Hay algo diferente en Cruz del Sur. Un factor que lo cambió todo. No son las calles, de empedrado y varios años a cuestas. Tampoco la canchita de fútbol, como la de cualquier otro barrio. Mucho menos el tanque de agua potable, que actúa como único cartel de bienvenida.
El río de fondo podría marcar alguna diferencia. Pero tampoco. Lo que hace singular a Cruz del Sur es la lucha. La de los vecinos, sí, pero sobre todo, la lucha olímpica.
Las revoluciones son imposibles hasta que suceden. Entonces, se vuelven inevitables. La historia de cómo un barrio alejado, de apenas 700 habitantes y con varias necesidades, se transformó en el principal bastión de la lucha olímpica misionera se explica sólo desde el ángulo de la transformación.
Hace falta un cambio para entender que la principal muralla que tienen que atravesar los pibes es la falta de oportunidades.
Cristian Delgadillo (15), Agustín Acosta (15) y Tobías Márquez (10). Los tres nombres hubiesen pasado desapercibidos si no fuera por la oportunidad que les dio el deporte. Son ellos los primeros campeones del barrio.
Detrás de sus logros, otra veintena de chicos que con la lucha salió por primera vez de Posadas, conoció el mar, durmió por primera vez en un hotel o tuvo el “privilegio” de repetir desayuno. Ese fue el cambio.
Esas son las oportunidades. Esa es la igualdad de posibilidades. Esa es la revolución de Cruz del Sur. Hay varios méritos en esta historia. El de los propios chicos, claro.
El de sus padres. El del presidente de la Comisión Vecinal. El de la Asociación Misionera de Lucha Libre. Por eso, EL DEPORTIVO recorrió el barrio y habló con cada uno de los protagonistas, para descubrir cómo es que lograron cambiar la realidad de los más chicos.
Así comenzó todo
Poco más de 15 kilómetros separan el centro posadeño de Cruz del Sur, emplazado detrás del aeropuerto, camino al nuevo puerto de la capital. El barrio tiene unas 12 cuadras de empedrado y una sola línea de colectivos, hora de por medio.
Hasta allá llegó a fines de 2018 el profe Adrián Báez, presidente de la Asociación Misionera de Lucha Libre y referente de la disciplina.
No fue de casualidad. “Un tiempo atrás nos propusimos recorrer un barrio por año. Entonces un tiempo llevamos el colchón a San Jorge, antes lo habíamos hecho en Los Kiris. La idea es mostrarles a los pibes de qué se trata la lucha y motivarlos, darles contención”, explica Báez.
De ese primer objetivo solidario, de contención para los chicos, surge también la posibilidad de rescatar nuevos valores para la disciplina. “Muchos se prenden y quedan fijos, entonces pasan a entrenar con la ‘jauría’, como le decimos al equipo estable que tenemos, con el que entrenamos a diario en el CePARD. Ahí enseguida levantan el nivel”, agrega Adrián.
Hoy son parte de la “jauría”, por ejemplo, luchadores reconocidos a nivel internacional, como Eduardo o Mauricio Lovera, campeón panamericano en 2019.
Lo cierto es que, como entrenan en el CePARD, relativamente cerca de Cruz del Sur, en diciembre de 2018 a Báez se le ocurrió recorrer los barrios de los alrededores. “Fuimos a Nemesio Parma, Itaembé Guazú y Cruz del Sur.
Cuando llegué allá, me contacté con Fernando Noguera, presidente de la Comisión Vecinal, quien hizo boxeo en su juventud y le gusta el deporte. Le dije que el 1 de enero de 2019 iba a empezar con la actividad en el CePARD”, recuerda Adrián.
Y no se olvida más de lo que pasó ese día: “Estábamos entrenando y apareció Fernando con casi todo el barrio. Eran como treinta chicos”.
El colchón no dio abasto y hubo que echar mano del ingenio. Y de paso, construir el amor por la lucha. “¿Qué hicimos? Como eran tantos, pusimos un arco y armábamos partidos a dos goles. Los que perdían, iban al colchón. Arrancábamos a las 18 y nos quedábamos hasta después de las 21”, rememora Báez.
Noguera, el presi vecinal, “trabajó mucho durante todo 2019 para ‘arriar’ a los chicos, con todo el problema de las familias, de la plata para el pasaje, de esto y aquello. Pero así logramos sacar a Cristian, Tobías y Agustín, que son los primeros campeones del barrio”, cuenta orgulloso Báez.
Señor presidente
Mate de por medio, Fernando Noguera (43) y Rita Talavera, su mujer, reciben a EL DEPORTIVO en su casa de Cruz del Sur. La charla sólo se interrumpe cuando el presidente, un multifunción, pide perdón y camina dos cuadras para apagar la bomba del tanque de agua potable. “Hay que hacer de todo”, tira Noguera, con una sonrisa.
Fernando es contratado de la Municipalidad de Posadas pero, además, para parar la olla ideó en casa, tiempo atrás, una fábrica de mates. “Se complica vivir sólo de un sueldo”, confía y, entonces, da un pantallazo del barrio, como para combatir cualquier prejuicio que pueda venir de afuera.
“Acá en Cruz del Sur todos son laburantes, todos son sufridos, todos le luchan al día a día. Y todo cuesta más por la distancia. Imaginate que tenemos sólo cinco kilómetros para llegar a la ruta.
Son diez, de ida y vuelta. Por eso, muchos padres prefieren comprar un kilo de harina para hacer un reviro o una chipa antes que mandarle en colectivo a los chicos a hacer deporte”, se lamenta.
Personaje central de esta historia, Fernando recuerda el mediodía en el que conoció a Adrián Báez. “Yo sabía poco de lucha, no me nacía mucho la idea, pero pensé en una contención para los chicos, porque ellos se enganchan con cualquier deporte. Y le dije que sí.
Algunos como Cristian Delgadillo eran futboleros y no querían saber nada. Pero lo llevamos y le fue agarrando el gusto. Y hoy es campeón de los Evita y subcampeón argentino”, subraya Noguera.
Quizás recordando sus viejos tiempos arriba del ring, donde fue bicampeón provincial amateur, en 1998 y 1999, Fernando -conocido por aquel entonces en el ámbito pugilístico como “Pelado”- decidió apostar todo a los pibes del barrio.
Vio que se engancharon con la lucha y entendió que de él dependía mucho de lo que iba a pasar más adelante. Y otra vez se calzó los guantes, pero ahora para pelear junto a los chicos.
Hay una anécdota que pinta de lleno ese compromiso. Ya parte de la “jauría” del CePARD, los chicos querían ir a entrenar, pero no tenían para el pasaje.
“Yo tenía mi moto, una Brava 150. Les dije que, si se animaban, uno iba en el manubrio y dos en el tanque. Fue una locura mía, pero bueno… Anduvimos dos meses así, todos los días.
Hasta que la moto no aguantó y se rompió”, recuerda Noguera. ¿Quién se atrevería a juzgarlo? Ya sin moto, hubo que caminar. “Eran cinco kilómetros a la tarde de ida, y otros cinco de noche, a la vuelta. Con calor, con frío.
Pero estuvimos firmes. Los chicos son de fierro, por eso no es novedad que ellos tengan esos logros. La vida les enseñó a luchar antes de que se suban al colchón”, reflexiona. Y da en el clavo. Y por primera vez en la entrevista, los ojos se le llenan de lágrimas. “Yo estoy orgulloso de ellos”, se emociona.
La motito, como la llama Fernando, ya es parte del pasado. Meses atrás pudo cambiarla por un auto, pero tampoco alcanza para llevar a todos al CePARD. “Parece que me voy a tener que comprar un colectivo”, se ríe.
También fruto de su esfuerzo es que llegaron los logros que hoy enorgullecen a Cruz del Sur. El primer campeón fue Delgadillo, en los Evita 2019. “Teníamos las fichas puestas en él y, antes de que viajara a Mar del Plata, le dije que si salía campeón, me pagaba los choris para todos.
Toda esa semana estuvimos atentos al torneo. Y cuando me enteré, me puse muy contento, se me puso la piel de gallina, fue una emoción increíble. Cristian no es mi hijo, pero lo conozco desde que era un bebé.
Los chicos no son familia, pero los aprecio un montón”, vuelve a emocionarse Fernando, y confirma el dato: “Cristian fue el primer campeón del barrio. El segundo es Tobías Márquez, que ganó en el Nacional de Chaco.
Y después vino Agustín. Somos un barrio chiquito, pero de grandes luchadores. Es increíble que hoy tengamos tres campeones”.
A Noguera sólo le queda una deuda pendiente. Después de tanto esfuerzo, aún no tuvo la suerte de ver a los chicos del barrio en un campeonato.
“Sería un sueño verlos competir. Los veo entrenar todos los días, pero me gustaría verlos en un torneo. Vamos a pelear con Dios y medio mundo para que así sea, ya se me va a dar”, se ilusiona de cara a lo que queda de la actual temporada, golpeada por el coronavirus.
La noche ya cayó sobre Cruz del Sur y la ronda de mates está a punto de concluir. Se impone una pregunta. ¿La lucha cambió al barrio? Fernando no lo duda. “Pero claro que sí, cambió a la juventud del barrio.
Antes los chicos no tenían contención, no había actividades, no tenían nada, y se iban para el lado de la droga, la vagancia y el alcohol. Y hoy están a full, todo el día hablando de lucha, entrenando a full, pensando dónde van a viajar este año, ellos, que muchas veces no tienen para el pasaje que los saque del barrio.
La verdad, es algo increíble lo que puede hacer el deporte”, sintetiza. Se despide con un abrazo y agradece. “Nunca pensé que iba a salir en el diario”, se ríe.
La primera alegría
Cristian Delgadillo tiene 15 años y, efectivamente, es el primer campeón del barrio. También es cierto, como contó Fernando, que al principio el fútbol inclinaba la balanza. “No me interesaba la lucha, pero vinieron unos amigos del barrio que estaban practicando y me invitaron.
El primer día no hice nada, me quedé sentado viendo cómo se revolcaban. Pero al segundo día vine y ya me gustó, me tiraban para todos lados. Me empezó a gustar que me revolearan para todos lados”, se sonríe el campeón de los Juegos Nacionales Evita.
Lo de Cristian rompió todos los moldes. Y ejemplifica eso de las oportunidades: en cualquier pibe, de cualquier barrio y cualquier condición social, puede estar el científico que descubra la cura del cáncer o que resuelva los misterios de la física. Un artista que marque una época.
O un deportista que emocione a todo un país. Lo que falta son las posibilidades para que cualquier pibe, de abajo o de arriba, pueda desarrollar ese potencial y llegar lejos.
Sin saberlo, Delgadillo llevaba la lucha en el alma. El pasado 28 de enero cumplió apenas un año con la disciplina, pero ya fue campeón en los Juegos Evita y semanas atrás participó en el Campus Dakar 2022, en carrera a ser un atleta olímpico de cara a los próximos Juegos de la Juventud.
Todo eso le valió una de las becas de 70 mil pesos en la última Fiesta del Deporte de PRIMERA EDICIÓN. Lo que se dice, un ascenso meteórico.
“No me imaginaba ganar los Evita. Pero de a poco agarré confianza. Fueron siete luchas. La final fue contra el luchador de Buenos Aires. Arranqué perdiendo, pero a lo último giré con el peso de él y lo planché.
Ni yo me lo esperaba. Fue muy emocionante, empecé a gritar de la alegría”, recuerda el primer campeón del Cruz del Sur, que enseguida explica: planchar es dejar contra el piso y de espaldas al oponente.
Como para Cruz del Sur, para Cristian la lucha fue un antes y un después en su vida. “No sé cómo explicarlo, pero ahora siento una terrible emoción por la lucha. No quiero dejarla nunca.
Ahora es mi pasión, el fútbol quedó de lado. Mi sueño ahora es estar en Dakar 2022. Y el día de mañana, participar en un Juego Olímpico de mayores”, sueña en grande Delgadillo, el orgullo de un barrio que quiere ser olímpico.
Orgullo de barrio
Tras los pasos de Cristian llegaron después otros dos títulos para Cruz del Sur. Uno de ellos tuvo como protagonista a Agustín Acosta (15), “Chuni” para los vecinos. Él también empezó con la lucha olímpica gracias a la invitación de sus amigos. “Me avisaron que entrenaban en el CePARD y me fui.
Ese día ya me gustó. Después fuimos practicando más, arriba del colchón”, cuenta el luchador, quien en 2019 cosechó su primer título. “Fue en Chaco, en el Nacional, salí campeón de mi categoría, en hasta 80 kilos, en lucha libre”, rememora “Chuni”, aunque más recuerda cómo fue el regreso a casa.
“Cuando llegamos al barrio, todos me aplaudían. Ahora quiero seguir luchando y participar en más nacionales”, confiesa.
El tercer campeón de Cruz del Sur es Tobías Márquez. Tiene apenas 10 años y el micrófono todavía le da un poco de vergüenza. También se consagró en el Nacional de Chaco.
“Cuando gané, sentí una alegría enorme. No me lo imaginaba, me sorprendí a mí mismo”, dice desde la inocencia de tan corta edad, mientras cuenta que vive con sus abuelos. “Mi abuelo trabaja de albañil y mi abuela se queda en la casa a limpiar”, relata.
Tobías es otro de los reconquistados por la lucha olímpica. “Ahora me gusta más la lucha que el fútbol. Mi sueño es participar en todos los torneos y llegar a los Evita”, agrega, con todo el camino por delante para llegar mucho más lejos.
Ya no quedan dudas de que la lucha trastocó el día a día en Cruz del Sur. En el barrio podrán seguir faltando muchas cosas, pero ahora sobran deportistas que quieren superarse y van por todo.
Esa es la mejor cara del deporte, lejos de los flashes y el negocio. Ese es el mayor triunfo. Ese es el origen de la revolución de Cruz del Sur.
La profe que se puso los chicos al hombro
A cargo de la escuela de lucha olímpica que funcionó durante el año pasado en Cruz del Sur estuvo Patricia Sosa (18), integrante de la “jauría”.
“En el barrio hay chicos con mucho talento para este deporte. Son muy humildes, así que muchas veces hicimos rifas o alfajores, para solventar el viaje al Nacional de Chaco. Eso también es trabajo de equipo”, relató Sosa.
¿Cobra algo Patricia por las clases? Nada. No obstante, la paga es otra. “Los chicos son muy cariñosos, vienen y te abrazan. Cuando iba para allá, me bajaba del cole, pasaba por la canchita y ya venían todos a abrazarme.
Esa es la mejor paga. Me emociona mucho que chicos que salgan de acá puedan estar en lo más alto y competir con los mejores”.