
En pocos días, el inicio de la aventura cumplirá apenas un año. Pero Macarena Ruiz (23) ya no es la misma: su vida dio un giro drástico desde julio del año pasado, cuando todo terminó de concretarse y gracias a una beca deportiva partió hacia Estados Unidos para jugar al vóleibol y estudiar. Un antes y un después.
A más de 9 mil kilómetros de casa, la misionera no sólo vivió un giro total, sino que también se encargó de transformar la vida de sus compañeros. Claire, con quien comparte habitación, es francesa pero, vaya paradoja, ahora es fanática del mate. Varios de sus compañeros canadienses defienden a muerte las Cataratas del Niágara, aunque ya se agendaron para visitar Iguazú. Maca es toda una embajadora misionera.
“Es una experiencia única, nunca imaginé que el vóleibol me iba a llevar a vivir una vida diferente. Ahora que estoy acá, me digo a mí misma por qué no lo hice antes”, le contó Ruiz a EL DEPORTIVO desde el norte, tras compartir cómo es el día a día y las costumbres lejos de casa, además de dar un pantallazo sobre cómo se vive la pandemia de coronavirus en el país que presenta mayor cantidad de casos.
Maca, contanos un poco de la ciudad en la que vivís…
Vivo en Colby, en el estado de Kansas, en el centro geográfico de Estados Unidos. Es una localidad pequeña, de unos 8 mil habitantes. Pero de entrada ya me sorprendió, porque hasta pueblos pequeños como este tienen todo tipo de servicios o cadenas de alimentos. Después, recorriendo un poco, supe que eso es normal en todo Estados Unidos.
¿Cómo es la gente?
La gente es muy amable, te ayuda mucho, no te pone trabas. Yo estoy estudiando en la universidad del pueblo y, además de jugar en el equipo de vóleibol, también trabajo en la cafetería de la universidad. Y desde el presidente hasta los secretarios o compañeros, todos me ayudaron desde el principio. Me esperaba una sociedad más fría, pero no fue así. Por ejemplo, durante una semana de vacaciones que tuvimos, una de las secretarias de la universidad nos ofreció para pasar esos días en una granja que tiene. Así, de onda. Mucha amabilidad.
¿Qué estás estudiando?
La carrera es algo así como kinesiología, se llama Athletic Trainer. Esa profesión es diferente a lo que conocemos en Argentina, que un kinesiólogo tiene su consultorio. Acá, como todo el deporte es universitario y casi no hay clubes, es para trabajar dentro de una universidad. Me está yendo rebien, tanto en lo académico como en lo deportivo.
¿Con qué nivel de juego te encontraste?
Me sorprendió el nivel y la disciplina, quizás no tenía tantas expectativas, pero es bastante similar a Villa Dora (N. de R: equipo santafesino donde Maca se convirtió en la primera misionera campeona nacional de clubes, en 2016), quizás un poquito más.
El promedio de edad del equipo es de 19 o 20 años, yo soy la más vieja (se ríe). Y nos fue bien, porque en el último torneo perdimos la final regional contra la Universidad de Seward, que es cómo el clásico de acá. Seward tiene como a seis brasileras, dos peruanas, una dominicana. Todo eso me sorprendió muchísimo.
¿Cómo se vive el vóleibol en Colby?
Eso también me sorprendió. Se juega casi siempre a cancha llena. Por ejemplo, la final del regional ante Seward, no podía hablar con la que tenía al lado por todo el ruido que había. Hay mucha identidad, porque es la única universidad del pueblo.
Hay un sentido de pertenencia muy grande. Todos, hasta los directivos, van a los partidos. Y después la gente te cruza en el supermercado y te pide fotos.

¿Qué es lo que primero que te dicen cuando hablás de Argentina?
Lo primero es Messi, el fútbol y Ginóbili. Pero hay algo que me sorprendió. Me preguntaron muchos sobre los nazis que estuvieron refugiados en Argentina, supongo que porque hay muchos documentales sobre eso.
Después me preguntan de qué parte vengo. Les cuento que soy del norte, que allá tenemos todos los climas. Y siempre hago hincapié en las Cataratas del Iguazú. Tengo muchos amigos de Canadá y nos peleamos siempre, porque me dicen que las Cataratas del Niágara son más lindas (se ríe)… Entonces les muestro fotos de las Cataratas del Iguazú y se sorprenden. Ya tengo una lista larga con muchos que quieren ir a conocer.
¿Cómo es el clima en Colby?
Ahora que estamos en verano hace mucho calor, entre 30 y 32 grados. Pero en invierno, la temperatura baja hasta los 10 o 12 grados bajo cero. Es un frío y calor seco, no húmedo.
¿Seguís con el mate?
Sí, sí, aunque se complicó un poco. Yo tenía el hábito del mate en la merienda, pero acá a las 18 o 19 ya estamos cenando. Esa fue una de las cosas que más me costó adaptarme. Yo a la mañana tengo clases, almuerzo, voy a entrenar, salgo y me voy a trabajar. Termino a las 19.20 o 20. Llego, me baño y me pongo a estudiar hasta las 23. Ahora tomo mate a esa hora, cuando estudio.
¿Se consigue yerba mate en Colby?
No, no (se ríe)… Cuando vine, me traje tres kilos. Después, en noviembre vino una familiar y me trajo otro poco. Y así voy yendo. Ahora por el coronavirus volví a Posadas y regresé a Colby a principios de julio. Ahí aproveché y me traje seis kilos de yerba, alfajores, de todo. En el aeropuerto sacaron todos los paquetes de yerba y los apilaban como si fueran ladrillos de marihuana o algo así (se ríe). Le hicieron un test y después me los devolvieron. No sabía cómo explicarle.

¿Qué opinan en EEUU sobre el mate?
Mirá, una de las primeras en probar fue Claire, que es de Francia y es mi “roomy”, vive conmigo y ya es casi como una hermana. La primera vez, casi me lo escupe en la cara. Peeero… Una noche estábamos estudiando y me dijo… “Maca, ¿lo puedo probar otra vez?” Ese día estaba lavadito y le había puesto un poco de azúcar. Y la conquisté (se ríe). Desde entonces, todos los días Claire me dice “Maca, hacé un mate”.
Ahora vamos a ver los partidos de béisbol con el mate. Y a tal punto llegó que en abril yo estaba en Posadas y ella en Francia, y un día me llamó para preguntarme si podía preparar mate en una taza, porque la mamá le había conseguido yerba. Como siempre lo preparaba yo, al principio se le quemó, así que tuve que armarle un video tutorial (se ríe).
¿Cómo te fue con el inglés?
Me vine con poco inglés, lo básico. Y todo lo que estudié me sirvió para escribir, porque a la hora de hablar es completamente dife rente. Tuve suerte que los dos primeros meses estuve con una amiga de Puerto Rico, que me traducía todo después de cada clase. Y bueno, como te acostás y despertás escuchando inglés, enseguida aprendés. Ahora ya estoy hablando fluido.
Respecto al coronavirus, ¿tuviste que volver a la Argentina?
Sí, fue durante la semana de primavera o Springbreak. Después de planearlo mucho, con Claire nos fuimos el 12 de marzo a Los Ángeles, California, para descansar unos días. Llegamos y al otro día nos llamó nuestra entrenadora para explicarnos todo esto del coronavirus y decirnos que la universidad había resuelto que todos los estudiantes internacionales se volvieran a casa. Y todo sin siquiera volver a Colby. Yo tenía pasajes para mayo y pude cambiarlos. Fue todo muy loco y no entendía nada.
Recién comprendí un poco más de la situación cuando llegué a la Argentina. Ahora agradezco haber vuelto para esa época, porque llegué a Posadas el 15 de marzo y estaba todo aún bastante tranquilo. De todas maneras, me autoaislé en mi casa, mi mamá se fue a la casa de un familiar y yo me quedé sola. Eso fue muy duro, porque venía de no ver a mi familia durante 8 o 9 meses y no podía siquiera abrazarlos.
¿Y cómo volviste a EEUU?
Fue el 4 de julio en un vuelo especial de repatriación de ciudadanos estadounidenses. Como tengo visa de estudiante, me dejaron viajar.
¿Cómo es la situación allá respecto al coronavirus? ¿Es tal cual lo que se habla?
Es tal cual como lo dicen los medios, pero acá jamás le dieron mucha importancia. Nunca hubo cuarentena obligatoria. En Colby creo que hubo dos casos, pero ya se recuperaron. Y hace dos semanas que no hay positivos. Cuando salí de allá, Ezeiza estaba vacío. Y llegué acá y los aeropuertos estaban repletos, aunque todos con barbijos.
Ojo, en marzo y abril estuvo todo bastante parado, se cancelaron las clases y las terminamos online, pero hace como un mes y medio que está todo absolutamente normal. Mucha gente hace cuarentena pero por voluntad propia. Quizás porque acá la salud no es pública y se paga, entonces eso también lo tiene en cuenta mucha gente. La vida acá es normal.
En tu caso, ¿te exigen una cuarentena?
Yo estoy haciendo aislamiento, nos hacen usar barbijo y tomarnos la temperatura todos los días, pero porque llegué en un vuelo internacional y así lo exige el Departamento de Salud de la ciudad, como prevención. Y ahora estamos cruzando los dedos porque existe un decreto que no deja entrar a nadie de países como Brasil, España, Italia, Francia o China. Claire, por ejemplo, sigue en Francia y está viendo la manera de volver. Una opción sería que lo haga por México, hacer allá una cuarentena y luego entrar a Estados Unidos. Todavía no sabemos mucho más.
¿Cómo siguen las clases? ¿Y el vóleibol?
En teoría, nuestra temporada de juego arranca a fines de agosto y va hasta fines de noviembre. No obstante, por toda esta situación, nos informaron que podría trasladarse de enero a marzo. Para nosotras es mejor, porque vamos a tener más tiempo para entrenar. Además, la universidad está construyendo un estadio nuevo y ya va a estar listo para esa fecha.

¿Qué es lo que más extrañás?
Se extraña mucho la comida. Acá se come todo frito o, digamos procesado, prefabricado. La típica es llegar y poner algo al microondas, hay poco de comida casera. Y eso me chocó bastante.
También se extraña mucho la familia, obviamente, que es lo que más me hace falta en este momento. Y esas juntadas con amigas.
La experiencia vale esos sacrificios…
Sí, sí, la verdad es que no me arrepiento de nada. La experiencia es cien por ciento positiva, no me puedo quejar. Y te digo más, quienes puedan venir, que lo hagan cuanto antes, que no se van a arrepentir.
¿Imaginaste alguna vez que el vóleibol te iba a hacer vivir todo esto?
Nunca imaginé que el vóleibol me iba a llevar a vivir una vida diferente. Cuando en 2018 dejé de jugar en Villa Dora, como que di todo por terminado. Volví a Misiones para jugar beach, ya por hobbie. Y bueno, llegó esta propuesta de Pulga Damus y, ahora que lo estoy viviendo, me digo que por qué no vine antes. Estar acá es una de las mejores experiencias que viví, en todos los sentidos.