La obra “Mi Cristo roto”, de Ramón Cué, es una reflexión contemporánea del Evangelio que toma conceptos de la teología y los transmite a un lenguaje claro y sencillo. Hace más de 20 años el profesor y actor César Ortellado interpreta este monólogo en distintas escuelas, universidades y cárceles de la provincia y la región. Esta puesta en escena cuenta con la colaboración de Rolando Weber, en sonido; y Marcia Majcher, en producción (en la foto de arriba junto a Ortellado).
Estas actividades contaron con el apoyo de organismos municipales, colegios y universidades católicas y el Instituto Superior Antonio Ruiz de Montoya, entre otras instituciones públicas y privadas.
Además, el proyecto de la obra “Mi Cristo roto”, única en el país que lleva adelante un taller de técnicas actorales y juegos teatrales que son dictados por Axel Aranda y Francisco Zarza en la Escuela N° 20 que funciona en la Unidad Penal de Loreto.
También vale destacar que la obra tiene el acompañamiento del sacerdote Alejandro Ferreyra, párroco de la iglesia de Santa Ana y capellán de la cárcel de Loreto; y el padre Darío Silvero, párroco de la iglesia de Arroyo Porá (Paraguay).
Este año “Mi Cristo roto” comenzó su nueva edición en el marco de Semana Santa. El pasado 15 de abril hizo su presentación en la Escuela José Manuel Estrada y el Auditórium del Instituto Montoya de Posadas para continuar su gira por distintos municipios de la provincia.
Más adelante, la pieza teatral continuó su gira por Wanda, Puerto Iguazú, Puerto Rico y Puerto Esperanza, entre otras localidades.
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, Rolando Weber contó sobre las actuaciones que tuvieron en la Unidad Carcelaria de Puerto Rico y en el cierre de la Semana Santa en la plaza central de dicha ciudad.
“Al entrar a la cárcel se siente un aire distinto, pero apenas hicimos la obra se sintió un gran respeto y se pudo captar la emoción de los internos, quienes estaban en silencio. Muchos de ellos agacharon la cabeza en las escenas fuertes. Luego ‘Mi Cristo roto’ fue la primera obra teatral que se realizó frente a la iglesia de Puerto Rico, donde generalmente no se realiza estas clases de actividades y donde asistieron más de 200 personas”, recordó.
Incluso muchos de los presentes se acercaron para tocar la figura del cristo con los brazos y piernas rotas que representa a la obra. El unipersonal se presentó además en Wanda al finalizar la misa central.
Contó con la presencia del obispo Marcelo Martorell, quien aprovechó la oportunidad para bendecir la escultura. “Después fuimos a la cabaña de los muñecos de Kossa Nostra en Puerto Iguazú, donde presentamos el espectáculo a un gran número de turistas”, agregó.
Continuando con su recorrido, el mes pasado “Mi Cristo roto” se presentó en distintos establecimientos primarios y universitarios de Encarnación (Paraguay), donde fue visto por un importante número de alumnos y cuerpo docente con quienes compartieron material bibliográfico que se incluyó en las actividades curriculares de las escuelas.
En aquella oportunidad, la gira fue coordinada por la directora de Cultura municipal, Fabiola Castelnovo. La puesta en escena se trasmitió en vivo por la televisión abierta del vecino país. “Fuimos bien recibidos en distintas escuelas y la obra tuvo buena crítica, sobre todo cuando se trasmitió por canal abierto que pertenece al multimedio Paraná. Además hicimos libritos con preguntas que sirvieron de material pedagógico para que los docentes trabajen con los alumnos”, señalaron.
En agosto la obra continuará llevando al vecino país su mensaje de esperanza y reflexión. “En esta parte el deseo fue hacer la obra en algunas cárceles de Paraguay porque aparte de realizarlo en las escuelas, también tratamos de acercar el mensaje a las personas que están privadas de su libertad para que también puedan actuar como en Loreto donde se creó el teatro carcelario, donde se realiza esta obra”, expresaron. El elenco anticipó que la idea será concluir la gira en Sevilla, España, el lugar donde nació esta obra.
“Mi Cristo roto” fue escrita por el sacerdote Ramón Cué en 1963. Recrea la reflexión del cura por un Cristo que compró en una tienda de antigüedades de Sevilla. Éste no tenía cruz y le faltaba un brazo, aunque se trataba de una fina obra de arte que merecía ser restaurada.
Pero en el diálogo que se suscita, el padre Ramón se sorprende cuando el Cristo le prohíbe que lo restaure, “porque desea que veamos en su rostro, el rostro de todos nuestros hermanos: los Cristos rotos vivos y sufrientes”.