Algunos lo llaman “memoria visual”, otros “insistir, perseguir la justicia”. Para este empleado de 38 años y su hermano de 51, lo sucedido ayer en plena siesta posadeña pudo ser un golpe de suerte, pero también una mano del destino, el cruce signado.
En 2013 y tras varios años de ahorrar, el empleado compró la “moto de sus sueños”, una potente Yamaha modelo “Seca II” de 600 centímetros cúbicos. La adquirió en Santo Tomé, por un monto estimado hoy en 350 mil pesos.
Con el título de propiedad, el certificado de compra (08) y la cédula verde regresó feliz a trabajar a Bernardo de Irigoyen y se puso a juntar dinero nuevamente para realizar los documentos a su nombre, reinscribirla para poder pagar las tasas correspondientes y circular sin problemas.
En un viaje a Posadas, inspectores de tránsito de la Municipalidad se la quitaron porque sólo tenía en la mano la cédula verde del anterior propietario. De nada le sirvió explicarle a los funcionarios públicos que iba a cumplir con la obligación, que apenas completara el dinero para la transferencia registraría el vehículo en el Registro Nacional del Automotor correspondiente.
Se la quitaron igual y la depositaron en el corralón de la avenida Urquiza casi Zapiola. El infractor fue al Juzgado de Faltas 1 a reconocer su error y la multa que le impusieron le significaba trabajar sin comer, ni vestirse durante seis meses.
Lapso en el que si quería juntar los billetes para pagar la infracción, debía sumar cada día de “custodia” de la Yamaha en manos de los efectivos municipales.
A pie continuó su vida, juntó dinero y en 2018, y ayudado por su hermano que iba a financiar con una tarjeta de crédito la multa en cuotas, regresó al Juzgado de Faltas 1. Le concedieron el nuevo plan de pagos pero antes le otorgaron una orden para ir a verificar al corralón el estado de la motocicleta.
Siempre según la denuncia a la que PRIMERA EDICIÓN tuvo acceso exclusivo, los hermanos fueron hasta la dependencia municipal y allí recibieron otra ingrata novedad: “No, esa motocicleta ya pasó a desguace, no existe más”, les dijo el encargado del lugar y luego se lo habría ratificado el entonces director de tránsito de la comuna.
Retornaron el edificio del Tribunal de Faltas de calle San Martín al lado de la Municipalidad y se lo comunicaron a la autoridad, pero la respuesta tampoco fue halagüeña: “No se puede hacer nada entonces”.
Mascullando la bronca se retiraron y volvieron a sus rutinas respectivas. Cinco meses después recibieron un llamado del propietario de Santo Tomé quien les alertó que lo habían contactado para pedirle que firmara el 08 de la motocicleta a nombre de otra persona. Se negó a hacerlo porque ya se lo había firmado en 2013 al empleado misionero y no iba a incurrir en un delito.
Nada cambió hasta el miércoles a las 14, que el hermano de 51 años en una esquina del cruce de las avenidas Francisco de Haro y Bustamante vio una Yamaha 600 estacionada, se acercó y la reconoció, lo único diferente era el color, del refulgente verde, la malpintaron con negro. Buscó a quien dijo haberla comprado de buena fe y este le exhibió un cédula verde con su nombre.
Llamó a su hermano y con los papeles que aún guardaba de la Yamaha realizó la denuncia que fue elevada al Juzgado de Instrucción 1 de Posadas. Desde donde se ordenó el secuestro del rodado para cotejar los registros y se dispongan pericias para determinar la validez de la cédula verde que mostró el nuevo poseedor del vehículo.
Cuando aún resuena el escándalo de los “oficios truchos”, que tiene detenidos a dos inspectores de tránsito municipal, el mismo juez Marcelo Cardozo ahora investiga el posible robo de rodados secuestrados y que deberían haber permanecido bajo resguardo comunal.