El apetito surge a cualquier hora del día y hay que saciarlo. Para saber qué pasa con tal tema, hay que recurrir a los medios favoritos, elegir a los relatores predilectos, o esperar posteos con información errónea para darle me gusta y compartirlo para que se continúe divulgando de forma exponencial. Esa publicación sólo tiene que mostrar lo que el público/lector piensa. No importa si no se ajusta a la verdad, porque lo que importa es que continúe reafirmando las convicciones propias.
Para ellos, si dice otra cosa distinta a su ideología, es mentira. Pocos se toman el tiempo de esperar, chequear y después opinar. Más bien casi nadie.
La confianza es y debe ser total. Tanto, que si en horario central el tipejo de traje vendió pescado podrido porque está llevando adelante una operación política (por motus propio o porque se lo impone el dueño del medio), el consumidor jamás sabrá que deglutió una mentira. Porque al otro día seguirá aguardando el mismo menú. Los cocineros nunca le dirán al cliente -“disculpe si el otro día le sintió un gusto extraño a la comida, no va volver a pasar”. Y así, la retroalimentación de noticias falsas no cesa. El abordaje sobre una determinada cuestión siempre estará dado de forma que deje mal parados a los de la vereda de enfrente (medios, periodistas y políticos). “Se trata de una operación de sectores vinculados a…”, es el latiguillo habitual. En casa: “pero claro, que gente miserable”, afirma el indignado. Como decíamos, el “alimento” en mal estado se sube a la cabeza y el comensal eructa la mentira infectando a quienes lo rodean. Nunca se enterará que lo que le dijeron no es verdad, porque nunca irá a abrevar a aguas extrañas (otros medios y periodistas) para contrastarlo.
La falsedad quedará instalada en su mente y por más que haya sido desmontada, nunca lo sabrá, porque sólo escuchará a un sector de los medios y porque además tampoco le interesará hacerlo. Mejor mentiras cómodas que verdades antipáticas que puedan llegar a derrumbar el mundo de “sus” buenos de la historia. Por esto el rol del periodista está en crisis. Desde la misma profesión se ha contribuido a ensuciarla, tildando a los demás como “escribas” del poder, “adláteres” que vendieron su ética, militantes o “títeres” de tal o cual. Según sus opiniones, o simplemente dependiendo del medio en el que se desempeñe, los trabajadores de prensa quedaron encasillados en una ideología política: son kirchneristas o son “gorilas”. Hasta el peronismo quedó afuera de este maniqueísmo brutal e insensato.
En 1999, cuando Menem dejó el poder, él y sus funcionarios quedaron pegados a decenas de causas por corrupción, pero en esa época los jueces no eran tildados de gorilas porque los metían en un procesamiento. Eso vino después del 25 de mayo de 2003. A propósito, el calificativo de “gorila”, fue un término que estaba en desuso desde hacía décadas y fue durante el kirchnerismo que fue reflotado para descalificar a los que opinaban distinto al pensamiento único que emanaba desde Casa Rosada.
Ese adjetivo de convirtió en una herramienta simbólica para encasillar al otro en lo negativo. Si alguien era gorila, por ende era “vendepatria, cipayo, oligarca, defensor de la dictadura”, etcétera. Si no se pensaba igual que ellos, los apuntados corrían el riesgo de ser considerados hasta traidores a la nación. Si se presta un poco de atención en las palabras de Nicolás Maduro, él usa las mismas herramientas argumentativas y engloba a todos los políticos opositores o los mismos ciudadanos que no creen en él como los “enemigos del pueblo”. “Nosotros somos Venezuela”, “Nosotros somos la patria”. De manual.
Cuidado con lo que cuentan
Desde un punto de vista antropológico, con un concepto bastante viejo pero que calza justo para analizar esta cuestión, cuanto más compleja y extensa es una sociedad, más difícil es saber qué es realmente lo que está sucediendo. Todo viene “mediado” por los medios de comunicación tradicionales y o redes sociales. Sin la representación que cada uno de ellos hace de lo que ocurre en el día a día, sería imposible enterarse qué pasa más allá de nuestro propio barrio. ¿Entonces es verdad lo que nos cuentan o muestran? Parafraseando a Nietzsche, “los hechos no existen, sino las interpretaciones de ellos”, principalmente en política.
Para citar dos ejemplos concretos, recordemos cómo analizó la grieta del periodismo el caso de los cuadernos de Centeno y, ayer nomás, algo menos complejo pero con una carga simbólica estruendosa.
En el primer caso, supimos que Oscar Centeno, exchofer de Roberto Baratta (subsecretario de coordinación y gestión del ministerio de Planificación Federal que conducía Julio de Vido), como exmilitar que se precie de serlo, registraba en un cuaderno todas las novedades que ocurrían en el día a día. Dio detalles de entrega de bolsos con dinero de coimas, actores y lugares donde ocurrían los hechos. Cuando esos cuadernos llegaron al periodista Hugo Cabot, éste se encargó de llevar adelante la investigación. Sacaron fotografías de cada página y también de cómo se tomaron las imágenes de los cuadernos, para que no quedaran dudas. Luego los devolvió a quien fue su último tenedor y examigo de Centeno, Jorge Bacigalupo. Se publicó la investigación y, un paso antes, esas imágenes, en un principio llegaron a la fiscalía en formato de copias en papel.
Detuvieron a Centeno, este nunca negó que esas pruebas fueran falsas y hasta comenzó a brindar más datos acerca del modus operandi del movimiento de dinero negro. Pero con cada escándalo de corrupción que salta, los medios afines al kirchnerismo salen a defender la parada como sea. Hay periodistas que son brillantes y ponen esa capacidad a favor de la familia Kirchner. Para simplificar el trabajo, de manera que se impregne fácilmente en la mente del, como decíamos, hambriento de noticias cómodas, siempre aparece un slogan. En este sentido en el caso de los cuadernos son “las fotocopias”, para descalificar las pruebas y restarle así importancia, aunque quien lo haya escrito haya reconocido el contenido y la veracidad de lo que llegó a la Justicia. Y para ser equitativos, los opositores al kirchnerismo también forjaron una frase pegadiza. “Se robaron todo”.
En fin, no hay arreglo. No hay autocrítica, ni va a existir un grado de sensatez de parte de los productores profesionales de las fake news. Pregúntese usted lector, la respuesta es muy fácil. ¿por qué el periodismo vende su credibilidad?
Verdura podrida
Hace poco más de diez días, una manifestación que pretendía instalar un “verdurazo” en una plaza frente a la estación porteña de Constitución, terminó con gases lacrimógenos y gente golpeada. Los productores rurales fueron desalojados luego que se les impidiera armar la feria porque no poseían habilitación del Gobierno de la Ciudad. Tras la advertencia de la Policía acerca de la prohibición, el grupo de Infantería los reprimió (o los sacó a la fuerza del lugar, como mejor les parezca). En esa batahola resultó detenido un fotógrafo de Página 12. Es inconcebible que se detenga a un trabajador de prensa por hacer su trabajo, eso lo tenemos claro en estos ya 35 años de democracia. Es cierto fue detenido, pero las razones se convirtieron en minutos en una fake news. Los titulares rezaban: “Represión: detuvieron a un fotógrafo que había retratado a una señora levantando verduras”. Del otro lado de la pantalla la indignación llegaba a escala Richter.
Horas después, gracias a una cámara de seguridad, se vio como ese fotógrafo, intimidado ante la presencia de un oficial, no tuvo mejor idea que bajarle un diente golpeándolo con su cámara. La reacción fue obvia, marche preso como en cualquier parte del mundo. Planteo aquí un desafío a cualquier trabajador de prensa. Cuando hagan una cobertura, rómpanle la boca a un policía a ver qué pasa. Por cierto, la fake quedó instalada. Para un sector de la población el fotógrafo fue preso porque sacó la foto de la señora, “símbolo del hambre” en la era de Cambiemos. A la semana siguiente el verdurazo salió igual, en Plaza de Mayo, donde habitualmente realizan las protestas sin que haya problemas.
La última y la más reciente mentira se esparció después que un obrero increpara a Macri en la cara diciéndole “que haga algo” con la situación del país, porque los trabajadores ya no daban más con la crisis. Al día siguiente se supo que el hombre no se había presentado a trabajar y los “cráneos” de las fake news le dieron un giro y comenzaron a colocar en los portales que al señor lo habían despedido porque se había animado a “cantarle las cuarenta” en la cara al presidente.
Fue el mismo trabajador el que salió a pedir a los periodistas que no mintieran, que no lo habían echado, sino que le dieron la posibilidad de tomarse el día libre para evitar el asedio periodístico en la obra, hecho que terminó ocurriendo.
Del otro lado de la grieta los trolls hicieron lo propio. Por estos días se ve en facebook una imagen de un obrero saludando a Cristina. En el comentario lo identifican como el que increpó a Macri. “Está todo dicho”, remata el post, como si el haber enfrentado al presidente cara a cara fuera una operación del kirchnerismo. Pero también es un “fake”, para devolver la pelota al otro lado del cerco. Esos obreros no son la misma persona.
Del lado del oficialismo tampoco se quedan atrás. La gobernadora María Eugenia Vidal hace pocos días fue a visitar a una vecina y esto obviamente quedó registrado por su equipo de comunicación. En el video se aprecia como la mujer, Patricia Eraso, entre lágrimas explica la dignidad del pobre, que no se vende y que cree ciegamente en su Gobierno porque le dice a verdad. Vidal le responde con gestos de ternura “vos decís que crees en mí, yo creo en la gente como vos y por gente como vos vamos a salir adelante”. Una hora después se supo que la mujer era una de las favoritas del oficialismo y ya había aparecido en otros spots como por ejemplo con la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley.
No hay espontaneidad, no hay sorpresa, está todo programado de antemano a quien van a ir a visitar. Ir a tocar el timbre de un vecino de forma aleatoria sería una inmolación para Cambiemos, pero también para el Kirchnerismo. En este punto, tiene más espontaneidad que un político el Kun Agüero, yendo de sorpresa a golpear la puerta de un hincha del Manchester City (se lo puede encontrar en youtube).
Final. Este ensayo no forma parte de las operaciones de fake news, pero no crea nada de lo que aquí se dijo. Por favor, hágase un bien, deje de hacerle el caldo gordo a los inmorales y siempre consulte otras fuentes.