“Hablamos de una niña de diez años a la que le arrancaron para toda su vida la posibilidad de decidir sobre su sexualidad, se la quitó con violencia quien debía cuidarla, se la quitó definitivamente”.
La frase es un retazo del alegato del fiscal Martín Rau ayer -miércoles- ante los integrantes del Tribunal Penal 2 que juzgaron a un hombre de 36 años acusado de abusar de una hijastra de diez años en 2014, de ultrajarla, encerrarla, amenazarla y haberla fotografiado desnuda y aterrada mientras era vejada dentro de una vivienda en el complejo habitacional A4 en la zona sur de esta capital.
Los jueces Augusto Gregorio Busse, César Antonio Yaya y Eduardo D’Orsaneo (subrogante) condenaron al sospechoso, cuyos datos de identidad se preserva para evitar revictimizar a la menor ya que era su hijastra y su madre tuvo tres hermanos con él. Lo hallaron culpable y le impusieron una pena de quince años de prisión efectiva como autor de “abuso sexual con acceso carnal”, en dos hechos.
De acuerdo al fiscal Rau, el padrastro aprovechó las ausencias por trabajo de su pareja. Cuando la madre no estaba, encerraba a la niña y obligaba a los hermanos a ir a hacer compras o simplemente a mantenerse alejados del cuarto matrimonial que trababa desde adentro con una pesada cama metálica contra la puerta.
La última violación habría ocurrido durante la mañana del sábado 8 de noviembre de 2014. La encerró, arrancó la ropa y la penetró. Pero no se habría conformado el agresor. Decidió fotografiarla, tomar registro con un celular de los genitales de la menor, aún aterrada y desesperada por taparse el rostro mientras le suplicaba que la dejara salir del cuarto.
Uno de los nueve hermanos de la víctima, delató al agresor en este punto cuando contó en Cámara Gesell que su padre le dio su teléfono para que jugara pero le tocó ver las fotos de su hermana de diez años totalmente indefensa y desnuda.
Antes que su testimonio se judicializara, se lo había contado a la madre y esta logró la confesión de su hija.
La relación de pareja ya estaba rota, duró poco más de tres años. Desde mediados de 2014 ya no convivían. Pero la progenitora autorizó al acusado a que visitara a sus hijos, luego de la intercesión de un pastor del barrio, quien se lo solicitó como mediador.
El dolor en primera persona, lo oyeron y vieron este miércoles, exclusivamente los jueces y demás partes por tratarse de un juicio por un delito contra la integridad sexual. La proyección del testimonio de la menor en Cámara Gesell detalló que fue obligada a desnudarse y bañarse delante de la mirada lasciva de su abusador. Lo resaltó también Rau en su alegato, “la niña sintió fuertes dolores en su vagina, que su padrastro le arrancaba a estirones la ropa antes de ser abusada”.
En cuanto a las imágenes de celular, la Secretaría de Apoyo para las Investigaciones Complejas (SAIC) recuperó los archivos borrados y las imágenes forman parte del expediente, como también las ratificaciones en debate de los cuatro médicos y peritos que revisaron a la víctima y confirmaron los desgarros genitales, compatibles con abuso sexual.
El defensor oficial Enrique Daniel De la Fuente representó los derechos del encartado. Planteó en su alegato, al que también PRIMERA EDICIÓN tuvo acceso como único medio presente ayer, sus dudas sobre los exámenes realizados a la menor.
“El segundo estudio a la menor, en abril de 2014, cinco meses después de la detención del sospechoso, no fue notificado a la defensa. Además en el primer informe no se observó defloración (…) Y los desgarros fueron observados en fotografías luego del segundo, es decir, sólo en dos dimensiones y mucho tiempo después. Entre noviembre (de 2014) y abril (2015) algo ocurrió con la niña y no es precisamente el acusado el responsable porque ya estaba detenido. O esto no ocurrió o pasó algo mucho más grave”.
De la Fuente solicitó que el imputado fuera absuelto por el beneficio de la duda, el “indubio pro reo”, que garantiza la inocencia para el acusado. O subsidiariamente que la pena fuera mínima ante la ausencia de antecedentes penales.
Las palabras previas a la sentencia correspondieron al acusado. “Soy inocente, yo bañé, cuidé, le di de comer y llevé al colegio a los niños y esto ocurrió cuando me separé de la madre de ellos. La víctima fue enseñada, manipulada por la madre para que relatara eso, nunca la abusé, ni saqué fotos, al contrario yo le compré celulares y televisores a los chicos, los crié”.
De los 19 años solicitados por el fiscal por tres hechos de abuso, uno “gravemente ultrajante”, los camaristas Busse y Yaya coincidieron en dos casos, mientras que para D’Orsaneo fue un “delito continuado”, no obstante su disidencia en este punto compartió los quince años de prisión efectiva de la mayoría.
Los fundamentos del fallo serán leídos el miércoles 6 de noviembre próximo.