Desde la antigüedad, las plantas aromáticas ocupan un lugar destacado debido a sus propiedades como remedios caseros para diversas dolencias, que van desde los problemas digestivos hasta afecciones en la piel, como así también su aporte al arte culinario. Pero también vienen cobrando una gran importancia a la hora de combatir la invasión de insectos en la huerta, incorporándolas junto a las hortalizas.
En este sentido, es fundamental realizar un buen diseño de la huerta orgánica, a fin de garantizar que sea autosustentable, apoyado en los principios de la diversidad, combinando variabilidad de colores, olores y especies, intercalados con aromáticas. Esto genera condiciones que ayudan a repeler y espantar posibles insectos dañinos.
Es que, cuando los insectos arriban a un sistema agroecológico diversificado, perciben una variedad de olores y colores, típicos de cada especie de hortalizas, flores y aromáticas, que los confunde, desorienta y ahuyenta.
Socios en la huerta
Las asociaciones con plantas semiperennes se refieren a la sinergia que producen las hortalizas y las aromáticas. Por ejemplo, el romero, la lavanda y el tomillo son plantas aromáticas que, al colocarse generalmente en los extremos de los canteros y en los bordes, siempre generan una asociación benéfica.
Con respecto a las aromáticas como la manzanilla y la albahaca, las asociaciones deben ser anuales. En este punto, se recomiendan las clásicas conocidas como la albahaca y el tomate para ahuyentar insectos en general, moscas y mosquitos, o bien la yerbabuena, la ortiga y el ajo para repeler pulgones e insectos en general.
También está la combinación del romero, el repollo y la salvia, sumado a la asociación de borraja con tomate, para evitar las orugas cortadoras.









