“Me llamo Belén Bianco pero prefiero que me digan Fremdina”, es el nombre que elige, el que le quisieron poner sus padres y que, por obstáculos burocráticos, no puede ostentar en su documento de identidad.
Fremdina, que proviene de una familia de inmigrantes alemanes, nació en Posadas. Su abuela materna se llamaba así y tiene un doble significado.
Primero “es un homenaje a mi abuela, un ser muy especial”. Pero además, es un nombre que no existe, porque lo inventaron sus bisabuelos. “Frem” en alemán significa exótico, extraño o extranjero. Y su “Oma” nació en Brasil, durante el viaje que emprendió su familia para llegar a Misiones, “en un lugar extraño para mis bisabuelos”.
Es por eso que, aunque legalmente se llama Belén, asegura que el verdadero nombre es aquel con el que uno se siente identificada.
Como directora y productora de cine, profundiza su interés por generar nuevos relatos con perspectiva de género. Fremdina tiene los ojos puestos en lograr una sociedad más justa y sabe que el cine como cualquier medio de comunicación legitima ciertas prácticas sociales y vínculos que forman de algún modo a la sociedad. Por eso intenta aportar su granito de arena “para lograr un mundo mejor, con más amor, felicidad y sobre todo más inclusivo”.
Explica que en la actualidad, las directoras argentinas todavía son minoría y reconoce que en el ámbito de la producción audiovisual existe una gran brecha entre géneros “porque históricamente fue liderado por varones”. Y por eso se esfuerza por cambiarlo.
Me gustaría ver a más mujeres haciendo cine en Misiones. En el país, todavía somos muy pocas las mujeres que dirigimos cine. Mi mayor anhelo es que aparezcan las voces femeninas contando historias”.
Llegó al cine por una “decisión caótica”. Sí, es que “jamás imaginé que sería Directora de Cine”. Ella estaba convencida de que sería pintora porque “de chiquita estudié dibujo”. Pero fue justamente su pasión por la pintura y las narrativas las que influyeron en su enfoque del cine, ayudándola a crear obras con una estructura visual deslumbrante.
Recuerda que en cuarto año del secundario, viajó con su papá a Buenos Aires a una sucursal de la antigua Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, “donde papá estudió”. Pero al llegar se encontraron con una enorme sorpresa: “la carrera había cambiado”. Entonces Fremdina entró en crisis “nada me convencía y tenía que elegir”. En medio de tantas preguntas, su mejor amigo le sugirió que estudie cine.
Toda mi vida quise ser artista, no sé si llegaré a serlo porque autoproclamarse ‘artista’ es apresurado. Siempre soñé con poder expresar las cosas que siento y trasmitir esa sensibilidad. De niña fui muy estimulada por mis padres para poder desarrollarme”.
En 2008, con 18 años, se mudó a Buenos Aires y comenzó la carrera en la Fundación Universidad del Cine donde “supe que había tomado la mejor decisión”.
“Fan del estudio”, como se define, participó de festivales nacionales e internacionales, recibió reconocimientos y premios. La cineasta asegura que sus primeros pasos en el ámbito laboral fueron como una “caída de paracaidista”. Resulta que en la Facultad “con un compañero nos decidimos a filmar ‘No hay tierra sin mal’, fue mi primera película”. Tenía 19 años y abordó el despertar sexual de la mujer, su respectiva banalización y la cosificación de su cuerpo. El film recorrió México, San Francisco, Los Ángeles, Venezuela e Indonesia, entre otros países.
En lo personal sueño con publicar una novela que estoy escribiendo: ‘Esto que me pasa’, que no tiene mucho que ver con el cine. La novela fue seleccionada en la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires junto a ocho escritores del país, soy la única misionera.
Desde hace unos años, trabaja en su nueva película: “Viento Norte”, ganadora del Concurso Federal Raymundo Gleyzer – INCAA. “Estamos en las últimas etapas”, adelantó la misionera.
Por
Susana Breska Sisterna
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Fotografías gentileza: Residentas: Mujeres haciendo arte – Misiones. – Guillermo Rovira