El día de la Cultura Nacional Argentina está relacionado, o al menos se ha justificado su ubicación en las efemérides nacionales, en homenaje a Ricardo Rojas. Intelectual, poeta y escritor argentino, que dio inicio a su prolìfica producción hace poco más de cien años. Decía, hacia la primera mitad del siglo pasado, “(…) la argentinidad está constituida por un territorio, por un pueblo, por un estado, por un idioma, por un ideal que tiende cada día a definirse mejor.”
El tiempo transcurrió y lo que más se ha ido definiendo es lo indefinible. Cambios y mutaciones, proponen corrimientos de sentido frente a acciones y acontecimientos, lo que nos otorga una lectura de territorios en tránsitos temporales y de contingencias, por momentos raudo, por otros lento. En este sentido, no coincidimos con Rojas en su lectura de una Argentina en singular, pero si en su propuesta de construirnos con un pensamiento federal, con presencia de todas las regiones. Pensar a la cultura argentina, desde su existencia, nos permite desentramar los posibles rasgos constitutivos de su identidad y en particular en aquello que nos motoriza: el arte y el diseño.
En un país como el nuestro, donde cohabitan un sinfín de rasgos y prácticas culturales, no nos es posible pensarnos de manera homogénea. Debemos de hablar desde un concepto de heterogeneidad por poseer características diversas, ya que tenemos en todo el territorio algo que nos vuelve común y algo que nos diferencia. Esas particularidades que nos identifican, se construyen en el devenir del tiempo, contarán una historia desde lo sucedido en el país en relación al mapa político, social, económico y, en particular para nosotros, al del arte y el diseño. Un relato que debe hacerse desde este tiempo, para poder dar cuenta de cuales son las características que predominan en la cultura, en el arte y en el diseño argentino.
Esos mapas debemos conectarlos con los sistemas de producción del gran aparato de las Industrias Culturales, para entender la inestabilidad que enfrentan el arte y el diseño. Las variaciones de los modelos sociales, políticos y económicos que se presentaron a lo largo de la historia argentina, impactaron en los modos de hacer y generar de los hacedores culturales argentinos: artistas, diseñadores, audiovisualistas, etc.
Esos vaivenes, que por momentos presentan escenarios óptimos en torno a la industria, tienen su contracara frente a las crisis políticas, económicas, sociales y, hoy podemos sumar: sanitarias; que modifican los contextos configurando un pensamiento. En el caso del diseñador argentino, más próximo al “se hace con lo que hay, con lo que viene a la mano”, en el caso del artista argentino “una suerte de inspiración conceptual y política disruptiva”. Ese trabajar/crear desde la falta, y no desde la abundancia, otorga a estos hacedores culturales argentinos ciertas características no sólo en sus modos de producción en torno a la materialización de la cosa, sino en los modos de abordaje y procedimientos al momento de pensar en su hacer. Ya no es posible pensar a un hacedor cultural que no esté conectado o interconectado de manera digital con diferentes puntos del país y del mundo, sumando a la práctica “natural” cotidiana del tránsito transfronterizo en algunas regiones. Estos artistas, diseñadores, audiovisualistas generan materialidades y visualidades desde una hipertextualización en donde confluyen y se entrecruzan discursos de diversos sectores del mundo, anclando de sentido a lo producido en y desde su lugar de origen.
Este construir, ya no circunscripto sólo a lo territorial sino a través de elecciones que se establecen de un modo planetario a través de redes, configura grupos que, aunque no comparten necesariamente un espacio, presentan características parecidas en sus lógicas hacedoras. Lógicas que dan cuenta de una existencia de mínimos recursos que otorgan un tono precario a un hacer que se presenta bajo la forma de aventura, riesgo, imprevisibilidad o interpelación.
Por otra parte, hoy se observa una transición generacional que va dejando lugar a diseñadores, artistas y audiovisualistas con mayor conciencia social, ambiental y que piensan más desde una idea colaborativa que corporativa o individual, y que poseen un alto sentimiento de pertenencia desde una localía inscripta en un pensamiento global. Conformando colectivos interdisciplinarios para ejecutar proyectos, lo que los ubica no sólo como actores culturales sino como agentes transformadores de escenarios sociales, políticos, productivos y, claro está, culturales.
En este devenir de nuestra historia, donde se inscriben estos hacedores culturales, nos permitimos sorprender frente a sujetos que interpelan desde sus modos de hacer, porque saben tomar riesgos, así como adaptarse a los avatares inestables de políticas en procesos. Podemos también, y porque no, arriesgarnos a leer algunos rasgos que identifican a nuestros hacedores culturales argentinos: su alta versatilidad y variabilidad, su ingenio para producir desde lo impredecible e imprevisible, logrando singularidades desde transformaciones que hacen dialogar lo local con lo global. Es, entendemos, lo que nos hace sentirnos argentinos o argentinas, el estar inmersos en una trama cultural en eterna disputa.
Por Daniela Pasquet, vicedecana de la Facultad de Arte y Diseño de la UNaM