A propósito, hay coincidencia en el mundo económico en que 2020 seguirá siendo un año de transición hacia la ansiada recuperación. De hecho el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronosticó ayer que la economía de la Argentina caerá 1,3% este año y mejorará 1,4% recién en 2021, por lo que mantuvo las previsiones publicadas en octubre pasado.
La recuperación, así como la divisa el FMI no es otra cosa que volver la situación a como estaba en 2015, es decir algo menos peor.
Según el Fondo, la actividad económica se contrajo 2,5% en 2019 y cayó más profundamente, un 3,1% en 2019, de acuerdo con el informe “Perspectivas para América Latina y el Caribe: Nuevos retos al crecimiento” publicado este miércoles.
Alejandro Werner, director del Departamento del Hemisferio Occidental del Fondo, aseguró en una conferencia de prensa que cuando el Gobierno de Alberto Fernández defina y comunique su plan económico en forma integral, ayudará a acelerar las expectativas de reactivación económica en general y de las inversiones en particular.
Werner ratificó que en la cumbre convocada por el Vaticano, habrá una reunión entre la directora gerente del Fondo, Kristalina Georgieva, y el ministro de Economía, Martín Guzmán; en tanto en febrero arribará a Buenos Aires una misión del organismo para continuar el diálogo sobre la deuda.
Quizás consciente de todo ello es que el Gobierno consagró el 2020 para los más pobres, para los que tienen hambre, pero el estado de las cosas amerita medidas extraordinarias para estimular diversos sectores que alivien sensiblemente las tensiones en el resto de la población.
La realidad es que 2021 parece demasiado lejano cuando se viene remando en contra de la corriente hace por lo menos dos años.