Con ideas claras, los objetivos se encaminan con fuerza. Como cuando comenzó a gestarse el tractorazo que daría origen al Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), y donde los Petterson fueron una de las muchas familias rurales que, empujadas por la crisis económica, se concentraron con sus desgastadas herramientas de trabajo en la plaza 9 de Julio, en Posadas, donde permanecieron durante semanas hasta lograr una respuesta.
“En el 2000 todo era muy difícil. Nosotros en Andresito vendíamos la yerba a Brasil a cambio de mercadería y gasoil; las empresas de acá nos pagaban solamente la tarefa y el flete y no había plazo para pagar lo restante. Se llegó a un punto que era insoportable. El colono tenía que parar de trabajar si se le rompía el camión o el tractor porque no tenía dinero para arreglar o poner una goma nueva”, recordó Jonas.
Entonces, continuó, “los productores se empezaron a juntar para ver qué se podía hacer para revertir esa situación, y en el 2001 la desesperación era tal que se tomó la decisión de venir a Posadas con los tractores. Empezamos a convocar, a hacer ollas populares en las rotondas y se fueron sumando. Teníamos un grave problema con la financiación del combustible para el viaje y no teníamos asegurado que llegaríamos a la Capital porque los vehículos no estaban en las mejores condiciones. Fueron surgiendo donaciones, empresarios que tenían familiares en las chacras pusieron camiones grandes para traer los tractores, fue todo movido con colaboraciones…”.
Así salieron de las chacras, a puro coraje. “No sabíamos si íbamos a poder llegar porque, como dije, las condiciones de los vehículos tampoco eran las mejores. Cuando nos paraban, nos bajábamos todos y cortábamos la ruta hasta que nos dejaban pasar… era una medida extrema pero era la única que teníamos”, agregó.
Hasta que por la noche llegaron a la zona de el eucaliptal, pasando el arroyo Garupá. “Mirabas para un lado y para el otro y había camiones, tractores y los colonos que se conocían de otros lugares y se volvían a encontrar después de mucho tiempo. Fue muy emocionante”.
Al otro día, a las 6 de la mañana, empezaron a arrancar los tractores, que no era una tarea fácil: todos sin arranque, había que estirar y algunos necesitaban auxiliar para cargarle agua. “Recién tomamos dimensión del tamaño de la caravana cuando estábamos en la ruta ya entrando a Posadas. Emocionaba ver cómo las maestras salían con sus alumnos a vernos. Cuando llegamos al Mástil de la avenida Mitre, cantamos el Himno Nacional”.
“Ese fue otro momento emocionante. La verdad es que la ciudad de Posadas sostuvo toda la lucha yerbatera desde un principio. Nosotros salimos sin nada, ya habíamos tocado fondo en el 2001, y mientras estuvimos en la ciudad la gente y los comercios nos acercaron comida, ropa y hasta lugares para bañarnos… era una cosa que no podíamos creer a veces”, añadió.
Nace el INYM
Quienes lideraron aquella manifestación tenían en su memoria los beneficios que se habían generado con la vigencia de la Comisión Reguladora de la Yerba Mate (CRYM) y su Mercado Consignatario. “Con esa base, y hablando mucho entre nosotros, en la plaza 9 de Julio, surge la idea de crear el INYM. Con apoyo de diputados, contadores y abogados, le fuimos dando forma al proyecto de ley”.
“Eso llevó muchos viajes de productores a Buenos Aires, mucho coraje y mucha dedicación, tuvimos que abandonar todo en las chacras para hacer la manifestación y acá quiero destacar a las mujeres, que fueron grandes compañeras, se bancaron todo sosteniendo el hogar, como en realidad es la mujer rural, y especialmente mi madre, Celia, que estuvo siempre, a veces desde la chacra y otra veces en la plaza, incluso en las reuniones con autoridades para terminar de definir la creación del INYM”, expresó Jonas, al tiempo que contextualizó: “A nivel país se vivían momentos difíciles, con cacerolazos y cambios de gobierno, hasta que asumió y permaneció Eduardo Duhalde, y se pudieron seguir las negociaciones y se encaminó”.
El 21 de febrero de 2002 se sancionó la Ley 25.564 de creación del INYM, y el 13 de julio del mismo año, el presidente de la Nación, Eduardo Duhalde, firmó el Decreto Reglamentario 1240, con lo cual los productores pasaban a formar parte de la decisión de los valores de la materia prima de la yerba mate -el problema más acuciante entonces- y de muchas otras medidas para el sector.
La conquista fue festejada en la plaza 9 de Julio con un acto cargado de emotivos discursos, y en el emblemático Cruce de San José (rutas provincial 105 y nacional 14), lugar donde los productores se habían concentrado para evitar el avance de camiones con yerba mate.
Los tractores abandonaron la plaza de la Capital entonando el Himno Nacional. El 19 de julio de 2002 se realizó la primera reunión formal del Directorio. Pasaron 18 años de aquel acontecimiento.
“Vivíamos una realidad donde el que tenía la plata dominaba, entonces vos te iba a vender yerba y te decían ‘mira, la verdad es que ahora no necesito yerba, si querés, trae y veo cómo te pago’; con la necesidad que teníamos: o llevábamos y jugábamos con la suerte de ver cómo nos pagan o teníamos que dedicarnos a otra cosa, de hecho muchos se dedicaron al tabaco porque te garantizaba que te iban a pagar en efectivo o depositar en tu cuenta, y la yerba nada…”
Hoy en día cambió totalmente esa realidad y yo no tengo dudas que es gracias a la creación del INYM. Para mí es un orgullo haber participado del tractorazo y en todas las luchas que llevamos adelante desde el sector productivo”, celebró el dirigente agrario.
Pioneros colonizadores, pioneros yerbateros
“Siempre digo que fuimos tres veces pioneros, tres veces inmigrantes”, dijo Jonas cuando Ko´ape indagó sobre los orígenes de su familia. “Mi bisabuelo Jonas Eric Petterson -contó- llegó desde Suecia a Brasil en mayo de 1891 para abrir caminos. Vino en un grupo de 300 familias inmigrantes que desembarcaron en Río de Janeiro, siguieron hasta Porto Alegre y desde ahí el Gobierno los llevó a Santa María, y luego a Guarany, en Rio Grande do Sul, donde con los vecinos creó la Sociedad Sueca de ayuda mutua, porque estaban muy solos, aislados de todo y las condiciones de vida eran devastadoras. El Gobierno les había prometido tierra, herramientas de trabajo y comida durante los primeros seis meses, pero no cumplió y los problemas aumentaban”.
Fue entonces que los agricultores comenzaron a reunirse y decidieron que tenían que salir de Brasil e incluso hicieron saber de la situación a autoridades de Suecia, lo que movilizó a la Embajada Sueca en Buenos Aires.
Mientras, las autoridades brasileñas embargaron las embarcaciones para evitar que dejaran el país, pero no pudieron evitar el éxodo de suecos quienes, enterados de la presencia de compatriotas en Misiones y agobiados por la situación de precariedad, se largaron caminando para acá, cruzaron el río Uruguay por San Javier y de ahí a Mecking (actual Leandro N. Alem) y a Bonpland.
“Aquí abrieron la Picada Sueca (entre Alem y Oberá) y la Picada Finlandesa (entre Bonpland y Oberá). En diciembre de 1917, mi bisabuelo, su esposa Anna y sus siete hijos comienzan a vivir en Yerbal Viejo (Oberá), donde plantaron yerba y pusieron a funcionar un secadero barbacuá”.
“Mi bisabuelo se involucró de lleno con la comunidad, con el Sindicato Obrero de la Lucha Yerbatera al que donó un terreno para su sede. Creó la Liga de Templanza, dedicada a erradicar la adicción al alcohol, y fue parte activa de la Sociedad Svea”.
Su abuelo Nils EriK Petterson también se dedicó al mismo cultivo y cuatro de sus trece hijos, “que son mi papá Héctor y los tíos Guillermo, César y Mario, pusieron primero un barbacuá y luego un secadero a cinta, todo eso en Oberá. En 1979 ‘mi viejo’ decide ir a Andresito y un año más tarde, nos trasladamos todos. Éramos cinco en ese momento, entre ellos mi hermano mayor Diego, yo con tres años y Andrés; luego vendrían Julio, Sebastián y Nélida. Fuimos parte del Plan de Colonización que marcaba qué y cuánto producir, había con un cupo máximo de 20 hectáreas de yerba mate”.
El Plan de Colonización de Andresito se inició con la Ley 1.074, sancionada el 22 de febrero de 1979. El objetivo fue sumar 70 mil hectáreas fiscales al desarrollo productivo y marcar la presencia de ciudadanos argentinos en ese territorio fronterizo de Misiones.
El 11 de febrero de 1980, ente 80 y 100 pequeños agricultores recibieron un promedio de 150 hectáreas cada uno. Fue la primera de tres asignaciones de tierras que se concretaron en el marco del Plan, coordinado por el Ministerio de Asuntos Agrarios, a través de un ente autárquico liderado por el teniente coronel Homero Jáuregui.
“Jáuregui certificaba las plantaciones cuando cumplías una etapa, te habilitaban otra y así creció rápidamente Andresito. La madera era un recurso valioso, se sacaba del monte y con eso hacías las plantaciones en los nuevos rozados”, recordó Jonas.
“Diez años más tarde, a inicios de los años 90, el Gobierno nacional eliminó la CRYM. Lo que viene después, se conoce. No había tope a las plantaciones, se plantó desmedidamente, así como se plantaba en Andresito también se plantaba en otras partes, se generó un desequilibrio, el mercado no estaba preparado para tanto”, explicó Petterson, enmarcando los orígenes de lo que luego sería el tractorazo.
Abriendo caminos en la agenda política
Si la política es el proceso de tomar decisiones que se aplican a la sociedad, los Petterson vienen siendo parte de la misma de generación en generación, a través de organizaciones sociales o en cargos públicos, siempre ligados a la producción y movilizados en el afán de generar mejoras para el sector.
El bisabuelo Jonas Eric Petterson, como ya se escribió, fue parte del Sindicato Obrero de la Lucha Yerbatera, entre otras importantes acciones. Nils, el abuelo de Jonas, fue parte activa del Movimiento Agrario de Misiones (MAM), organización que nació en 1971 y tuvo protagonismo en lo que se denominó las Ligas Agrarias del Nordeste, que reflejó cómo el modelo económico vigente entonces suprimía el desarrollo de la economía de pequeños agricultores que se dedicaban a la yerba mate, el té y el algodón.
Hugo Sand, el ya histórico dirigente agrario, es su primo. Desde la Asociación de Productores Agropecuarios de Misiones (APAM) contribuyó decididamente a instalar el tema agrario en la agenda política y pública, abarcando aspectos como la agroecología, el cuidado ambiental en general. Con apenas 44 años, calzando siempre una boina negra en contraste con la tupida barba blanca, fue uno de los referentes indiscutidos del tractorazo del 2001.
Su padre, Hugo Ener Sand, fue ministro de Asuntos Agrarios (a principio de los 80). Julio Petterson, hermano de Jonas, encabezó la manifestación agraria del 2006, fue el motor en muchas otras y hoy es Diputado provincial por el Frente Renovador, donde también se ocupa de los temas agrarios. Ambos impulsaron la Asociación Civil de Productores Yerbateros del Norte (ACPYN), generando un espacio más de expresión social rural.
El tío Emilio Carlos Olsson fue diputado provincial por el Partido Justicialista. Es el mismo Olsson que en 1953 integró una expedición del Instituto Geográfico Militar para estudiar la geografía en la Antártida, un hecho recordado por su valentía y determinación al recorrer durante un año más de 1.000 kilómetros a pie y en trineos, superando las adversidades del continente blanco, una verdadera hazaña. Olsson fue también tío de Maurice Closs, exgobernador y actual senador por Misiones.
Equilibrio, la clave
Jonas Petterson asumió en representación de la Producción en el Directorio del INYM el 4 de junio del 2020, junto a sus compañeros Claudio Hacklander y Nelson Dalcolmo, como titulares, y Jorge Butiuk, Carlos Zuberbühler y Marisol Fracalossi, en el cargo de suplentes.
La determinación y los sueños que empujaron aquel tractorazo que dio origen al INYM están tan vigentes como entonces. “Muchas ideas y expectativas se cumplieron y otras quedaron por el camino, como el Mercado Consignatario. Hoy sin lugar a dudas una de las cosas más importantes es posicionar al productor con un precio que le dé estabilidad, al productor y a toda la cadena yerbatera, que perdure en el tiempo”, reflexionó Petterson.
“Para alcanzar ese objetivo tenemos que lograr previsibilidad, tenemos que crear una herramienta que nos sirva a todos, ser abiertos, conocer y compartir los avances que vamos teniendo en cada sector y en el mercado. El INYM necesita esos datos para implementar acciones que contribuyan a prevenir lo que pueda pasar a futuro, como una falta o una sobre oferta de hoja verde, de forma tal que podamos caminar hacia el equilibrio. Mi anhelo es que logremos detectar y actuar a tiempo evitando las crisis del sector, y el INYM tiene que ser el instrumento para ese equilibrio”.
La mirada de Jonas Petterson es integral. “Todos los excesos son dañinos, y no se puede producir a cualquier costo porque los daños son siempre altos. En la locura de querer producir cada vez más, destruimos el suelo, no lo cuidamos y el resultado es el agotamiento del recurso que es dónde se alimenta cada planta de yerba. El INYM tiene que ser la herramienta de equilibrio para todo el sector”.
Por lejos, ratifica, la mejor opción para el pequeño y mediano productor es el manejo ecológico del yerbal. “A nosotros nos conviene 100% producir con mano de obra y más trabajo, con un manejo lo más natural posible, y es algo que podemos hacer porque tenemos territorios de poca extensión. Es lo que hacemos en nuestra chacra, donde tenemos un yerbal que produce hojas siempre y un suelo que va a durar mucho tiempo. La capuera no es molestia, ayuda a cubrir la tierra, apenas macheteamos cada vez que hay que cosechar, y también dejamos crecer los árboles y no quemamos los restos de gajos y madera”.
“El productor que quiere dejar la tierra a sus hijos tiene que pensar que no sirve aplicar insumos que dan una explosión de hojas verdes durante algunos años y después que no tienen nada porque se agotó el suelo”.
Estrechamente vinculados a las plantas, los tareferos. “Cada vez que los productores decidimos salir a mostrar nuestra situación de crisis, ellos siempre nos apoyaron”, agradeció Petterson, al tiempo que recalcó que “si bien se dieron mejores condiciones de trabajo comparado con hace 20 o más años atrás, como los guinches, carritos de arrastre e indumentaria para las cosechas y la Corresponsabilidad Gremial, hay todavía un largo camino que recorrer en reconocimiento a estos trabajadores”.