El sábado 24, Adrián Llano se subirá al escenario del Parque del Conocimiento de Posadas para entrar al mundo de la belleza suprema. Levantará la batuta y los músicos alzarán la mirada hacia él.
Sentirá alegría, ansiedad y nervios. Y en ese momento se conectará completamente con la obra. “Es difícil de explicar porque se genera una conexión espiritual y mental con los músicos y con la música. Una conexión que trasciende límites”, expresó.
De repente: “ya no estás, dejás de estar: ahora sólo es la música y su compositor. Salís de vos, no como lugar de elevación sino como una sensación de pureza y apertura que te conmueve”.
En estos días, no tantas personas creen en esa belleza suprema, pero Adrián, Director de Orquesta en Buenos Aires, es un sólido creyente. Él también cree en la libertad del espíritu humano y en la alegría que genera hacer lo que se ama.
Dentro de seis días, Adrián y su orquesta, ejecutarán una de las expresiones más puras y conmovedoras: Concierto para piano Nº 27, K 595 de Wolfgang Amadeus Mozart y Sinfonía Nº 5 de Franz Shubert.
Tiene 31 años y creció en Posadas. “Mi abuelo era pianista y acordeonista al igual que mi madre” de modo que la música “estuvo siempre”, aunque, recién en la adolescencia descubrió su vocación. Fue cuando comenzó a asistir a conciertos de bandas en vivo. “Primero me acerqué a la música popular, empecé a tocar el bajo”. Después, fue por la música clásica “escuchando discos que había en casa”.
Mi sueño lo cumplí muy temprano: dirigir un concierto en Posadas estrenando la obra de un amigo compositor, en un concierto para piano con un pianista que admiro mucho y dirigir la ‘Sinfonía Escocesa’, del compositor alemán Félix Mendelssohn. Fueron muchas cosas juntas y se me dio de una forma muy rápida, tenía 28 años.
Entonces, la dirección orquestal comenzó a surgir: “Yo quería ver qué era ese mundo y empecé la carrera en la Universidad Católica Argentina, en Buenos Aires”.
Y allí aprendió que “se trata de una profesión que te obliga a comunicarte con un idioma único, que nos conecta. Es lo más interesante de todo, la capacidad de expresar, narrar y comunicar en conjunto. Donde no tenés ningún instrumento pero sí tenés que buscar que las personas con las que estás trabajando puedan comunicar en conjunto. No hay una manera única, tenés que trabajar con los músicos, son ellos los que terminan haciendo música, sin ellos el director no existe”.
Por eso conoce en detalle cada instrumento, además comprende a fondo la historia musical, los distintos autores, sus estilos y el contexto social en el que vivieron.
Al momento de dirigir una obra, la estudia a la perfección imaginando qué quiso expresar el autor en cada compás de la partitura. Desde allí nos explica que “hay que saber cuáles son las capacidades, las posibilidades y los recursos de cada elemento. Las características y virtudes. Luego hay que buscar cómo amalgamar en un conjunto grande. Lo interesante es tratar de unificar y entendernos a la hora de interpretar”. Esto lo logra trasmitiendo sus ideas con gestos, indicaciones y movimientos que le son propios.
Sin duda la orquesta sinfónica es una de las máximas expresiones del arte occidental y Adrián, un apasionado en lo que hace. Por eso asegura que “ser director es algo que se entrena. Soy una persona en formación, tengo años para crecer, es algo que se va entrenando, como la concentración”.
Comprometido con el arte, el joven también se desempeña como docente en la Universidad Católica Argentina en Buenos Aires, en la cátedra de historia y análisis de la música. Ha dirigido conciertos en el Parque del Conocimiento en el 2016 y 2017. Y en 2018 participó como docente en la Licenciatura de Música en la Universidad Nacional de Misiones, en la Facultad de Arte y Diseño.
Durante la entrevista con SextoSentido, agradeció a la vida “porque cada día cumplo con mi sueño: poder trabajar de lo que amo. Es lo más emocionante, ejercer el oficio de comunicarme”.
Los colores de la música
Hace algunos años, la pintura llamó la atención de Adrián. Fue después de un viaje, en el cual visitó diversas galerías y museos.
Al regresar a Buenos Aires realizó un taller con un artista plástico y “me interesó mucho. Es una disciplina muy demandante porque cuando empezás un mural tenés que terminarlo, dejarlo a medias no es la opción. Con la pintura pasa lo mismo que con la música y lo estamos descubriendo. Siempre queremos comunicar, trasmitir e involucrarnos”.
Por
Susana Breska Sisterna
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Fotos gentileza: P. Sergeichuk// j. Ricatti // S. Estevez Nevot // Parque del Conocimiento