca. Fue todo muy loco. Nunca imaginé que terminaría siendo así. Fue algo muy loco. Lo disfruté mucho.
De esos cinco… ¿Cuál fue el torneo más groso?
Sin dudas, el Preolímpico y el Premundial. Sucede que para esos torneos, las selecciones van con equipo A. Ya después, para los sudamericanos, Argentina o Brasil suelen ir con equipos B o C. Esos dos torneos fueron muy lindos, además de un Súper Cuatro preparatorio para el Preolímpico que se jugó en Salta. Ese año Paraguay jugó muy bien. Por ejemplo, jugamos contra Puerto Rico, que tenía varios jugadores de la NBA, y lo perdimos en la última pelota. O a Brasil B, que le terminamos ganando. Eso para el básquetbol paraguayo fue muy importante.
En el Preolímpico, por ejemplo, jugaste contra la Generación Dorada… Imagino que fue algo único…
Sí, sí. Ginóbili, Scola, Nocioni… La verdad es que jugaban bárbaro, a un ritmo altísimo, con una perfección en la ejecución de los movimientos… Ese equipo de Argentina jugaba bárbaro, por algo fue lo que fue. Mirá, siempre lo digo, te pueden sorprender ciertas cuestiones atléticas de un jugador, la capacidad de resolver, pero el jugador que más me impactó por lejos fue Ginóbili. Es difícil de explicar, pero dentro de la cancha sentís que hace todo bien, que todo lo hace pensado, con un cuerpo atlético y los movimientos extremadamente pulidos. Es impresionante. De los jugadores que enfrenté, fue al que más me gustó verlo, enfrentarlo. Imaginate que te salga un “¡Güeee!”… es decir, no me salió dentro de la cancha porque estaba concentrado, pero ante Manu, uno se permite un segundo para preguntarse “cómo hace eso”.
Tremendo…
Sí… También recuerdo de Nocioni, otro jugador que también admiro mucho. Es difícil no admirar a toda esa camada. Con Nocioni me pasaba algo similar que con Manu. El tipo juega con mucho temperamento, se nota cuando está al cien por cien. Una intensidad tremenda. Y yo pude comprobarlo, vivirlo dentro de la cancha. Esa fue una experiencia que no se da todos los días. Y lo tengo como un muy lindo recuerdo.
¿Se nota mucho la diferencia con un jugador de la NBA?
Sí, sí, se nota, sobre todo en lo atlético. El básquetbol de alto nivel tiene una combinación que ahora se ve cada vez más, que es la de potencia con agilidad. Antes se jugaban con un ataque estacionado, más cerebral, con pivotes más pesados, jugando al poste bajo. Pero ahora todo es más vertiginoso, es un básquet más vertical. Y un jugador de la NBA hace la diferencia. Es más potente y, visualmente, como anda más en el aire.
¿En qué otros jugadores que enfrentaste notaste eso?
Me sorprendió mucho el mexicano Gustavo Ayón (exOrlando Magic, Milwaukee Bucks, Atlanta Hawks y Real Madrid, entre otros)… Y José Juan Barea (actualmente en los Dallas Mavericks), de Puerto Rico, muy rápido, con muchos recursos…
El jugador de básquetbol… ¿tiene alma de trotamundo?
Yo creo que, más por un deseo personal, es por el formato en sí, sobre todo en Argentina. En nuestro básquet, a diferencia del fútbol, el jugador es dueño de su pase. Y tenés otra cosa: yo jugué en cuatro o cinco clubes que al año siguiente no jugaron más. Entonces eso hace que el jugador no se quede quieto. Yo muchas veces hubiese querido quedarme en algún lugar, pero no se puede, o porque el club no está más al año siguiente o porque cambia las prioridades y, de pasar a pelear por el campeonato, pasa a pelear por no descender.
Un jugador del ascenso, ¿puede vivir del básquetbol?
Depende de muchas cosas. Yo conozco de los dos tipos, de gente que hizo bien las cosas y si bien no está salvada, después del básquetbol vive una vida bastante tranquila. Y hay otros que terminan de jugar el domingo y el lunes tienen que ver cómo siguen su vida. Todos sabemos que los sueldos del básquetbol no son los del fútbol y también que la carrera de un deportista tiene un tope, no se jubila a los 70 años. Yo creo que hoy el jugador es más consciente de eso que antes, de lo profesional, de que ya no es un pasatiempo. Hoy el jugador se dedica, invierte en su preparación, en su alimentación, en su educación financiera. Hay jugadores de la NBA que están en la lona y jugadores del Federal que tienen un futuro encaminado.
¿Es un orgullo haber llegado tan lejos sin hacer formativas?
Es que no me quedó otra. No es que me gustaba ser autodidacta. Y eso me da un poco de pena porque vi muchos jugadores que pudieron haber hecho una carrera mejor que la mía, pero por ahí no tomaron el riesgo o no lo creyeron así. En mi caso, se dio así. Yo hubiese preferido otra cosa. Por eso la competencia local es importante, porque te hace crecer. Yo tuve que paliar eso con el doble de esfuerzo.
¿Cómo pensás que puede crecer el básquetbol en Misiones?
Mirá, no quiero tocar de oído porque no estoy empapado en el tema. Un deseo sería que hubiera una Liga Provincial fuerte, que en Oberá haya más equipos que los dos que actualmente tenemos, que se pueda armar una Liga Regional Obereña y que cada ciudad tenga su campeonato. Yo creo que se puede, pero tampoco me quiero meter en algo que otros quizás están tratando de hacer. Espero que todo eso alguna vez se pueda lograr.
¿Es mucha la diferencia entre la Liga Argentina y la Liga Nacional?
Hay momentos en que sí y momentos en que no. Pero tengo que ser sincero, la Liga Nacional está bastante partida, porque lo económico no es una excepción. Entonces se forman dos pelotones. Si agarrás a San Lorenzo, Quimsa o Regatas y lo comparás con un equipo de la Liga Argentina (N.deR: Segunda, exTNA), si hay diferencias. Pero después también tenés equipos en la Liga Argentina que merecen estar en Liga Nacional. Es el caso de OTC. Ojalá que pueda jugar en la LN, sea por invitación o por ascenso, para tener el básquet más alto en Misiones, en mi ciudad y en mi club. En mi criterio, y aclaro que no tengo nada que ver con la dirigencia, OTC está haciendo muy bien las cosas.
¿Te imaginás en el futuro siendo entrenador de OTC?
No, no. Casi seguro que no voy a ser entrenador. No hice el curso y no creo que lo vaya a hacer. No digo que no me guste la dirección técnica, pero lo que no me gusta es lo que me cansó todo este tiempo, que es andar tantos años sobre la ruta. Ya quiero estar más tranquilo.
¿Te quedó algún sueño por cumplir?
Me quedó pendiente jugar la Liga Nacional con OTC. Cada vez que volví al club, en cada intento, dejé de lado otras posibilidades con la ilusión de salir campeón y ascender. Eso me quedó pendiente.
¿Te imaginás un José Fabio sin básquetbol?
No (se ríe). No me lo puedo imaginar. No sé qué hubiese pasado si hubiese seguido estudiando, quizás hubiese sido un médico apasionado. O tal vez hubiese puesto un taxi. Pero no me arrepiento de nada. El básquetbol me dio la posibilidad de crecer en muchos aspectos, en los triunfos y en las derrotas. Fue un medio para desarrollarme como persona. Todo tuvo un costo, un esfuerzo, nada fue un regalo, pero cuando empecé, nunca imaginé tener una carrera así, con todo lo que me tocó vivir. El básquetbol me dio mucho más de lo que imaginaba en un principio.
Una pasión en la piel
Fabián Agüero está al frente del área de Prensa de OTC. Y más. También es el hombre que lleva en la piel a José Fabio, todo un referente del deporte obereño.
“Me lo hice porque es amigo mío y de mi familia. Imaginate que cuando vino de jugar el Preolímpico contra Ginóbili y la Generación Dorada, me llamó para que vaya a tirar al aro con él”, contó el otro protagonista de esta historia a EL DEPORTIVO, quien tiene en su casa la camiseta de Paraguay con la que José jugó ese partido.
¿Cómo se dio lo del tatuaje? “Hace algunos años, estaba que volvía a OTC. Y le dije que, si volvía, me lo hacía. Él me decía que estaba loco, que no lo hiciera. Él confirmó su regreso a OTC en octubre y yo, para febrero, ya lo tenía hecho”, relató Fabi.
“Y te lo hiciste nomás”, dice que le dijo José cuando vio la obra del tatuador Daian Litter.
¿Y qué opina Fabio? “Fabi venía amenazando, pero no pensé que iba a cumplir. Le dije que era un crimen con premeditación, que tiene una condena más grande porque lo hizo con aviso. La verdad es que es lindo sentir ese cariño de la gente”, cerró el crack. Fotos: Gentileza Fabián Agüero.